La historia del ‘Khashoggi’ marroquí, enfrentado a su rey
El socialista Ben Barka, principal opositor de Hassan II, fue secuestrado, torturado y asesinado en París por agentes de la máxima confianza del monarca
En Rabat hay una avenida que se llama Mehdi Ben Barka, una calle conocida en la ciudad por todo el mundo, con su gimnasio a la última, los supermercados más modernos y sus restaurantes visitados por diplomáticos de las embajadas vecinas. Es como si el Estado marroquí hubiera querido resarcir una inmensa herida que sigue abierta. El crimen se gestó en París un 29 de octubre de 1965, en pleno día, a las 12:15, frente a la taberna Lipp, en el número 151 de la avenida Saint-Germain. Ben Barka era consciente de que los servicios secretos de Hassan II andaban tras sus pasos, nunca se le habría ocurrido entrar en el consulado de Marruecos en París, como hizo el periodista saudí Jamal Khashoggi en Estambul. Entre otras cosas, porque la justicia marroquí lo había condenado a muerte por rebeldía.
Sin embargo, Ben Barka acudió a una cita frente a la taberna Lipp con el cineasta Georges Franju, que en teoría planeaba rodar una película sobre la descolonización que se titularía Basta! En realidad, todo formaba parte de una trampa tendida por los servicios secretos marroquíes.
Ben Barka había nacido en 1920 en la medina de Rabat. De pequeño, acompañaba a su hermano mayor a la escuela y se quedaba en la puerta esperándole. Como en tantas familias pobres, solo el mayor tenía derecho a ir al colegio. Un día el profesor lo invitó a entrar y se percató de que el niño era brillante. Tan brillante que terminaría convirtiéndose en uno de los mejores matemáticos del país y preceptor del príncipe de su país, futuro Hassan II. También sería uno de los principales fundadores de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), el principal partido de izquierda en Marruecos. Fue aliado del futuro rey mientras ambos aspiraban a la independencia del país. Pero tras la llegada al trono Hassan II, en 1961, Ben Barka se convirtió en su principal opositor.
Ben Barka era un referente para buena parte de la izquierda en el Tercer Mundo. En 1965 preparaba junto a Fidel Castro y el Che Guevara la Iª Conferencia Tricontinental que se celebraría finalmente en La Habana al año siguiente. Era consciente de que tenía enemigos muy poderosos, pero no vio venir la trampa que la larga mano de los servicios secretos marroquíes llevaba meses gestando. En aquella mañana, hace justo ahora 53 años, dos individuos que se identificaron como agentes franceses, lo detuvieron frente a la taberna. Se sabe que fue trasladado a un chalé de París y que fue torturado hasta la muerte. Pero su cadáver nunca apareció. Se celebraron varios juicios en París, se escribieron miles de artículos, varios libros, se rodaron películas. Tras años de investigación quedó claro que el secuestro fue organizado y gestado por el general Mohamed Ufkir, que no era solo el ministro del Interior de Hassan II, sino también director del servicio secreto, mano derecha indiscutida del rey. A Ufkir le acompañaba su adjunto, el comandante Ahmed Dlimi.
En un hecho sin precedente en el Derecho Internacional, la justicia francesa condenó a cadena perpetua a un ministro extranjero en ejercicio, el general Ufkir. Pero Hassan II se negó a entregarlo. Y eso llevó al congelamiento de las relaciones diplomáticas durante dos años entre la Francia del general De Gaulle y Marruecos.
Años después, Ufkir terminaría participando en el golpe de 1972 contra Hassan II y fue detenido y acribillado. Una de las versiones dice que lo mataron, otras que se suicidó. La versión que ha quedado instaurada en parte de la sociedad marroquí es que “se suicidó de un tiro en la espalda”, tiro que le habría propinado el propio Hassan. Pero volvamos al Khashoggi marroquí. ¿Cuál fue la implicación de Hassan II? ¿Ordenó el asesinato o fue solo un accidente? ¿Cuál fue el papel de la dirección de los servicios secretos franceses? ¿Hubo negligencia o complicidad manifiesta?
En cualquier caso, la reacción de la comunidad internacional fue muy complaciente con Hassan II. Eric Goldstein, director de Human Rights Watch en Oriente Medio y el norte de África, escribió este 19 de octubre un artículo en The Washington Post, el periódico donde escribía Khashoggi, titulado: “Un asesinato similar sostuvo hace cincuenta años un régimen brutal”. Goldstein recuerda que esos dos años de distanciamiento entre Francia y Marruecos fueron aprovechados por otros países occidentales para iniciar relaciones estratégicas con Rabat. En cuanto el presidente George Pompidou, llegó al poder en 1969, reanudó las relaciones con Rabat.
Goldstein señala que Occidente debería extraer ciertas enseñanzas del caso Ben Barka en relación con Arabia Saudí: “El fracaso [de las potencias occidentales] en exigir [a Hassan II] responsabilidad por un crimen cometido en suelo francés pudo haber envalentonado al rey. Durante el siguiente cuarto de siglo (…) sus agencias de seguridad hicieron desaparecer a los opositores por cientos, o los encarceló tras torturarlos de forma sistemática, a veces en prisiones secretas”.
Este 29 de octubre, los descendientes de Ben Barka y algunos de sus fieles volverán a reunirse en la avenida Saint-Germain, de París, para reclamar la apertura de los expedientes que aún el Estado francés se niega a revelar. Los intereses de Estado, de Francia y Marruecos, han aplastado durante 53 años el deseo de los familiares de Ben Barka por conocer la verdad.
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