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Columna
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El triste silencio de los 50 millones de jóvenes brasileños

Brasil atraviesa una crisis que amenaza su democracia y esa sangre joven parece adormecida

Juan Arias
Seguidores del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil.
Seguidores del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil.EFE

En Brasil hay unos 50 millones de jóvenes, su silencio es triste y asusta. El país está atravesando una grave crisis que amenaza sus principios democráticos y las libertades conquistadas con duros sacrificios, y esa sangre joven parece adormecida. Aúllan las sirenas de las alarmas del odio y en la calle enmudecen las voces de los jóvenes que querrían un Brasil que escuche su voz, con mayor espacio para sus sueños, que son siempre de libertad y de felicidad.

La paradoja es, que según un estudio de la Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ) adscrita a la Presidencia de la República, 9 de cada 10 jóvenes brasileños “se creen con capacidad para cambiar el mundo”. Y querrían hacerlo. Saben, sin embargo, que no lo conseguirán solos sino de la mano de quienes ponen su fe en ellos, sin voluntad de manipularlos ni intoxicarlos, dejándoles que expresen lo mejor de sí mismos.

Quizás los jóvenes se callan porque saben que los mayores, quienes deberían aprovechar su capacidad de querer mejorar el mundo, han perdido la fe en ellos. Cuando se les cree, esos jóvenes se entregan y responden con el entusiasmo de los aún no contaminados por el veneno del pesimismo.

Se ha podido ver, por ejemplo, días atrás en Sicilia, que miles de jóvenes, creyentes y agnósticos, se entusiasmaron con un discurso del papa Francisco, quien a sus 80 años ha sabido tocar las mejores fibras de esa muchedumbre a quienes les pertenece el futuro. “No miréis a la vida desde la ventana. No os coloquéis a la cola de la Historia. Sed protagonistas”, les dijo electrizándoles.

El Pontífice les alertó a no quedarse parados ni mudos, a “ensuciarse las manos” ya que, citando a Pirandello, les recordó que “la vida no se explica, se vive”. Y es precisamente en tiempos de crisis, les recordó Francisco, cuando los jóvenes “no deben resignarse y deben ponerse en camino”.

¿Por qué no se ven en Brasil líderes capaces de decir a esos millones de jóvenes, con autoridad y credibilidad, que dejen de mirar a la vida desde la ventana? Que salgan a la calle para ofrecer lo que ellos aún no han perdido, como su fe en el futuro, su convicción de que son capaces de cambiar el mundo, si les dejan, si les abren espacio, si les escuchan, si les respetan, si se les ama.

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Leo que muchos de esos jóvenes brasileños se preparan para votar el mes próximo en las elecciones presidenciales a candidatos que colocan su fe en la violencia de las armas, que quieren amordazar los derechos y las libertades que los jóvenes cultivan más que los mayores porque hacen parte de su esencia. Los jóvenes deberían, si embargo, abominar las cadenas con las que pretenden maniatar la intolerancia de las ideologías.

Según el informe de SNJ, lo más valorado por los jóvenes brasileños, después del estudio, es la “libertad de expresión”, la posibilidad de poder manifestar lo que sienten y aman, así como lo que condenan y desprecian. Si atemoriza saber que hay jóvenes dispuestos a votar en candidatos alérgicos a los valores que ellos más aman, también asusta que no haya líderes capaces de entusiasmar a esos millones de jóvenes y que reconozca su derecho, como lo ha hecho el papa Francisco, de “ensuciarse las manos”, de perder el miedo a equivocarse, con tal de ser fieles a lo que creen y aman.

 A Brasil, en este momento crítico para su democracia y su futuro, no le faltan jóvenes con ganas de abrir nuevos espacios de libertad, de sembrar los caminos del país de diálogo más que de cadáveres de desilusión y de miedos. Lo que falta son líderes que no los condenen a ser arrinconados. Falta quienes hagan profesión de fe en lo que el corazón de todo joven ama antes de ser envenenado por el cansancio de los que han perdido la fe en ellos mismos.

Esos líderes que prefieren a los jóvenes “mirando a la vida desde la ventana”, creen solo en la caricatura del miedo con la que se han disfrazado. Ojalá los jóvenes, sobre todo los que por primera vez irán a ejercer su derecho democrático en las urnas, sepan distinguir el trigo de la cizaña. Sepan desenmascarar a esos falsos profetas de la violencia y del pesimismo, que son más tropiezo que impulso en sus vidas aún por escribir.

A esos jóvenes que son mayoría entre los lectores de este diario y que muchos leen español, estos versos del gran poeta uruguayo, Mario Benedetti que revela sus angustias y sus anhelos:

 No te rindas, por favor, no cedas.

Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se acalle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tu seno...

Abrir las puertas, quitar los cerrojos, bajar el puente y cruzar el foso, abandonar las murallas que te protegieron, volver a la vida y aceptar el reto.

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