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La UE acuerda sanciones inmediatas al régimen de Bielorrusia a cambio de elevar el tono con Turquía

Los Veintisiete ofrecen una agenda “constructiva” a Ankara si en dos meses rebaja las tensiones en el Mediterráneo pero se reservan la posibilidad de aplicar sanciones

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la rueda de prensa posterior a la primera jornada del Consejo Europeo.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, durante la rueda de prensa posterior a la primera jornada del Consejo Europeo.EFE
Lluís Pellicer

Los Veintisiete lograron evitar un nuevo fiasco en política exterior al lograr superar el veto de Chipre para imponer sanciones a 40 miembros del régimen de Aleksandr Lukashenko. La UE pondrá en marcha el procedimiento para castigar al entorno del líder bielorruso este mismo viernes. A cambio, los jefes de Estado y de Gobierno han tenido que endurecer los términos de su relación futura con Turquía, garantizando a Chipre y Grecia una política de palo y zanahoria. “Nadie puede abrir una brecha entre nosotros [los Veintisiete]. Esperamos que Turquía detenga sus acciones unilaterales e ilegales. Esta es una condición previa para una agenda positiva a largo plazo”, sostuvo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Más de ocho horas tardaron los Veintisiete en poder avanzar en dos carpetas que estaban estrechamente vinculadas: Bielorrusia y Turquía. La UE llevaba un mes encallada en la imposición de sanciones al régimen de Lukashenko a pesar de haber rechazado la validez de los comicios y denunciar la represión de la sociedad civil en las últimas semanas. El hecho de que Canadá o el Reino Unido hubieran avanzado hacia esa medida de forma más decidida minó la credibilidad de los socios. Sin embargo, en la lista de objetivos de las sanciones no consta el propio Lukashenko, a quien el Reino Unido sí impuso la congelación de activos y la prohibición de viajar a ese país.

El principal escollo se llamaba Chipre. El país mantuvo secuestrado ese debate hasta que la UE no se pusiera firme con Turquía por su política expansionista en el Mediterráneo Oriental. El diálogo emprendido entre Atenas y Ankara en las últimas semanas hacía pensar que Nicosia acabaría cediendo, pero fue rechazando borrador tras borrador de conclusiones hasta que la UE dio con un tono que satisfizo por completo al país. A esas complicaciones se añadían las críticas del presidente francés, Emmanuel Macron, al Gobierno turco por haber hecho unas declaraciones que considera “imprudentes y peligrosas” de apoyo a Azerbaiyán en su intento de recuperar la región de Nagorno-Karabaj.

Casi a la una de la madrugada, los Veintisiete alcanzaron un acuerdo. Si bien Alemania y España –y con matices, Francia— se habían mostrado partidarios de avanzar a una “solución pacífica” con Ankara, la UE tuvo que elevar el tono con Recep Tayyip Erdogan. Von der Leyen le dijo que tenían dos “cajas de herramientas” preparadas: una con posibles sanciones amparadas en el artículo 29 del Tratado de la UE y del artículo 215 del Tratado de Lisboa y otra con una “agenda positiva”. “Queremos una relación positiva y constructiva con Turquía y esto sería del interés de Ankara”, sostuvo en una comparecencia conjunta con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, quien dio a Erdogan dos meses, hasta diciembre, para demostrar que su actitud es también productiva y rebajar las tensiones en la región.

La UE buscaba ya antes de la crisis por las perforaciones en el Mediterráneo Oriental un acuerdo con Turquía para que siguiera acogiendo a los 3,7 millones de refugiados sirios que actualmente viven allí. En especial, después de que Erdogan amenazara con dejarlos ir hacia Europa. Sin embargo, Ankara no solo quiere hablar de migración ni dinero, sino que busca un acuerdo integral que contemple otros aspectos, como comercio, energía o cambio climático.

Tras las demandas de Chipre, los Veintisiete acordaron unas conclusiones en las que “condenan enérgicamente las violaciones de los derechos soberanos” de la República de Chipre por parte de Turquía, que “deben cesar”. La UE pide a Ankara que se abstenga de estas actuaciones en el futuro y que acepte la invitación de Chipre para sentarse a dialogar para resolver sus disputas. Asimismo, da la bienvenida al diálogo con Atenas y muestra su pleno compromiso a que se halle un acuerdo global para Nicosia en el marco de Naciones Unidas.

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Sin embargo, también abre la mano a Turquía y le traslada que, si mantiene los “esfuerzos constructivos” para detener “las actividades ilegales”, el Consejo lanzará una agenda política “positiva” consistente en una modernización de la Unión Aduanera, una intensificación de las relaciones comerciales y acuerdos de cooperación continua en migración. Será Charles Michel, junto al Alto Representante para la Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, quien se encargue de formular una propuesta.

De hecho, la canciller alemana Angela Merkel, presidenta de turno de la UE, destacó sobre todo el lado positivo del acuerdo para Turquía, que además de tener el estatus de país candidato a la UE es un aliando de la OTAN. “Ahora queremos pedir una agenda constructiva con Turquía, siempre que prosigan los esfuerzos para aliviar las tensiones, como se ha hecho a través de determinadas acciones en las últimas semanas”, sostuvo Merkel a través de un mensaje.

Ese acuerdo, a base de endurecer el tono con Turquía respecto a borradores anteriores, ha permitido por fin desbloquear las sanciones con Bielorrusia. La UE sigue condenando la “violencia inaceptable” de las autoridades sobre las protestas pacíficas, así como las intimidaciones y arrestos que siguieron a las elecciones presidenciales. “Hemos decidido implementar las sanciones. Eso es un signo importante de que somos creíbles”, sostuvo Charles Michel.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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