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Italia reclama eurobonos y un seguro de desempleo europeo la víspera de la cumbre del euro

El envite italiano aborda agendas en las que no hay ningún tipo de consenso en Europa

Claudi Pérez
El presidente francés, Emmanuel Macron (d), y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni (c),en una cumbre este miércoles en Francia.
El presidente francés, Emmanuel Macron (d), y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni (c),en una cumbre este miércoles en Francia.Christophe Petit Tesson (EFE)

Italia está muy cerca de una convocatoria de elecciones que se adivina incierta. Su renta per cápita no crece desde hace 15 años. Y es la víctima propiciatoria de la próxima crisis: acumula una deuda pública estratosférica (de casi el 130% del PIB) y a la vez unos créditos morosos superiores al 15% en manos de sus bancos. Y, aún así, Roma levanta la voz: la cumbre del euro del próximo viernes se saldará sin apenas resultados, más allá de la enésima agenda con las reformas que necesita la eurozona, pero el Gobierno italiano presentó ayer propuestas muy ambiciosas.

La Comisión Europea de Jean-Claude Juncker y la Francia de Emmanuel Macron han hecho propuestas, pero la ausencia de un Gobierno en Alemania hace muy difícil que la reunión de líderes se salde con resultados. España se conforma con que haya un debate en el que quede clara la hoja de ruta de la reforma de la Unión Económica y Monetaria. Italia fue ayer mucho más lejos: remitió un documento de 13 páginas en el que reclama un presupuesto de la eurozona en forma de un seguro de desempleo común. Y dejó claro que la arquitectura del euro no puede estar completa sin “un activo seguro común”: sin los eurobonos que la canciller Angela Merkel no quiere ver ni en pintura.

El envite italiano aborda agendas en las que no hay ningún tipo de consenso en Europa. Alemania, Finlandia, Austria y Holanda –los países acreedores, los contribuyentes netos-- se oponen con fiereza a cualquier tipo de medida que suponga rascarse más el bolsillo. Merkel es consciente de que tiene un compromiso con Macron para avanzar, pero Berlín se escuda en que no puede dar un solo paso adelante mientras no haya Gobierno. Para Alemania, nunca es el momento de apuntalar la eurozona. Italia adopta la aproximación contraria: la tercera economía del euro pretende darle un buen meneo a la arquitectura económica del euro.

Bruselas ha presentado una propuesta para convertir el mecanismo de rescate europeo (Mede) en un Fondo Monetario Europeo que además sirva como cortafuegos para poder cerrar bancos. Roma va más allá: cree que el nuevo FME debería ser también el cortafuegos que permita la creación de un seguro de garantía de depósitos común, un mecanismo al que se opone Berlín porque cree que le tocará pagar por los agujeros en los bancos de la periferia. “Se ha hecho mucho para reducir los riesgos del sector bancario, y las medidas para compartir riesgos deben ir en paralelo”, afirma el documento. La posición italiana es una enmienda a la totalidad de las propuestas alemanas: Berlín ha reclamado un mecanismo de reestructuración de la deuda soberana, y quiere limitar la deuda pública en manos de los bancos. Roma dice que esas medidas son “procíclicas” y que si se aprueban “harán más frágil la Unión Económica y Monetaria”. Otros países como España piensan lo mismo, pero no lo han dicho con tanta claridad ni negro sobre blanco.

Pero lo más jugoso es el presupuesto del euro, que en las propuestas de la Comisión ha quedado muy diluido, sin apenas dinero fresco por el nein habitual de Berlín. Roma afirma que el euro “necesita una función de estabilización que suavice las fluctuaciones del ciclo económico”, según el texto, al que ha tenido acceso EL PAÍS. Lo mismo piensan el FMI, la OCDE, el G-20 y muchos países europeos, que sin embargo no han sido capaces de levantar la voz en ese debate para no soliviantar a Alemania. “La eurozona está incompleta”, juzga el Gobierno transalpino. Ante una recesión en un solo país, hay mecanismo de ajuste internos (los estabilizadores automáticos, como el seguro de desempleo de cada socio), pero las reglas fiscales y el propio diseño del euro impiden los ajustes vía tipo de cambio o las políticas de apoyo a la demanda. El resultado es una política económica “procíclica, con sesgos deflacionistas, que ha destruido al convergencia en la zona euro”, según el diagnóstico italiano.

Para luchar contra esa deriva, el Ejecutivo que lidera Paolo Gentiloni reclama “un seguro de desempleo común”, que se active automáticamente cuando suba el paro y complemente los seguros de desempleo nacionales. Italia cree que bastaría con préstamos sin intereses a cambio de reformas, y que podría usarse también para mantener la inversión pública en tiempos de crisis. Y apuesta por “un activo seguro común”, los eurobonos que son anatema en Alemania, “para elevar la integración financiera”.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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