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Ensayos de persuasión
Columna
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Delors se empeñó en subir otra montaña: gobernar una globalización sin semáforos

El político socialista francés recientemente fallecido, gran impulsor de la UE, quiso promover un Consejo de Seguridad Económica de la ONU

El político socialista francés Jacques Delors, en Bruselas el año1993.
El político socialista francés Jacques Delors, en Bruselas el año1993.Jean-Michel TURPIN (Gamma-Rapho/Getty Images)
Joaquín Estefanía

Después de su fructífera presidencia de la Comisión Europea (años 1985 a 1995), el socialista Jacques Delors, recientemente fallecido, se empeñó en subir otra montaña: gobernar la globalización. A final del siglo pasado lanzó la idea de crear un Consejo de Seguridad Económica, en el seno de la ONU, que modernizase las estructuras creadas después de la II Guerra Mundial en Bretton Woods. En realidad, ya existe algo parecido, pero es inoperante. Se trataba de combinar la legitimidad con la eficacia.

La década de Delors al frente de Europa fue especialmente fecunda: el mercado único, Schengen, la ampliación (que incluyó, por fin, a España), el programa Erasmus (un recuerdo a Manuel Marín), los fondos de cohesión, el diálogo social, etcétera. Los archivos de la Fundación Felipe González están repletos de las cartas y documentos que en esa década —la “década prodigiosa”, la “gran galopada europea”— se intercambiaron Delors y el entonces presidente español, que probablemente vivieron aquellos años como los más importantes de sus existencias políticas. Ambos fueron aliados en muchas causas y contaron con la avenencia, en casi todas las otras ocasiones, con otros dos monstruos políticos de la época: François Mitterrand, de su misma familia ideológica, y el canciller alemán Helmut Kohl, democristiano. Incluso a veces tuvieron la complicidad —mucha menos que entre ellos— de Margaret Thatcher. Conociendo esa estrecha colaboración entre Delors y el presidente de una España recién ingresada en Europa, no es de extrañar la “conmoción” que expresa González ante la muerte de su amigo político, que fue crucial para nuestro país.

En 1999 Delors da una conferencia en París sobre el euro. Aunque mucho menos que ahora, ya se observaba un desplazamiento del poder geopolítico desde el norte y occidente hacia el sur y oriente, con la sustitución de algunos de los foros e instituciones en los que se ejercía el poder, por otros que todavía no estaban plenamente aceptados ni constituidos.

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Existe en la carta de la Organización de las Naciones Unidas un sistema para regular los conflictos económicos y sociales a escala internacional: su Consejo Económico y Social (ECOSOC), al que los estatutos de la ONU conceden amplias funciones y competencias en la resolución de los asuntos de la materia. A él pertenece una cincuentena de países y su funcionamiento depende, sobre todo, de la voluntad política y multilateral de los países más importantes. En puridad teórica, ese Consejo sería uno de los lugares centrales en el que debían haberse dirimido las políticas económicas para, por ejemplo, salir de la Gran Recesión, controlar las consecuencias de la pandemia de la covid, etcétera. No ha sido así, sino que el ECOSOC ha sido sustituido desde hace muchos años por las distintas formaciones G (G-5, G-7, G-8, G-20), en la terminología utilizada por el economista del Fondo Monetario Internacional Jacques Polak. Estas son agrupaciones “privadas” de países, sin tratado constitutivo ni secretaría, sin estructura administrativa permanente, que se cooptan unos a otros sin que nunca país alguno se haya desenganchado de las mismas al ser superado en riqueza o en representatividad por otro más fuerte que los fundadores de la formación de que se trate. En noviembre de 1999 se funda el G-20, que poco después fue definido por sus miembros como “el foro principal de cooperación económica internacional”.

En aquella conferencia, Delors propuso una refundación de ese Consejo Económico y Social, adaptado a los tiempos de la globalización y en ausencia de guerra fría. Ese año, 1999, todavía no se atisbaba nada de lo que ocurriría ocho años después: la mayor crisis económica del sistema desde la Gran Depresión. El francés pensaba que del mismo modo que existe en el seno de la ONU un Consejo de Seguridad con capacidad de superar los conflictos bélicos, debería haber un Consejo de Seguridad Económica que interpretara los semáforos que rigiese la circulación de la economía en el planeta: si están en verde se puede pasar; si en rojo, detenerse; y si están en ámbar, pensárselo dos veces antes de cruzar.

Esto no lo logró.

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