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LA CASA DE ENFRENTE
Columna
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‘Berlín’: esto es amor, o sea, esto es un atraco

El hallazgo del ‘spin off’ de ‘La casa de papel’ es precisamente el de crear un juego de espejos

Pedro Alonso, actor de la serie La casa de papel de Netflix.
Pedro Alonso, actor de la serie 'Berlín' de Netflix.Netflix
Nuria Labari

Me he enamorado de Berlín. De la serie, el spin off de La casa de papel, y también de su protagonista, interpretado por Pedro Alonso. Y pensé que le pasaría a todo el mundo, porque es natural que una ficción que disecciona el amor despierte pasiones. Sin embargo, la serie ha recibido muchas críticas precisamente por eso, por no conformarse con contar la historia de un atraco y afanarse en relatar, de paso, varias historias de amor. Sin embargo, creo que el hallazgo de la propuesta es precisamente el de crear un juego de espejos entre el atraco y el amor. Después de todo, ¿no ha sido tradicionalmente el amor una acción de saqueo, engaño y amenaza sometida al azar?

Es difícil saber de qué estamos hablando en cada una de las escenas de esta entrega. Ni en el amor ni en el atraco, por bien planificados que estén, salen las cosas como uno quería. Generalmente, salen peor. Como mínimo, no como estaban planeadas. La única diferencia es que los atracadores confían en que su plan salga perfecto, mientras que los amantes, cuando hacen planes ya saben que las cosas saldrán de otro modo.

La pregunta es: ¿Por qué cuando nos enamoramos seguimos haciendo planes, a pesar de que somos conscientes de que no se cumplirán? Probablemente por la intuición de que se trata de un robo. ¿No se dice de alguien que nos robó el corazón? ¿Enamorarse no es al fin y al cabo quedarse con algo que no es nuestro, es decir, el corazón de otra persona? En realidad la metáfora del robo es una dulcificación —aunque igualmente siniestra— de aquella otra metáfora del amor que era la guerra: la conquista, la posesión, la entrega, la rendición, la victoria, la derrota eran términos indistintamente usados para los conflictos armados y para las artes del amor.

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Pero, lo mejor de todo, lo que más me gusta de la serie es cómo marca la diferencia entre un atraco colosal y un enamoramiento cualquiera. Es importante subrayar aquí que todos los personajes de la banda se enamoran, no se salva ni uno. Y sus historias reflejan cómo los resultados son más inciertos en el amor que en el atraco. Así que, aun estando perpetrando el robo del siglo, sucede que donde los protagonistas se juegan finalmente la vida es en su corazón. Porque, en el amor, nadie sabe nunca qué es lo que ha pasado o cómo ha pasado y mucho menos lo que pasará; pues así como un atraco termina en el tiempo y en el espacio con un beneficio o un fracaso, el amor es algo que se prolonga atravesando gamas infinitas de grises.

Y esos grises son precisamente los que la serie utiliza para buscar nuevos horizontes narrativos… y amorosos. Porque, en el fondo, el subconsciente patriarcal —que puede abarcar muchas clases de amor, no solo el heterosexual— entiende el amor como una confrontación, ya sea por la existencia, por la posesión o por la preeminencia. Hay corazón, sí, pero un corazón al que enciende solamente la victoria. Lo que me gusta de Berlín es su forma de flirtear con la idea de que ese no es el único corazón de que disponemos. Que hay otros, dispuestos a aceptar lo que se les da y lo que se les quita. El riesgo no varía, pero sí el relato. Lo que es seguro es que en el amor de nada sirve planificar: simplemente nos está esperando porque es para nosotros. Parece un atraco pero no es un robo, es perfecto.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.
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