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La muerte de George Floyd aviva en Francia el debate sobre la violencia policial

Estados Unidos aparece como el espejo distorsionado de un país también diverso y con discriminaciones enquistadas

"Adama, Floyd, mismo combate", dice el cartel en una protesta, el 6 de junio de 2020 ante la Torre Eiffel, en París. En vídeo, las imágenes de los disturbios del pasado miércoles en la capital francesa.Vídeo: JB AUTISSIER / PANORAMIC / BESTIMAGE / GTRES
Marc Bassets

Francia mira a Estados Unidos y no ve solo un país lejano, sino un reflejo de sus propias fracturas, de sus traumas. La muerte de un ciudadano negro a manos de un policía banco, las movilizaciones contra el racismo en la policía y otras instituciones, la brecha que nunca se acaba de cerrar tienen un eco específicamente francés, más allá de la ola de conmoción en todo el mundo.

Las imágenes de la agonía de George Floyd, el 25 de mayo en una calle de Minneapolis y a la luz del día, bajo la rodilla del agente Derek Chauvin, reavivaron el recuerdo de la muerte, hace cuatro años, de Adama Traoré, un hombre de 24 años mientras se encontraba bajo custodia policial, sin cámaras que grabasen ni otros testimonios que los de tres gendarmes presentes. El martes pasado, una manifestación pidiendo “justicia para Adama” congregó a más de 20.000 personas en París. Las causas de su muerte no se han esclarecido. El último informe judicial la atribuye a problemas cardíacos. La familia, basándose en informes independientes, señalan que fueron los gendarmes quienes le asfixiaron.

En Francia, las manifestaciones que, desafiando las normas sanitarias para evitar el rebrote de la pandemia de la covid-19, han congregado a miles de personas, presentan una particularidad respecto a las de otros países. Son protestas contra el aquí y el ahora francés: la convicción de que las reivindicaciones del movimiento Black Lives Matter (las vidas negras importan) son aplicables en un país europeo tan distinto de EE UU.

“Estamos aquí en homenaje a la memoria de George Floyd y de Adama Traoré”, decía el sábado Diane Mputu, nacida en Congo, durante una manifestación en el centro de París. “¡Claro que se puede comparar Estados Unidos con Francia!”, continúa. “Dicen que hay un paralelismo, pero no son paralelas: son perpendiculares, dos causas que se cruzan. Estamos en el mismo punto, los mismos temores, las mismas denuncias”.

La reacción francesa oscila entre dos argumentos. El primero es que la herida racial en la sociedad estadounidense, y la discriminación de las minorías en su relación con las fuerzas del orden y con el sistema judicial, se reproduce en Francia. Según este argumento, el país cerraría los ojos ante una realidad incómoda bajo el argumento de que en la República francesa no existen grupos ni comunidades, sino solo ciudadanos libres e iguales ante la ley. El argumento contrario sostiene que es descabellada cualquier comparación con Estados Unidos: su historia de esclavitud y segregación, sus comunidades reconocidas como tales (afroamericanos, latinos, asiáticos…).

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“En Francia ha habido racismo y explotación, pero la explotación colonial no es lo mismo: la nación francesa no se construyó sobre resorte étnicos o raciales”, dice Gilles Clavreul, exdelegado interministerial en el Gobierno francés para la lucha contra el racismo y el antisemitismo, y hoy responsable de Aurore, laboratorio de ideas progresista y republicano. “En Francia, la problemática no es singularmente entre negros y blancos, pero está ligada a una historia muy particular: si hay ‘pasado que no pasa’ en Francia, es la relación con Argelia, es nuestro punto ciego que no llegamos a purgar”, añade en alusión a la guerra colonial y sus secuelas.

Al no existir estadísticas étnicas en Francia, se hace difícil comparar con EE UU en qué medida las minorías tiene más probabilidades de acabar en prisión, por ejemplo. Pero hay indicios. En 2013, el sociólogo Didier Fassin, basándose en una investigación en una prisión en las afueras de París, concluyó que “los negros y árabes representan dos tercios de los detenidos e incluso más de tres cuartos de los menores de 30 años”, según publicó el diario Libération.

David Le Bars, secretario general del sindicato de comisarios de la policía nacional, defiende que “cuando hay un caso de racismo, hay que ser intratables”. Es decir, investigar hasta el fondo. Pero denuncia: “Hay un combate ideológico para debilitar a la policía”.

Toda comparación tiene sus límites. Un millar de personas mueren al año en Estados Unidos, aproximadamente, en manos de la policía. En Francia, son una veintena, como ha explicado a la revista Marianne el investigador Mathieu Zagrodzki. “En Francia, la policía hiere mucho, pero mata poco”, dice. El espejo estadounidense, aunque refleja algunas fracturas francesas, es imperfecto.

Goteo de denuncias y promesa de sanciones

“El modelo francés, universalista y, como dicen los americanos, ‘color blind’ [literalmente, ciego ante las diferencias de color], está muy bien cuando funciona, es un modelo ideal, pero no se sostiene en la realidad”, dice Abdourahman Waberi, escritor francés nacido en Djibouti y profesor en la Universidad George Washington.

 

Waberi cita un informe del Defensor de los derechos, equivalente del Defensor del Pueblo, del veterano político conservador Jacques Toubon. Un 80% de “jóvenes percibidos como negros o árabes” declararon haber sido controlados por la policía o los gendarmes entre 2012 y 2017, según un informe publicado ese año por Toubon, frente a un 16% del resto de la población.

 

El goteo de noticias sobre posibles excesos policiales es constante. No solo hacia negros o árabes: con la revuelta, mayoritariamente blanca y con un componente violento, de los chalecos amarillos, las denuncias se multiplicaron.

 

En los últimos días, las denuncias se han acumulado: un grupo de Facebook donde, aparentemente, policías proferían injurias racistas: las grabaciones, reveladas en 'podcast' de la cadena Arte, de agentes en la ciudad de Rouen que insultaban a árabes y negros y discutían sobre la posibilidad de una guerra civil con trasfondo racial. Casos de supuestas agresiones que han llevado al ministro del Interior, Christophe Castaner, a avisar de que “cada falta, cada exceso, cada palabra, incluidas las expresiones racistas, será objeto de una investigación, una decisión, una sanción”.

 

El debate es si el racismo es sistémico —en la policía y en la sociedad— o se trata de casos aislados. “Hay policías racistas como en otras instituciones, y hay diversidad en la policía, pero también hay mecanismos que complican el acceso de los jóvenes de las ‘banlieues’ [los barrios del extrarradio urbano] a las responsabilidades, a los cargos, a las instituciones”, dice en una entrevista con el diario 'Le Journal du dimanche', la exministra de Justicia Christian Taubira, nacida en Guyana, y negra.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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