La expansión israelí en torno a Jerusalén asfixia el futuro de Palestina
Netanyahu redobla la construcción de circunvalaciones y asentamientos para colonos ante la indiferencia de EE UU
Un año después de que el presidente Donald Trump reconociera Jerusalén como capital de Israel, el Gobierno de Benjamín Netanyahu ha redoblado la expansión de los asentamientos y de las carreteras para colonos en torno a la Ciudad Santa. El cerco establecido en la parte oriental de la urbe —bajo ocupación israelí desde 1967— por más de la expansión de 6.000 nuevas viviendas proyectadas y la construcción de vías de circunvalación exclusivas para israelíes (incluso segregadas para los palestinos) amenaza con asfixiar el futuro territorial de un Estado de Palestina.
“Israel intenta unificar todo Jerusalén bajo su control con infraestructuras que conectan los asentamientos y dividen las zonas palestinas”, argumentaba el responsable de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Nabil Sahat durante una reciente gira de la prensa internacional a las obras de la circunvalación de Jerusalén Este. “Están echando a la cuneta a los vecinos, mediante la demolición de casas, mientras sus barrios se convierten en enclaves aislados”, advertía ante un terraplén y una excavadora en pleno distrito de Beit Hanina (norte) el veterano dirigente, que en la actualidad asesora en asuntos internacionales al presidente palestino, Mahmud Abbas.
La OLP considera que la nueva carretera agravará la separación —junto con la barrera de muros y vallas erigida a partir de 2004—, entre los más de 300.000 palestinos de Jerusalén y los 2,5 millones que habitan en Cisjordania. La vía también comprometerá la continuidad entre los distritos orientales y la viabilidad territorial del Estado palestino.
Los residentes en los 14 asentamientos israelíes situados en Jerusalén Este podrán desplazarse con más facilidad hacia sus trabajos y centros de estudio, mayoritariamente situados en la zona occidental de la Línea Verde que dividió la ciudad hasta hace 51 años.
Un tramo de la circunvalación de Jerusalén inaugurado este mismo mes ha sido bautizado ya con el nombre de “carretera del apartheid” por sus detractores entre la izquierda pacifista israelí y por la comunidad jerosolimitana palestina. En lugar de estar separada por una mediana de hormigón, la vía ha sido dividida por una valla de ocho metros de altura.
A un lado circulan los vehículos de los colonos israelíes procedentes de asentamientos situados al norte de Jerusalén y que se dirigen hacia el área central de la urbe. Por las otras calzadas transitan vehículos palestinos en el tortuoso eje que enlaza Ramala, al norte, y Belén, al sur, sin poder acceder a la Ciudad Santa.
“Es un ejemplo de la habilidad para permitir la coexistencia entre israelíes y palestinos, al tiempo que se afrontan los retos de seguridad”, sostuvo el ministro de Seguridad Interior israelí, Gilad Erdan, en la apertura del nuevo vial al público el pasado día 10.
La carretera del 'apartheid'
Esta parte de la circunvalación por el que circulan separados israelíes y palestinos estuvo paralizada durante casi tres lustros ante el rechazo internacional a la expansión de Jerusalén hacia el este, en dirección a Maale Adumin, un asentamiento con cerca de 50.000 habitantes, considerado uno de los mayores de Cisjordania.
La urbanización masiva del llamado polígono E-1 puede representar una partición de hecho en el territorio palestino, cuya futura continuidad territorial quedaría gravemente comprometida. “En ausencia de cualquier tipo de iniciativa diplomática para resolver el conflicto (...) la disminución de la congestión en la circulación se ha convertido en un grotesco símbolo de la política de segregación israelí en Cisjordania”, sostenía en un editorial el diario Haaretz.
Ante la indiferencia de Estados Unidos y la debilidad de las presiones diplomáticas sobre Israel de la Unión Europea y de sus Estados miembros, una telaraña de asentamientos y de redes viarias israelíes se está extendiendo en torno a Jerusalén. Denominado extraoficialmente polígono E-2, por la semejanza de sus repercusiones al situado al este de la Ciudad Santa, un nuevo proyecto urbanizador sobre un terreno de 170 hectáreas que flanquea el sur de Belén fue aprobado por las autoridades israelíes mientras el mundo cristiano celebraba la pasada Navidad.
“Este plan puede dar la puntilla a la solución de los dos Estados al impedir la continuidad territorial por el sur”, explicaba la pasada semana en la aldea cisjoradana de Nahla ante un grupo de periodistas extranjeros Hagit Ofran, de la ONG israelí Paz Ahora. El proyecto para la construcción del asentamiento de la nueva colonia de Givat Eitam bloqueará además la expansión urbana de Belén, rodeada ya por 18 enclaves judíos, en la única dirección en la que hasta ahora no han existido asentamientos ni carreteras de circunvalación israelíes.
A Ibrahim Abayat, de 80 años, la kufiya roja palestina que cubre su cabeza no le sirve para ocultar una mirada empañada mientras muestra la copia de un documento en una finca de Nahla. El certificado atestigua que su familia pagaba impuestos a la Administración otomana, presente hasta hace un siglo en Tierra Santa, sobre terrenos en los que se alzará Givat Eitam.
“Mis antepasados ya estaban aquí”, enfatiza Abayat. De poco le ha servido ante la justicia israelí. En el Estado hebreo aún sigue vigente la legislación que permitía expropiar en favor de Imperio Otomano tierras no cultivadas. Al amparo de las normas de sultanato, Israel declaró en 2004 como “tierras del Estado” 134 hectáreas en torno a un cerro de Nahla Forman parte de la E-2, donde está previsto que construyan 2.500 casas para colonos al sur de Belén.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.