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Gustavo Petro y el ‘efecto Venezuela’ en Colombia

El choque entre el líder opositor colombiano y Diosdado Cabello refleja las repercusiones del chavismo en el exterior

Francesco Manetto
El candidato izquierdista Gustavo Petro durante su discurso tras los resultados electorales el pasado junio.
El candidato izquierdista Gustavo Petro durante su discurso tras los resultados electorales el pasado junio.Leonardo Muñoz (EFE)

La deriva del chavismo y el descontrol de la gestión de Nicolás Maduro tienen un efecto perturbador en la región no solo por el éxodo multitudinario que desborda las fronteras de Venezuela. Los más de dos millones de personas que, según Naciones Unidas, han huido en busca de oportunidades son, sin duda, la cara más visible de esa crisis, pero las repercusiones van más allá y se insertan en la batalla política de varios países en las dos orillas del Atlántico. El clima que se generó alrededor de la contienda entre Jair Bolsonaro y Fernando Haddad en Brasil quizá sea el último ejemplo. La victoria del primero, candidato ultraderechista, provocó ciertas dosis de alegría en algunos sectores de la opinión pública latinoamericana por el mero hecho de situarse ideológicamente en las antípodas de Maduro, cuando las diferencias entre el aspirante del PT y el sucesor de Hugo Chávez eran más que notables.

El régimen chavista ha alentado una polarización insoportable en Venezuela y ha ofuscado el horizonte en el exterior, restando serenidad al debate. En Colombia, que comparte más de 2.200 kilómetros de frontera con Venezuela y es el país que más ha sufrido las consecuencias de la emergencia migratoria, ese fantasma determinó en buena medida la conversación pública antes de las últimas elecciones presidenciales, celebradas en junio. A eso se añadieron algunas circunstancias objetivas. El principal rival del presidente, Iván Duque, fue el senador Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, exguerrillero del M-19, con un proyecto nítidamente de izquierdas y, en el pasado, cercano a Chávez. A pesar de ello, ya durante la campaña se distanció públicamente del actual Gobierno venezolano calificándolo, sin matices, de "dictadura insostenible".

Esos pronunciamientos tal vez eran el resorte de una estrategia electoral, de un cálculo, en cualquier caso fueron mucho más contundentes de los que, por ejemplo, suele improvisar tímidamente una parte de la izquierda europea. Y provocaron malestar en la cúpula del régimen. Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), estalló en su último programa de televisión y le lanzó una grave acusación: "Para acá vino una vez ese señor a pedir apoyo para su campaña, para acá, para Venezuela, y ahora los chavistas le hieden".

Petro le contestó este jueves a través de Twitter. "La última vez que hablé con Chávez fue en el año 2006 para salvar de una guerra a Colombia y Venezuela y luego fui a su funeral", escribió. "No me interesa el apoyo de Maduro porque no hay revolución en una rosca que se perpetúa solo para captar rentas petroleras. Eso no es una revolución", enfatizó. Esa revolución, bautizada como bolivariana, ha forzado en los últimos dos años una diáspora sin precedentes, sobre todo de clases populares que a menudo cruzan a pie la frontera y caminan cientos de kilómetros en busca de una nueva vida.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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