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Bolsonaro: “La Amazonia es nuestra; los datos de deforestación son falsos”

Bolsonaro muestra desprecio hacia lo que considera una especie de victimismo en Brasil cuando se habla de datos sociales o de minorías

El presidente Jair Bolsonaro, durante un encuentro con corresponsales extranjeros.
El presidente Jair Bolsonaro, durante un encuentro con corresponsales extranjeros.Marcos Correa (EL PAÍS)
Carla Jiménez
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El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, recibió ayer por primera vez desde que asumió el cargo en enero a la prensa extranjera. No fue una rueda de prensa tradicional, sino un desayuno con periodistas de 12 medios, entre ellos EL PAÍS. “Gran parte de la prensa tiene una imagen distorsionada de quién soy”, abrió el encuentro Bolsonaro. “Entiendo perfectamente la imagen envenenada que se tiene fuera de Brasil”, abundó el mandatario, señalando a la prensa brasileña. El dirigente acudió acompañado de dos de sus ministros: el general Heleno, de Seguridad Nacional, y Onyx Lorenzoni, de la Casa Civil, y a lo largo de la conversación, de una hora y diez minutos, aseguró que es totalmente favorable a la libertad de prensa y de las redes sociales. “Aunque publiquen mentiras”, provocó Bolsonaro, fiel a su estilo de lanzar frases con efecto.

Bolsonaro lanzó varios dardos más. Al responder a la pregunta de este diario (permitió una por medio, sin repregunta) sobre la preocupación manifestada por el presidente de la Cámara de los Diputados, Rodrigo Maia, sobre la vuelta de la pobreza y el hambre, Bolsonaro replicó que se trataba de una evaluación populista. “Decir que se pasa hambre en Brasil es una gran mentira”, dijo el presidente, en una frase que se convirtió en titular de los diarios brasileños cuando las agencias de noticias presentes en el encuentro publicaron sus primeras notas. Cifras reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) apuntan a que 5,2 millones de brasileños pasaban hambre en 2017. Maia afirmó a este diario que Brasil sufre un colapso social que se ha agudizado en los últimos meses. “La pobreza y desigualdad están creciendo y el hambre volvió a Brasil”, aseguró.

El desprecio que exhibe Bolsonaro hacia lo que considera una especie de victimismo en Brasil cuando se habla de datos sociales o de minorías suele dejar en segundo plano informaciones como su interés por ampliar negocios con China, que persigue independientemente de su gran aprecio por los EE UU de Donald Trump. El futuro de la relación con el gigante asiático, primer socio comercial de Brasil, era una incógnita durante la campaña electoral, cuando Bolsonaro atacaba las “prácticas predatorias” de los chinos en el comercio global. “La prensa brasileña decía que yo me alejaría de China, lo que no es verdad”, reclamó ayer. En realidad, Bolsonaro transmitió esa imagen no solo a la prensa local, sino también a la china después de visitar Taiwán en marzo. Ahora pretende que eso ya es pasado. Confirmó su viaje a China en octubre, cuando pretende presentar una lista de proyectos de infraestructuras en las que los dos países podrían trabajar juntos. Según el ministro Lorenzoni, Bolsonaro llevará a China un “portafolio” con proyectos para ofrecer a empresas chinas concesiones en Brasil para que inviertan en ampliar carreteras, vías de ferrocarril, puertos, aeropuertos, y en energía.

El acuerdo comercial del Mercosur también surgió en las preguntas del encuentro, pero la preocupación sobre el medio ambiente dominó buena parte de la conversación. “Lo que firmamos, será respetado”, afirmó Bolsonaro sin mencionar el acuerdo de París para frenar el cambio climático, condición del presidente francés, Emmanuel Macron, para dar el aval al acuerdo del Mercosur con UE. “Pero hay normas ambientales absurdas que promueven un divorcio entre la preservación ambiental y el desarrollo”, dijo, antes de sostener que Brasil es el país que más preserva el medio ambiente en el mundo, con un 58% de bosques nativos. De ahí pasó a asegurar que los datos de deforestación de la Amazonia, que tanto preocupan, son falsos.

“Si todos los datos de deforestación de los últimos diez años fueran verdad, la Amazonia ya no existiría”, insistió Bolsonaro, cuestionando incluso los datos oficiales de Brasil, que elabora un instituto del propio Gobierno. “Sabemos que si deforestamos esto se transforma en desierto”.

Indígenas

Según el presidente, hay mucha presión externa sobre la Amazonia para intentar influir en la política brasileña. “La Amazonia es nuestra, no de ustedes”, soltó Bolsonaro, que ve exagerada la preocupación por los indígenas afectados. “Ustedes quieren tratar a los indígenas como seres prehistóricos. Y hay indígenas que quieren trabajar, producir”.

El formato del encuentro no permitió confrontar al presidente con los datos sobre ataques a reservas indígenas promocionados por dueños de haciendas y empresas de extracción mineral. A ello se sumó el enfado del presidente brasileño ante preguntas incómodas, como las relacionadas con el medio ambiente. “Hay una verdadera psicosis ambiental que deja de existir conmigo”, avisó.

Bolsonaro se mostró relajado cuando las preguntas giraron en torno a acuerdos con otros países. Admitió que los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) tienen interés en un acuerdo con EE UU y que hay conversaciones en ese sentido. Además, las preguntas de los corresponsales de Japón y Rusia sobre un posible estrechamiento de relaciones con sus respectivos países fueron bien acogidas. “Tenemos los brazos abiertos para negociar con cualquier país del mundo, independientemente de la ideología, al contrario de Gobiernos pasados”, aseguró.

También señaló que su encuentro con el mandatario ruso, Vladímir Putin, durante el G20 en Osaka en junio fue muy positivo. “Tengo un profundo respeto por Putin. Me dejó una buena impresión y estoy seguro de que es recíproco. Espero que Rusia nos ayude a solucionar la cuestión de Venezuela”, apuntó sin entrar en detalles.

El acuerdo del Mercosur con la UE resurgió finalmente en relación con un posible uso abusivo de pesticidas en la agricultura brasileña. “Eso es parte de una guerra informativa”, rechazó el presidente, aludiendo a que detrás hay una guerra comercial. “Una fake new, usando la expresión de nuestro querido Donald Trump”.

Apoyo a su hijo para ser embajador en Washington

Jair Bolsonaro también habló ayer de la posible designación de su hijo Eduardo como embajador en Washington. El presidente brasileño negó que se trate de nepotismo y defendió que su hijo está muy preparado. “No pondría a nadie para pasar vergüenza en un cargo tan importante”, dijo sin anunciar una decisión oficial que estará condicionada a la aprobación del Senado brasileño. El presidente también admitió que es posible que se presente a la reelección en 2022, pese a que prometió que solo gobernaría un mandato. “Lo que yo dije es que si hubiera una reforma política en Brasil, yo no me presentaría de nuevo”, advirtió.

Sobre el ministro de Justicia, Sérgio Moro, bajo sospecha de parcialidad en la investigación que llevó a prisión al expresidente Lula da Silva, dijo que "obviamente" quiere que siga. "Si no quisiera combatir la corrupción, no lo habría puesto allí". Al final, se hizo una foto con los periodistas y permitió una pregunta más informal de la corresponsal de Le Monde. "¿Es feliz en el cargo?". Admitió que es una carga difícil, pero aprovechó para colar la versión mística de sí mismo: "Fue Dios quien me puso aquí".

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Sobre la firma

Carla Jiménez
Directora de EL PAÍS en Brasil desde 2018. Trabajó en O Estado de S. Paulo, Agência Estado, revista Época e IstoéDinheiro. Nació en Chile, creció en Brasil. Es formada en Periodismo por la Universidad Cásper Líbero, con especialización en Economía en la Fipe/USP. Forma parte de EL PAÍS desde 2013.

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