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Joaquín Lavin, el rostro renovado de la derecha chilena

Veinte años después de haber rozado la presidencia, el alcalde de la UDI, partido de tradición pinochetista, se transforma otra vez en un fenómeno político

Joaquín Lavín participa de la apertura del ciclo escolar de 2019 en una escuela de Las Condes, en marzo pasado.
Joaquín Lavín participa de la apertura del ciclo escolar de 2019 en una escuela de Las Condes, en marzo pasado.@joaquinlavinlascondes
Rocío Montes

Es Opus Dei de misa diaria, pero instaló figuras de parejas del mismo sexo en semáforos peatonales del municipio que lidera, Las Condes, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia. Es de derecha, pero impulsó un proyecto para instalar viviendas sociales en medio de unas de las zonas caras de su comuna, una rareza en un Chile segregado. Milita en la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido más doctrinario de su sector, pero se reúne con adversarios políticos, como el alcalde comunista Daniel Jadue, para aprender de sus proyectos. Tiene un espacio diario en la radio, participa semanalmente de un programa en la televisión y dedica unas tres horas diarias a Twitter para comunicarse con los vecinos. El alcalde Joaquín Lavín (Santiago, 1953), que rozó La Moneda en 1999 cuando compitió voto a voto la presidencia con el socialista Ricardo Lagos, vuelve a ser un fenómeno en Chile, 20 años después.

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Cuando dos tercios de los chilenos declara no tener identidad política y apenas un 19% se siente identificado con un partido, Lavín se instala por lejos como el político mejor valorado , de acuerdo a la encuesta CEP recientemente difundida.Tiene 56% de imagen positiva y apenas 17% de negativa, de acuerdo al sondeo. En segundo lugar está la expresidenta socialista Michelle Bachelet, pero con bastante distancia: 38 puntos de valoración positiva y 26 de rechazo. Esta medición no es equivalente a la adhesión política, pero el ránking de la CEP ha sido siempre un termómetro eficiente de la escena política chilena.

Con gobiernos de apenas cuatro años sin posibilidad de reelección, en Chile se comienza a hablar de la sucesión desde el segundo año de mandato de los presidentes en ejercicio, como sucede ahora con Piñera, que apenas lleva 15 meses de gestión. Pero aunque el propio Lavín se ha resistido a referirse al asunto – “el futuro dejémoselo al futuro”, dice–  se encuentra en una posición inmejorable con miras a las presidenciales 2021.

“Su domicilio político es el centro moderado, y su militancia en la UDI, un detalle biográfico sin mayor relevancia”, escribió el columnista Daniel Mansuy en el diario El Mercurio, luego de la encuesta. “Las masas sufren una despolitización creciente y, de hecho, miran con desconfianza la actividad pública. Nadie ha entendido eso mejor que el alcalde. Su máxima parece ser la siguiente: mis preocupaciones son idénticas a las preocupaciones de los chilenos, y nadie me moverá de allí”. Mansuy, sin embargo, advirtió que Lavín podría ser víctima de sí mismo, frente a candidatos como José Antonio Kast, de la derecha dura: “Su moderación consiste en una especie de ubicuidad política, que se mueve al vaivén del ruido ambiente. Esto le permite ser popular, pero al mismo tiempo tiene sus costos: por definición, los moderados no definen los ejes del debate”.

Lavín es un viejo conocido de los chilenos. Luego de los presidentes Piñera y Bachelet, es el tercer personaje político con mayor conocimiento en el país, según la encuesta CEP. Ingeniero comercial con máster en Economía en la Universidad de Chicago, casado y con siete hijos, se hizo popular en los años noventa desde la alcaldía de Las Condes, uno de los municipios más acomodados de la capital, donde llevó a cabo iniciativas peculiares, como el bombardeo de nubes para estimular la lluvia y, de esta forma, combatir la contaminación.

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Buen comunicador, en 1999 Lavín compitió por La Moneda con Lagos y, según reconocen hoy en día tantos sus partidarios como sus adversarios, hizo una campaña exitosa que cambió hasta ahora el tablero político nacional. Si Lagos era un político de la vieja guardia –serio, estadista, un intelectual de peso, pero lejano–, Lavín irrumpió como un dirigente cercano que prometía ocuparse de los verdaderos problemas de la gente. Se vistió de aymara en el norte y de pescador en el sur. Usaba a su favor la televisión –en una época sin redes sociales– y se sirvió de una cámara polaroid para sacarse fotos con sus adherentes en campaña, lo que fue un puntazo político.

La sombra de Pinochet

La vocación de la derecha por conquistar las mayorías debutó en la campaña presidencial de Lavín de hace 20 años, en la que, en paralelo, se intentó romper con el pasado pinochetista. Aunque Lavín fue adherente y colaborador del régimen militar, el candidato señaló que Pinochet tenía que hacer un mea culpa, cuando el dictador fue detenido en Londres. La estrategia de distanciamiento provocó tal tensión dentro de su sector político, que el economista tuvo que viajar al Reino Unido para visitar a Pinochet. No era el postulante ideal ni para la derecha tradicional ni el empresariado ni el propio mundo militar –Pinochet ni siquiera le dio la mano en aquel encuentro de la capital británica–, pero fue un fenómeno en las urnas: estuvo muy cerca de Lagos en la primera vuelta, aunque el socialista le ganó en el balotaje.

Lavín sabe de cambios de escenarios porque, aunque se daba por hecho que lograría la presidencia en las elecciones de 2005, ya no representó el cambio. Fue Bachelet, una mujer, la que capitalizó los deseos de transformación de la sociedad chilena, desencantada con la política tradicional. Tampoco lo ayudó su poco exitosa gestión en como alcalde de Santiago. Lavín luego se desempeñó como ministro de Educación y de Desarrollo Social en la primera Administración de Piñera (2010-2014), donde convirtió a esta última cartera en un ministerio estratégico para el Gobierno, por su dedicación a los sectores vulnerables de la sociedad. En 2016 exploró una nueva candidatura para liderar el municipio de Santiago, pero las encuestas no le favorecían y dio un paso al costado, por lo que postuló otra vez a Las Condes y ganó con el 78%.

Un político atípico

En estos más de dos años de gestión, que nuevamente lo han llevado a niveles altos de popularidad, ha sorprendido con medidas como la ordenanza municipal contra el acoso callejero o, recientemente, con la instalación de albegues para personas que viven en la calle, inspirado en el modelo japonés. A través de Twitter, que maneja con destreza, emplaza a las eléctricas cada vez que se corta la luz en barrios de su municipio. Actualmente, junto a otras ocho comunas de diferentes zonas del país, Las Condes lidera una consulta ciudadana online este 30 de junio para limitar la circulación de menores de edad sin compañía de adultos en horario nocturno.

Lavín pareciera estar conectando con las clases medias chilenas que salieron de la pobreza en los 20 años de gobiernos de la Concertación de centroizquierda (1990-2020). En una entrevista al El Mercurio publicada en marzo, daba luces sobre su proyecto político, apuntando a una de las preocupaciones centrales de sus compatriotas: “La centroderecha tiene que incorporar la integración social como un valor central en su programa y en su discurso”, señalaba el alcalde, con especial talento para cazar las tendencias de la política chilena.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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