Vamos a necesitar un cubo más grande
¿Qué va a ser de nosotros sin agua? Esta generación imperfecta deberá hacer frente a los desafíos de un futuro que ha llegado antes de tiempo
Cuando abrimos el grifo en São Paulo y no sale nada, y sabemos que pronto llegará el día que no habrá nada al día siguiente y al otro y al otro y así durante un tiempo que nadie sabe cuánto será, y quien dice saberlo miente, descubrimos que nos han quitado mucho más que el agua. Esta es la parte aterradora. Y es aterradora más allá de las “vidas secas”. El terror es menos por lo que ahora falta y más por lo que nunca hubo. El terror se produce por la pérdida de la fantasía de que todo estaba bajo control. Y, de repente, aquellos que repetían que estábamos bien, muy bien, nos muestran que, en realidad, estamos todos bien perdidos. El estado de torpor de los habitantes de São Paulo ha sido taladrado por la realidad; se ha abierto una grieta que tal vez sea imposible cerrar. En el fondo de este agujero no hay vacío, sino un espejo. Es en este punto donde existe algo fascinante: cuando el habitante de São Paulo se vuelve todos nosotros, encarna al humano de esta época, una catástrofe delante de la catástrofe. Nosotros, el futuro que llegó primero.
¿Qué será de nosotros en este mundo en el que el clima está alterado, en este planeta ahora más hostil por nuestra acción? ¿Qué filosofía produciremos? ¿Y qué significados crearemos?
São Paulo sin agua es una imagen fuerte: la ciudad extendida en la que más de 20 millones viven a la orilla de un río que matamos. La ciudad que se convirtió en un invernadero, abarrotada de coches que se mueven más y más lentamente, quemando combustibles fósiles y lanzando gases a la atmósfera. La ciudad que deforestó el entorno de los manantiales y se quedó desprotegida. La ciudad en la que, cuando cae la lluvia, parece que se evaporara antes de tocar el suelo convertido en hormigón, y en las tempestades se inunda y se destruye porque el cemento no puede absorber el agua. Las chimeneas de la fábricas del siglo XX del São Paulo “que amanece trabajando”, los tubos de escape de los coches de cada día son falos decaídos. Las ilusiones de poder y de superación, el sin límite de la modernidad, se convierten en polvo en la ciudad inmensa, transformando a São Paulo en un monumento que no soñó ser. Y a nosotros en personajes trágicos.
El día en el que las autoridades se desmoronaron
El momento en el que la maquinaria del mundo se abrió para la mayoría fue a finales de este enero, al anunciarse que podría haber un turno 5x2: cinco días sin agua, dos con agua. La clase media corrió a comprar cajas de botellas de agua extra y garrafas; hubo quien almacenó centenares de litros; los cubos se convirtieron en objetos de deseo. Recordaba a “Tiburón”, la película de Steven Spielberg, que tal vez haya inaugurado el concepto de blockbuster, en la escena en la que el monstruo emerge con una boca capaz de limpiarse los dientes con el barco que pretendía cazarlo, y el sheriff de la ciudad dice, en frase que se ha convertido en antológica para los amantes del cine: “Vamos a necesitar un barco más grande”. Parece que por aquí vamos a necesitar un cubo más grande.
Nuestro momento presente es tremendo. Necesitaríamos tener en el poder a un estadista. A una persona capaz de situar el interés público por encima de sus ambiciones electorales; alguien que comprendiera la magnitud de lo que está en juego; un político con una visión del siglo XXI. Nuestro desamparo es mayor porque no tenemos esa figura ni en el gobierno de São Paulo ni en el gobierno del país. Tenemos al frente del Estado de São Paulo a un tipo con mentalidad de concejal de ciudad pequeña. Y no tengo nada en contra de los concejales de ciudades pequeñas, que los hay buenos, solo que, para un gobernador, la responsabilidad es más amplia y la política debe ser ejercida a otro nivel. Y en Planalto, la sede del gobierno federal, tenemos a una presidenta que se nos vendió como “gerente”, que no es exactamente lo que se espera de alguien que lidera un país, pero, como todo puede ser susceptible de empeorar, demostró ser una mala gerente ya desde su primer mandato.
El futuro ha llegado antes de tiempo y justo en el momento en el que las instituciones políticas y los grandes partidos están desacreditados
El futuro ha llegado antes de tiempo. Justo en el momento en el que las instituciones políticas y los grandes partidos están desacreditados; en el que se puede mentir para ganar unas elecciones y decir lo contrario en seguida. Así ha sido como la población ha descubierto que las autoridades no solo falsearon la realidad sino que no saben qué hacer ahora, cuando el desastre se nos ha venido encima. Las autoridades se desautorizaron a sí mismas en un fenómeno político tan grave como complejo. Y la población se encontró sola y con el monstruo en la sala.
La realidad da miedo, pero también resulta muy interesante. Ninguno de los gobernantes que han permitido que la situación haya llegado a este punto –sin olvidar que Río de Janeiro, Minas Gerais y Espírito Santo van por el mismo camino– están en el poder por un proceso autoritario. No, están ahí porque les ha votado la mayoría de los que hoy se sienten desamparados. En el caso de São Paulo, el PSDB, (Partido Socialdemócrata Brasileño), va para 24 años en el gobierno. Hay toda una generación de paulistas que nació, pasó la infancia, la adolescencia y se hizo adulta bajo el liderazgo de las mismas siglas sin alternancia alguna en el poder. Dilma Rousseff está en su segundo mandato y el PT (Partido de los Trabajadores) va para 16 años en Planalto. Geraldo Alckmin fue elegido en primera vuelta cuando la “crisis del agua” ya era evidente, aunque el gobernador había negado la gravedad de la realidad durante toda la campaña. Fue elegido en primera vuelta en parte porque ofrecía a los electores la oportunidad de seguir fingiendo que estaba “todo controlado”. Y de este modo, nadie necesitó moverse, cambiar viejos hábitos perniciosos, ni asumir la responsabilidad de economizar agua.
Ante la negación de las autoridades, ciudadanos exigen decisiones reales en un mundo real, antes de que solo quede el éxodo
Como dice en Twitter André Vallias, poeta y diseñador gráfico, refiriéndose a la situación del agua y de la energía: “Brasil no es el País del Futuro, sino de la Fatalidad: detrás de esa palabra, nuestras autoridades se esconden para huir de la responsabilidad”. Y eso vale también para los alcaldes, en especial para Fernando Haddad (PT), en São Paulo, y los de las ciudades del Gran São Paulo, que parecen haberse despertado ayer, y también para los parlamentarios de este Congreso, que inician un nuevo mandato atrapados en el viejo lodo viciado, consiguiendo que la mayoría ni siquiera espere nada de ellos, a no ser más de lo peor. Pero si la responsabilidad de las autoridades electas es mucho mayor y deben responder tanto por lo que no hicieron ni dijeron como por lo que sí dijeron e hicieron, ningún ciudadano es inocente, aunque algunos puedan ser menos culpables que otros.
La hora de inspirarse en los jóvenes y hacerse mayores
Ahora que las figuras paternas y maternas se desmoronan –y tenemos certeza de eso cuando, ante la catástrofe actual, mandan rezar a un Padre más grande o invocan a San Pedro– sería una buen momento para hacerse mayores y recuperar la amplitud de la política, como nos recordaron los manifestantes de 2013 y continúa recordándonos el Movimiento Pase Libre (Movimento Passe Livre) en 2015 con las protestas por la tarifa cero. Necesitamos estar eternamente agradecidos a estos jóvenes tan jóvenes, porque han sido ellos los auténticos adultos, en el sentido de haber señalado que el rey está desnudo (y perdido) y que somos nosotros los que tenemos que asumir la responsabilidad de pensar la ciudad. Cada vez que se concentran en las calles contra el aumento de la tarifa del transporte público, lo que hacen es una denuncia profunda del modelo desastroso de ocupación urbana y de la opción criminal en favor del transporte privado e individual. Nos recuerdan que, sin la libertad de ir y venir, no somos más que cosas. Son ellos los que se mueven frente a la parálisis alienada de los más viejos (y la experiencia de moverse literalmente en las manifestaciones, por las calles de una ciudad que no se mueve, tiene una enorme fuerza simbólica).
En la catástrofe del agua que se anuncia existen ya focos consolidados de ciudadanía, otros están surgiendo ahora, que agrupan a ciudadanos que han asumido la responsabilidad de participar de las decisiones y de presionar a las autoridades. Mientras el gobernador de São Paulo dice que no sabe aún si será necesario hacer turnos de agua, hay ciudadanos empiezan a reclamar que sí; que es preciso que haya turnos ahora, en este momento, porque no es posible volver atrás en el tiempo y comenzar a hacerlo meses y hasta años antes, lo que habría hecho la situación de hoy menos desesperada. Gente que percibió que deberíamos haber comprendido, desde siempre, que no es posible consumir agua de este modo descuidado, como si los recursos fuesen infinitos, y que jamás deberíamos habernos acostumbrado a abusos tales como utilizar el agua potable para descargar la cisterna del baño o dejar escapar el agua sin crear sistemas de reutilización. Ciudadanos que saben que es necesario cambiar, no por la emergencia, sino para siempre. Mientras el gobernador, una vez más, prioriza sus ambiciones electorales y aún está “estudiando” si habrá un plan de contingencia, hay ciudadanos que han decidido hacer frente a la realidad y presionar a las autoridades a tomar decisiones reales en un mundo real, antes de que solo quede el éxodo.
Pánico es lo opuesto al letargo institucionalizado
Este es uno de los pocos efectos positivos de la catástrofe que se anuncia. Apunta que aún tenemos esperanza si cada uno asume su responsabilidad, incluyendo la de presionar a los poderes públicos para que asuman la suya propia. Pertenece a ese grupo de reacción Alianza por el agua que reúne a varias organizaciones que superan sus diferencias en nombre de la emergencia común. También colectivos de periodismo independiente, entre ellos “Mídia Ninja” y “A Ponte”, que se han unido para documentar el colapso del agua creando Cuenta del Agua en Internet. Ante la poca fiabilidad de la información oficial y la certeza de que fue engañada durante demasiado tiempo, la gente se está encontrando por todos los lados con la intención de comprender la dimensión de lo que está sucediendo, pensar en qué hacer y en cómo vivir de aquí en adelante.
Uno de esos encuentros tuvo lugar el 28 de enero en “Casa de Luna” (Casa de Lua), una organización feminista que convocó a los vecinos de São Paulo a través de las redes sociales para debatir sobre el tema, produciéndose momentos muy enriquecedores, tanto por la intensidad de la angustia, como por la sinceridad de las respuestas. El encuentro puede –y debe– ser seguido aquí. Entre los muchos momentos interesantes, una mujer hace una pregunta: “Soy una persona normal, una microempresaria. Querría saber qué hacer, cómo puedo ayudar”. La respuesta de uno de los participantes, que le propuso cambios restringidos al perímetro de su casa y de su familia, no la satisfizo y replicó: “No me estáis entendiendo. Creo que hemos llegado a este punto porque cada uno siempre ha pensado resolver tan solo su problema. Yo quiero saber lo que puedo hacer no para mí, sino para todos”.
“La negación como política de gobierno y como defensa psicológica”
La psicóloga paulistana Camila Pavanelli de Lorenzi, de 32 años, es una de las que están haciendo cosas; de las que se han movido. Está empezando a convertirse en una referencia en las redes sociales por su Boletín de la falta de agua creado en octubre de 2014. En esta conversación conmigo, cuenta cómo pasó a repartir el tiempo de su doctorado en la Universidad de São Paulo –sobre “los conceptos psicoanalíticos de sublimación y realidad” a partir de la serie de TV “The Wire” y de dos libros en los cuales se basa la serie– con su investigación personal sobre la catástrofe actual. Resulta revelador que sea una psicóloga la que intente comprender lo que cuentan las noticias del agua más allá de lo que está escrito. Las negritas son mías; los paréntesis, de ella.
Es imperativo romper con la negación: lo que está en juego no son obras, sino nuestra desastrosa relación con el planeta
– ¿Cómo comenzaste a hacer el boletín?
Camila: Lo empecé una noche en la que me encontraba especialmente hasta las narices de pasar el día leyendo noticias –tanto de la falta de agua como de la postura oficial del Gobierno de que no faltaba agua– y decidí reunir y resumir todo lo que había leído en un solo texto. Lo colgué en Facebook. Recopilar esas informaciones me alivió algo. Necesitaba (aún necesito) entender qué diablos estaba pasando. Había muchas cosas publicadas sobre la falta de agua, pero en diferentes medios y era difícil tener una visión amplia de la gravedad real de la situación. Entonces hice esa recopilación de noticias aquella noche. Hice lo mismo la noche siguiente con el mismo objetivo de situarme mejor en medio del caos y, de paso, compartir lo que estaba leyendo con mis amigos. Luego no vi motivos para parar. Sentía (aún siento) que no había un lenguaje para hablar sobre la llamada crisis del agua y que era necesario (es todavía) crear ese lenguaje. Después de una semana colgando los boletines en Facebook, varias personas comenzaron a sugerirme que crease un blog o tumblr solo para eso. Pensé que tenía sentido e hice un tumblr, pero también sigo colgando los boletines en mi página personal de Facebook para facilitar las comparticiones.
–¿Cómo haces ese seguimiento diario?
Camila: Al principio, lo hacía todos los días. Accedía a los sites de la noticia, fuesen de los grandes medios o de los alternativos, y a los órganos oficiales del Gobierno. Ahí una cosa llevaba a la otra. Salía una noticia sobre un proceso o decisión judicial, yo iba detrás de ese documento. Salía una noticia que no diferenciaba muy bien los conceptos de pluviometría y flujo, yo iba detrás de un manual de hidrología para entender los conceptos un poco mejor. Y así fui construyendo, día a día, una narrativa sobre la falta de agua en el Estado de São Paulo. Parcial, informal, incompleta, amateur. Mi propia narrativa de lo que estamos viviendo, en fin.
–¿Cómo son tus días desde entonces?
Camila: Durante el año pasado he dedicado cerca de dos horas todas las noches a escribir el boletín. He pasado a frecuentar menos el gimnasio, a escribir menos en mi blog personal, a escribir menos e-mail largos a mis amigos. Este año, aún no sé cuántas horas me va a llevar esta locura. Todavía estoy aprendiendo a hacer un boletín semanal. Acabo de crear una cuenta en Twitter para ayudarme; para reunir una preselección de links. Voy tuiteando y retuiteando en esa cuenta todo lo que leo interesante. De esa ingente cantidad de noticias, voy seleccionando algunas para tejer la narrativa de la semana.
¿Qué haces cuando no estás ocupada con el agua o con la falta de ella?
No podemos permitir que la catástrofe del agua se reduzca a un problema de seguridad pública
–Camila: Trabajo en mi tesis, cocino, cuido de la casa, escribo en mi blog. Llevo, en suma, la más pequeñoburguesa de las vidas.
¿Qué te afecta más en esta cuestión del agua?
–Camila: La negación. Sobre todo la negación como política del Gobierno. No entiendo nada de agua, medioambiente, gestión de recursos hídricos, nada de eso. Pero entiendo mucho de negación como defensa psicológica. La negación fue catastrófica en mi vida personal y necesité años de psicoanálisis para comenzar a elaborar algunos lutos (para no sonar muy enigmática: mi madre murió cuando yo tenía diez años y siempre lo tomé como un hecho normal y corriente de la vida, como si no fuese nada del otro jueves, “es un fastidio, pero ocurre”, etc. Fue a través del psicoanálisis como pude sentir por primera vez la tragedia que supuso haber perdido a mi madre). Ahora, de repente, observo la negación adoptada por el gobierno del Estado como forma de combatir una crisis sin precedentes en la historia de Brasil. Y evidentemente tiene efectos sobre la población. Me fascina, en realidad, la relación entre negación como política de gobierno y negación como defensa psicológica. Porque nadie, de verdad, cree que el agua se vaya a acabar (o si lo cree no consigue concebir lo que significa). Y es comprensible que sea así. ¿Cómo levantarse por la mañana, ir al trabajo, cuidar a los niños –llevar la vida de siempre, en fin– cuando se tiene la perspectiva de que el agua se puede acabar en unos meses? Mejor creer que la crisis no es tan grave. Al final, se han juntado la sed con las ganas de beber: por un lado, la gente que deseaba oír que todo está bien y que podrá seguir con su vida normalmente; por otro, un gobierno que ha realizado plenamente ese deseo, garantizando que no faltaba ni faltará agua en São Paulo.
–Terminas tus boletines diciendo: “Se permite entrar en pánico, que el lunes que viene habrá más”. Vi en el debate de la Casa de Luna que esa cuestión entre mantener la calma, como analizó otra participante, y tu proclama/autorización para, al contrario, entrar en pánico te perturbó. ¿Qué pensaste de esto?
–Camila: Me dejó perturbada, sí. En los primeros días terminaba el boletín con “calma, que mañana habrá más”. Pero luego me di cuenta de que el problema era precisamente que estábamos demasiado calmados. Pánico, para mí, no es “dios mío vamos a morir todos, así que es mejor matarse antes”. Pánico, para los objetivos del Boletín sobre la falta de agua en São Paulo, es lo opuesto del letargo institucionalizado. Es lo opuesto del “no falta agua, no faltará agua en São Paulo”. Es mi manifiesto “antinegación”. Es una llamada para que la gente se informe sobre lo que está sucediendo y, a partir de ahí, lleven a cabo las acciones que consideren más adecuadas. Como no creo en acción sin reflexión, creo que es importante estar bien informado para decidir qué hacer. Y eso a todos los niveles: desde construir la cisterna en casa, hasta exigir soluciones a las autoridades, pasando por organizar redes de solidaridad en los barrios y comunidades.
La batalla de las palabras ha comenzado
La palabra “crisis” me parece muy pequeña ante lo que se está perfilando. Tal vez cupiese años atrás, en el momento en el que, de haber sido pronunciada, asumida y enfrentada, podría haber reducido su impacto. Hoy, no. Algunos vienen sugiriendo la palabra “colapso”. Y con colapso se viene a decir la imposibilidad de vivir como antes, la convicción de que no habrá más “la vida de siempre”, algo que no puede ser rehecho sobre las mismas bases. Lo que se anuncia, me parece que puede definirse como “catástrofe”, palabra que he escogido utilizar incluso corriendo el riesgo de ser llamada “apocalíptica”, como se han acostumbrado a escuchar todos aquellos que alertan del rumbo peligroso de São Paulo y del país, así como de los desafíos que supone el cambio climático del planeta desde hace años, décadas. Ya padecemos en demasía los eufemismos manejados por las autoridades. Pero aunque sepamos que las palabras son importantes, jamás podemos olvidar que los límites de nuestra condición humana son irrepresentables, se escapan al lenguaje. Es también la batalla del lenguaje que entablaremos y en ella cabe todo aquello que no se vuelve palabra.
Es lo que Camila también dice cuando afirma que aún no ha encontrado el lenguaje para expresar lo que vive. Ella, como todos aquellos que individual o colectivamente se movilizaron para documentar la catástrofe del agua, son hijos de estos tiempos de Internet y tienen una enorme importancia en la construcción de la realidad del día después. Cuanto más diversas sean las versiones, mejor para la búsqueda de la verdad de los hechos y para la interpretación de las subjetividades. La batalla narrativa ya ha empezado y las artimañas son proporcionales al tamaño del desafío.
Una versión bastante difundida por algunos noticieros, en especial los de la TV en abierto, ha sido que el problema de los apagones de energía habrían sido consecuencia de las hidroeléctricas que aún no se han terminado, como Belo Monte, o de las que aún no han comenzado a construirse. En seguida sale el culpable: “por atrasos/dificultades en la licencia medioambiental”. ¿Por qué me refiero a la escasez de energía cuando estaba hablando de escasez de agua? Primero, porque son temas relacionados. Segundo, porque aquí claramente se demuestra la repetición del discurso de la disociación y de la negación. Han sido la disociación y la negación, en todos los campos, las que nos ha llevado al estado actual de calamidad.
Tal vez nunca hayamos necesitado tanto relacionar y comprender el mundo dentro de una red de acción y consecuencias como hoy. La narrativa que compartimenta, falsea e informa mal. Está superada en todas las áreas, incluso en la educación. En el momento en que sufrimos las consecuencias de la irresponsabilidad de nuestras elecciones, donde las cuestiones ambientales deberían estar en lo más alto de nuestras prioridades si quisiéramos tener alguna oportunidad, y donde ejecutivos de las principales empresas contratistas que construyen las hidroeléctricas y que son las grandes financiadoras de campañas políticas
están en la cárcel a causa de la operación Lava-Jato, se intenta de nuevo, y como siempre, colocar ambientalistas y preocupaciones ambientales como una “traba”. ¿Por qué y al servicio de quién? ¿Ignorancia, mala fe o ambas cosas?
Un ejemplo. La falta de agua se anuncia como catástrofe pero, al mismo tiempo, el gobierno federal quiere concluir Belo Monte, en el río Xingu, a pesar de todas las irregularidades, de la denuncia de etnocidio indígena y de obstruir el río Tapajós. Aquí van algunas relaciones que pueden hacerse: 1) las hidroeléctricas tienen gran impacto también en la deforestación y en la destrucción ambiental, no solo por la obra en sí, sino por el desequilibrio que provocan al expulsar o recolocar comunidades, así como la cantidad de inmigrantes que atrae, con todas las consecuencias que comporta; 2) la devastación de la Amazonia, donde hoy se están construyendo y diseñando represas, ya es dramática y compromete el clima; 3) hay científicos y trabajos científicos de alto nível que demuestran que la selva amazónica tiene un papel estratégico en la regulación del clima de Brasil y del planeta, que implica la cuestión de las lluvias en el sudeste del país; 4) los depósitos de las hidroeléctricas están bajos cuando la lluvia es escasa, comprometiendo el abastecimiento de energía; 5) priorizar las hidroeléctricas en la Amazonia y culpar a los que se oponen a ellas del desabastecimiento es encubrir que el gobierno federal no hizo la inversión necesaria para la diversificacion de fuentes de energía; 6) es también escamotear que, en lugar de concienciar a la población de la necesidad de ahorrar, porque los recursos son finitos, el gobierno federal hizo exactamente lo contrario, estimulando el consumo; 7) los enormes problemas sociales y ambientales causados por las hidroeléctricas, y en este aspecto Belo Monte es nuestro actual muestrario (o “monstruario” como algunos prefieren), se producen también porque ni se respeta el proceso para obtener la licencia ambiental, ni se cumplen los condicionantes legales necesarios para que la obra cause daños más pequeños.
En resumen: la verdad es mucho más complicada y estorba los poderosos intereses implicados. Los links de los últimos párrafos son de gran importancia para quien comprenda que necesita comprender lo que está en juego y participar de las decisiones. Si se puede sacar algo positivo de este momento que vivimos es el de hacer que nos cuestionemos nuestra relación con el medioambiente y nuestro lugar en un planeta, cada vez más hostil por nuestras acciones, dándonos la oportunidad de transformarnos en personas capaces de hacer frente a los desafíos de esta época que, como cualquiera puede percibir, son enormes.
Lo que está en juego no son obras, sino nuestra relación desastrosa con el medioambiente, nuestra disociación con la Naturaleza y nuestra ignorancia. Ignorancia en el sentido de desconocer hasta lo que es necesario conocer. Es imperativo romper con la negación y podemos empezar a hacerlo incrementando nuestra lectura crítica y construyendo las relaciones necesarias. No cuesta tener siempre presente que, como dice la famosa frase: “En la guerra, la verdad es la primera baja”.
Los posibles escenarios de la “guerra del agua”
¿Qué será de nosotros cuando se acabe el agua? Todo indica que lo vamos a saber en breve. Un reportaje de “O Estado de S. Paulo” revela que, hace seis años, un estudio en el que se implicaron 200 especialistas mostró al gobierno paulista una proyección de lo que ocurriría de no enfrentar la crisis. El informe se llama “Escenarios ambientales 2020”. En él se proyectaba, a partir de informaciones disponibles, lo que sucedería hasta ese año en caso de que no se tomasen medidas. El objetivo del estudio era establecer planes de acción para impedir que se realizasen los escenarios más pesimistas. O sea, para evitar la realidad de hoy.
Es aterrador de varias maneras. Para empezar, por el hecho de que el estudio encomendado por el gobierno del PSDB fue ignorado por el gobierno del PSDB, y ocurriendo lo que se dijo en él. Pero es aterrador también por el escenario sugerido en el documento como más probable. El texto fue escrito como si el narrador ya estuviese en 2020 y ya hubiese pasado todo.
Dice el reportaje: “El Estado (de São Paulo) habría asistido en ese período (2015) a un “conflicto por el uso de los recursos hídricos”, que desencadenó una “guerra del agua” entre algunas regiones. Esa guerra habría comenzado después de “un año atípico de lluvias, con precipitaciones muy por debajo de lo esperado”. El documento dice incluso: “El año 2018 significó un hito en la historia del uso del agua en el Estado de São Paulo y los problemas verificados pueden ser considerados una continuación de aquellos de la crisis de 2015. En determinadas regiones, en función del uso intensivo de productos agro tóxicos (defensivos agrícolas) y fertilizantes (abonos), las aguas superficiales y subterráneas fueron afectadas, comprometiendo el abastecimiento público de algunos municipios. Las acciones judiciales se multiplicaron en la estela de las manifestaciones populares que exigieron el abastecimiento público en detrimento del negocio agrario. La Agencia Nacional de Aguas (ANA) puso a disposición técnicos que ayudaron a mediar en el conflicto. En el cénit de la crisis, alcaldes y concejales aprobaron paquetes con leyes que restringían temporalmente actividades económicas de uso intensivo del agua”.
Esta es la proyección realizada en 2009, e ignorada. Ahora estamos en el presente, en 2015; el año en el que la “guerra del agua” comenzaría.
¿Qué impacto tendrá la falta de agua en los empleos? ¿Cómo harán los padres para trabajar si los hijos se quedaran sin escuela o sin guardería? ¿Qué sucederá con los enfermos y los ancianos? ¿En qué tipo de infierno aún mayor se convertirán las cárceles y las instituciones para menores infractores? ¿Qué pasará en los hospitales si las enfermedades aumentan? ¿Será que tenemos que huir de São Paulo?
Esas son algunas de las preguntas que aparecen en los debates sobre el agua, venidas de una platea llena de angustia ante la incertidumbre de un futuro que es mañana mismo. De la experiencia concreta de la realidad proviene el ejemplo de la ciudad paulista de Itu, el año pasado, cuando las amas de casa salieron a las calles con tomates y huevos, y sus hijos con piedras; cuando camiones cisterna necesitaron escolta policial; cuando surgieron traficantes de agua; cuando la gente fue asaltada tras horas en la cola para llenar una botella o un cubo. Cuando los asaltantes querían no dinero, sino agua. ¿El Gran São Paulo se convertirá en un Itu multiplicado por millones?
Depende de nosotros construir colectivamente una respuesta que no sea la barbarie del individualismo y del sálvese quien pueda o quien tenga más dinero. Los más ricos pueden salir de la ciudad, la clase media va a tener que aprender con los más pobres, que hace mucho que están sometidos al régimen de turnos de agua sin que a nadie le haya importado, aparte de a ellos mismos, cómo se vive en la escasez. Lo que no podemos permitir es que la catástrofe del agua se reduzca a un problema de seguridad pública, con las fuerzas de represión del Estado al servicio de los mismos de siempre, como ya se ha convertido en hábito en el tratamiento de las cuestiones más profundas, exactamente para desviar el foco, vaciar el contenido y eludir responsabilidades.
Para comenzar, necesitamos entender que lo que parece anormalidad, excepción, va a ser seguramente la normalidad de aquí en adelante. São Paulo solo anticipa el futuro por todos los superlativos con los que fue construida. Necesitamos prepararnos para un clima de extremos; nuestro mundo ya es peor. Y es peor según lo entiende el 97% de los artículos sobre el clima por culpa de la acción del hombre sobre el planeta. Así pues, necesitamos cambiar. Y el agua es el asunto más urgente que exige nuestra participación en las decisiones de la ciudad, del Estado, del país… Del mundo. Y está relacionada con las principales cuestiones socio ambientales. El agua no puede ser vista nunca más como mercancía.
No hay tiempo para formar una generación que comprenda los desafíos de este momento histórico. Tenemos que hacerles frente con los hombres y las mujeres imperfectos de nuestra época: arrogantes, consumistas, egoístas e inconsecuentes, aún con la ilusión de modernidad batiendo en nuestros corazones mientras el mundo a nuestro alrededor se arruina. Tendremos que ser nosotros, el único material humano disponible, con lo mejor que consigamos encontrar en la íntima escasez de nuestro interior.
El tiempo de despertar ya pasó. Ahora es preciso ponerse en pie.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficción: “Coluna Prestes - O Avesso da Lenda”, “A Vida que Ninguém vê”, “O Olho da Rua”, “A Menina Quebrada”, “Meus Desacontecimentos”. Y de novela: “Uma Duas”. Site: elianebrum.com Email: elianebrum.coluna@gmail.com Twitter: @brumelianebrum
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