_
_
_
_

Un día con una patrulla de reclutamiento, el trabajo más impopular en Ucrania

EL PAÍS acompaña a soldados de una oficina de las Fuerzas Armadas encargados de alistar a civiles en la provincia de Sumi

Russian war in Ukraine
Control de una patrulla de reclutamiento del ejército ucraniano, el 3 de mayo en Sumi.Cristian Segura
Cristian Segura

“Tuvimos una invasión a gran escala y ahora tenemos un rechazo social al ejército a gran escala”. Es la primera frase que dice a EL PAÍS el mayor Oleksander Bondarenko, oficial de prensa del mando militar en la provincia de Sumi, en el norte de Ucrania. Bondarenko acompañó a este diario el 3 de mayo en una jornada de trabajo de una patrulla de la Oficina Regional de Reclutamiento (TCC) de Sumi, los encargados de conseguir nuevos soldados para el ejército. Los ciudadanos, tanto hombres como mujeres, dedicaban miradas de desconfianza a los militares que los identificaban en aldeas y en la carretera. Una de las restricciones que estableció Bondarenko para elaborar este artículo es que no se hicieran fotografías en caso de conflicto con un civil.

Ucrania necesita de forma urgente más tropas. Decenas de miles de bajas y un ejército agotado tras más de dos años de guerra contra Rusia han diezmado a sus Fuerzas Armadas. La nueva ley de movilización, aprobada en abril tras meses de retrasos por su impopularidad, entrará en vigor el 18 de mayo. El objetivo es incorporar a filas a cerca de 400.00 nuevos soldados entre los 25 y los 60 años. A pie de calle, los militares que buscan varones para ser reclutados experimentan en primera persona el rechazo que existe entre la ciudadanía a ser movilizados. Encuestas de centros demoscópicos indican que solo en torno a un 30% de los civiles está dispuesto a sumarse a la defensa del país.

“Mi obsesión es saber cuándo empezó este gran rechazo al ejército”, insiste Bondarenko a 25 kilómetros de la frontera rusa, desde donde el invasor vuelve a amenazar con un asalto que abra un nuevo frente de guerra. Yulia Vitkovska es oficial en la TCC de Sumi. Vitskovka, como el resto de los militares que componen la comitiva, ha regresado hace pocos meses del frente de guerra. Son hombres con lesiones físicas o mentales que no pueden seguir combatiendo. Ella sirvió en la 58ª Brigada Mecanizada en algunas de las batallas más sangrientas, como Bajmut o en Vugledar. “La gente siempre tiene alguna excusa para escaquearse”, dice Vitkovska. Sus compañeros, civiles antes de la guerra como ella, recibieron la llamada del ejército para alistarse en 2022. El capitán Igor, el oficial de mayor rango en el grupo, corrobora que a finales de 2023 (tras la fracasada contraofensiva en verano de aquel año), el número de personas dispuestas a sumarse a las Fuerzas Armadas empezó a disminuir.

Soldado de la oficina de reclutamiento de Sumi, Ucrania, el 3 de mayo.
Soldado de la oficina de reclutamiento de Sumi, Ucrania, el 3 de mayo.Cristian Segura

Son pocos casos en los que el hombre identificado se niega a presentar sus documentos, explican los miembros de la TCC. Junto a ellos se desplaza una patrulla de policía, que es la que tiene la autoridad legal para intervenir en caso de que un civil no quiera colaborar. Vitkovska recuerda el caso de un hombre de 30 años, en la segunda patrulla que hizo en un control de carretera hace cuatro meses. “Aquel tipo era fuerte, sano y se negó a identificarse, le daba igual. Le pregunté qué haría si los rusos vuelven a asediar Sumi, quién defendería su casa y a su mujer. En ese caso, respondió, sí se alistaría”.

Oleksi tiene 29 años y es taxista en Sumi. Está exento de ir al ejército porque tiene un documento que certifica que su madre está enferma y debe cuidar de ella. Pero si no fuera así, admite que tampoco querría incorporarse a filas. “No quiero ir porque no quiero morir. Me presentaría voluntario si mi ciudad está en riesgo de ser ocupada, pero de momento, de mis amigos que están combatiendo, los únicos que han vuelto lo han hecho lisiados o en un féretro”.

La TCC establece un control de carretera cerca del municipio de Stepanivka. En los campos colindantes, excavadoras y operarios trabajan contra el reloj para levantar nuevas fortificaciones que protejan la capital de provincia ante un posible nuevo asalto ruso desde el norte. Los conductores que detiene Igor muestran sus documentos de identidad y papeles oficiales que les exoneran de ser reclutados, por motivos de salud, familiares —como el caso de Oleksi—, de estudios o laborales. La nueva ley restringirá el número de casos por los que una persona puede evitar el alistamiento. “Nos hemos encontrado con hombres de más de 40 años que empezaron a estudiar en la universidad. ¡Cuando termine la guerra seremos el país más educado del mundo!”, comenta con ironía Igor.

Una citación para que un civil se presente en una oficina de alistamiento en Sumi, Ucrania.
Una citación para que un civil se presente en una oficina de alistamiento en Sumi, Ucrania.Cristian Segura

Los controles de carretera son la manera más eficaz de encontrar a hombres para ser citados a presentarse en la oficina de reclutamiento, explica Vitkovska. “En un día normal, de media podemos entregar 15 citaciones, pero cuando hacemos grandes operativos, cuando cortamos varias carreteras y no hay manera de esquivar los controles, podemos llegar a 50″, añade Igor.

En los pueblos hay dos procedimientos para repartir las convocatorias de la TCC, patrullar por la calle o presentarse en los hogares donde están empadronados hombres en edad de combatir. “La visita a domicilios no es el método más efectivo, porque de 10 casas que visitas, solo en dos te abren la puerta”, según calcula Vitkovska. En las calles de Stepanivka los resultados tampoco son los deseados. “La población se informa en grupos de Telegram sobre nuestra localización y los hombres desaparecen”, confirma Igor. En el centro de Stepanivka hay un colmado, un bar, la oficina de correos, la farmacia y el Ayuntamiento. Es una zona que, en condiciones normales, debería estar frecuentada por vecinos, pero en la hora que está presente la patrulla no hay nadie, como en una película del oeste, cuando en un pueblo irrumpe un grupo de forasteros armados.

Soldados de la oficina de reclutamiento identifican el 3 de mayo a un hombre en el pueblo de Stepanivka, Ucrania.
Soldados de la oficina de reclutamiento identifican el 3 de mayo a un hombre en el pueblo de Stepanivka, Ucrania.Cristian Segura

Aparece una furgoneta de la que se apean seis hombres y la patrulla de la TCC, junto a la policía, les abordan al instante. Todos llevan un permiso laboral temporal para una obra pública en la que trabajan. Al poco aparca otra furgoneta y de ella sale un hombre que viene a recoger unos paquetes en correos. Los soldados le dan una citación para presentarse en la oficina de reclutamiento; él explica que no es la primera que recibe. Con la nueva ley de movilización, ignorar estas citaciones significará mayores multas, con el riesgo de que sus cuentas sean embargadas, además de perder el permiso de conducir.

El 25% de los hombres de Stepanivka en edad de combatir ya están alistados, informa el Ayuntamiento. Es un porcentaje alto y que confirma la experiencia de Vitkovska: la movilización es más eficaz en zonas rurales. “La gente en la ciudad está más formada y tienen más maneras de escurrir el bulto”, añade Igor, el capitán. Una estratagema común para evitar el reclutamiento, que es residir en una región y estar empadronado en otra, es poco habitual en los pueblos. Ante esta maniobra, concluye Vitkovska, sus patrullas poco pueden hacer, porque si piden los documentos a alguien que tiene el domicilio en otra provincia que no sea Sumi, no tienen autoridad para forzarle a servir a la patria.

Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_