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Los ‘ninis‘ forzosos de la crisis en Grecia

Un programa europeo proporciona a los jóvenes griegos su primera experiencia en el mercado laboral mediante formación y prácticas en empresas del sector privado

Vídeo: Carlos Martínez
María Antonia Sánchez-Vallejo

La etiqueta nini, ese término de nuevo cuño que describe con cierto menosprecio a los jóvenes que ni estudian ni trabajan, pierde su carga peyorativa cuando se emplea para definir a los griegos de entre 15 y 24 años cuyo acceso al mercado de trabajo ha demorado hasta el infinito la peor crisis en la historia de la eurozona. Pese a las incipientes señales de recuperación económica, Grecia sigue ostentando el peor récord de desempleo juvenil de la Unión Europea, una tasa que rozó el 60% en los peores años de la crisis (2013-2014) y que hoy se sitúa en torno al 44%. La de los ninis griegos es una generación en tierra de nadie: tan lejos de las aulas como del mercado laboral, o en el mejor de los casos, con infraempleos sin relación con los estudios cursados. Nada que no pueda decirse de los jóvenes españoles, segundos en el ránking de desempleo juvenil de la UE (39%). En 2016, según datos de la OCDE, el 26,9% de los jóvenes griegos entre 15 y 29 años eran ninis (en España, el 22,7%).

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Aunque se trata de “un colectivo al que resulta muy difícil rastrear con fines estadísticos”, explica Panayota Stamatiu, de la dirección de Integración Laboral del Ministerio de Trabajo, gracias entre otras cosas a programas europeos como la Iniciativa de Empleo Juvenil (YEI, en sus siglas inglesas) “el número de ninis griegos se ha visto reducido en un 27%”. “En 2013 había en Grecia 230.000 ninis. En 2017 eran 158.000”, explica Stamatiu; “el 60,2% de los apuntados en el programa recibieron una oferta de formación o trabajo, y el 53,9% de los que lo terminaron hallaron empleo”.

El YEI, una herramienta lanzada en 2013 para combatir el paro juvenil en la UE y gestionada conjuntamente con cada Estado miembro —que aporta la mayor parte de los fondos—, va ya por su segunda fase en países como Grecia, donde la tasa supera el 25%, y con un rango de edad ampliado hasta los 29 años. “La contribución europea supone menos de un tercio del presupuesto que el Gobierno griego destina a combatir en conjunto el paro juvenil”, subraya Jarilaos Floros, director general de Gestión de Fondos Comunitarios del Ministerio de Trabajo. El programa genérico Desarrollo de recursos humanos y formación continua del Fondo Social Europeo, en el que se engloba el YEI, tiene un presupuesto de 3.135 millones para el periodo comprendido entre 2014 y 2020.

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“La Iniciativa de Empleo Juvenil, mediante programas de capacitación y formación combinados con prácticas remuneradas en empresas del sector privado, pretende específicamente dotar a los jóvenes de su primera experiencia en el mercado laboral. Porque el paro juvenil en Grecia no es sólo una consecuencia de la crisis, ya era una característica del mercado de trabajo anteriormente”, explica Yorgos Ioanidis, responsable de la secretaría de Gestión de Programas del Fondo Social Europeo del Ministerio de Economía heleno.

Especialmente exitosa ha sido su implementación en el sector turístico: 16.000 jóvenes han encontrado trabajo, en un programa cogestionado con la Federación Griega de Turismo. “La gran mayoría sigue trabajando en el sector tras esa primera experiencia”, subrayan desde la Federación. Esa es otra característica del programa, la implicación de numerosos agentes sociales, como cámaras profesionales y sindicatos.

Elleni Kallidi, de 24 años y vecina de Níkea, en el cinturón del Pireo —una zona especialmente castigada por la crisis—, se apuntó al programa tras terminar el año pasado sus estudios de Tecnología de los Alimentos. “Hoy hago prácticas en una farmacia. Cuando terminé mis estudios empecé a buscar trabajo enviando mi CV a muchas webs de empleo. Un día me llamaron de una para hablarme del programa YEI, así que rellené los papeles y a los pocos días me convocaron de una academia para empezar la parte teórica: cursos de venta, márketing, servicio al cliente e incluso lenguaje corporal”. “A continuación —prosigue Kallidi— tuvimos entrevistas de trabajo, algunas proporcionadas por la propia academia. Así empezaba la segunda parte, seguida de otra teórica (presentaciones, informática) y de nuevo prácticas durante cinco semanas. Lo más destacable del programa, además de los nuevos conocimientos que he adquirido, es que, cuando termine, podré incorporar estas prácticas a mi CV como experiencia laboral. Es realmente útil.

Los beneficiarios del YEI presentan un perfil académico muy variado. Los hay licenciados, como Selvia Karabrahimi, también del cinturón del Pireo y que ha cursado Periodismo, o con estudios secundarios, como Dímitra Xatzoglou, que hizo Comercio. La primera es aprendiz en una tienda de ropa, mientras que la segunda sigue un seminario sobre Márketing y Ventas, a la par que hace prácticas en una librería.

Fuga de cerebros

La imagen del nini desentendido del mundo que algunos propagan no tiene mucha relación con el contexto griego, marcado además por una sangrienta fuga de cerebros: unos 250.000 jóvenes cualificados han emigrado por la crisis en menos de una década. En ello hace hincapié Dimitris Papadimoulis, de Syriza, vicepresidente del Parlamento Europeo, institución que ha financiado este viaje: “El paro juvenil sólo puede combatirse con crecimiento, por eso debemos invertir en Investigación y Desarrollo sobre todo cuando concluya el rescate [en agosto]. Tenemos que convertir el brain drain [fuga de cerebros] en brain game [juego de cerebros], y terminar también con los empleos basura, eso que se llama el precariado: jóvenes muy bien formados que se ven obligados a trabajar de camareros o en hoteles. La clave para eso es acelerar las inversiones y el desarrollo. Afortunadamente, tras los primeros datos positivos registrados en 2017, la economía respira y la Comisión Europea prevé un crecimiento del 2,5% para los próximos años. Estamos en la buena senda”.

Cristina Lekka, de 19 años y estudiante de Sociología en la Universidad Panteion de Atenas, ya ha visto de cerca ese precariado. Ha trabajado de camarera varias veces, y teme que ese, o parecido, sea el porvenir que le espera al licenciarse. “Sé que aquí las cosas están muy difíciles y no querría irme fuera del país, pero los empleos disponibles son jornadas de más de 12 horas en la barra de un bar por 30 euros al día. Aspiro a especializarme en Criminología y encontrar trabajo en mi campo, pero francamente no sé si podré”.

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