El verdadero poder de la Asociación Nacional del Rifle
Ni son solo un lobby ni se preocupan solo de las armas. La influencia de la NRA va más allá de la chequera, para muchos conservadores son los guardianes de las esencias americanas.
Un oso polar gigantesco y disecado, con los brazos levantados en actitud amenazante, es lo primero que uno se encuentra al entrar en la sede de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés) en Fairfax (Virginia). En 1965, el publicista Robert E. Peterson lo mató con cinco tiros de su revólver, un Smith&Wesson modelo 29 para cartuchos .44 Magnum, y se convirtió en la primera persona del mundo en abatir a un animal así con un arma moderna. Tanto el oso como esta pistola de Harry El Sucio forman parte de la ingente colección del museo que hay en el edificio, donde se puede ver desde un fusil llegado en el Mayflower hasta los clásicos del western.
Todo lo relacionado con las armas se venera allí como trozo de la historia y la cultura americana, su ser o no ser. Si hay un muro de resistencia ante nuevas regulaciones, un catalizador del apoyo social, ese es la NRA, uno de los lobbies más poderosos de América. Tiene cinco millones de miembros y nació como una organización lúdica y de apoyo a las armas en 1871, pero es conocida en el mundo por su actividad como grupo de presión, muy posterior y tremendamente exitosa.
Para influir en Washington hace falta mucho dinero. La NRA gastó 30 millones de dólares (24 millones de euros) en impulsar la candidatura de Donald Trump a la Casa Blanca, tanto con anuncios de apoyo al republicano como de publicidad negativa contra su rival, según el Center for Responsive Politics. Pero para el trabajo lobístico puro, el de presionar a legisladores, en 2016 no desembolsó más de cuatro millones de dólares, lo que no la coloca ni entre los 20 grupos de presión más relevantes. La Cámara de Comercio invirtió 103 millones en el mismo año. Y Amazon, por ejemplo, empleó 11,3 millones.
El verdadero poder de la NRA no tiene tanto que ver con el dinero que gasta como lobby como con su ascendente en la parte conservadora de la sociedad. Entre los republicanos, se decantan por los más proarmas y señalan al que ven ambiguo. Entre los legisladores más beneficiados por donaciones y otros gastos se encuentran los senadores John McCain (más de siete millones en su carrera) y Marco Rubio (tres millones). “En EE UU hay mucha gente que decide su voto sobre la base del derecho a tener armas y la NRA tiene una enorme capacidad de influir en ese voto. Su principal fuente de poder viene de ahí y excede en mucho el dinero que tiene”, explica Adam Wrinkler, profesor de Derecho de la Universidad de California, especializado en la regulación de armas.
Ni son solo un lobby ni se preocupan solo de los rifles. La NRA se considera guardián de las libertades constitucionales, de la excepcionalidad americana y, de un modo similar al Tea Party, conectan con ese americano más libertario. “Sus últimos anuncios tratan, en realidad, de una guerra cultural mucho más amplia contra la izquierda”, añade Wrinkler. Uno del pasado abril, muy polémico, ni siquiera se molestaba en mencionar las armas. En el vídeo, que recogía la fachada de The New York Times, el letrero de Hollywood y las protestas anti-Trump tras su victoria electoral, la portavoz Dana Loesch clamaba contra los que usan los medios para “asesinar la verdad”.
Acababa de llegar a la Casa Blanca uno de los presidentes más propicios posibles para la NRA, pero la asociación necesita mantener la tensión entre sus fieles. “Los derechos de las armas siempre están en peligro, aunque haya un presidente proarmas o una mayoría republicana en el Congreso, siempre hay mucha gente presionando para más regulaciones”, destacan fuentes de la NRA.
La organización también rechaza el partidismo, asegura que su objetivo es presenvar la segunda inmienda. "Es el Partido Demócrata el que ha politizado el asunto del derecho a las armas, en los últimos 20 años se han vuelto muy antiarmas".