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Ensayos de persuasión
Columna
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De nuevo la economía del miedo

Estamos otra vez en un estado de conmoción. Como dijo Greenspan, “el edificio intelectual se ha hundido”

El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, en el Club Económico de Nueva York, el 28 de abril de 2014.
El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, en el Club Económico de Nueva York, el 28 de abril de 2014.Spencer Platt (Getty Images)
Joaquín Estefanía

Durante las últimas semanas hay un agravamiento constante de la economía; es seguro que las circunstancias seguirán empeorando antes de empezar a mejorar. La inflación —de dos dígitos— va a ser más persistente de lo que se creyó. Hoy en día, la gran mayoría de los predictores, públicos y privados, opina que no se va a llegar a una situación de recesión (decrecimiento económico), sino que se tardará más tiempo del pronosticado en volver a obtener los indicadores anteriores a la pandemia de la covid.

Sin embargo, hay un pequeño reducto de economistas (calificados como los nuevos “doctores catástrofe”) que apuesta por lo irremediable de la recesión, dados los datos con los que se cuenta; entre ellos, la polémica los divide entre los que creen que será leve y corta, o profunda y duradera. Recuérdese que en el año 2008 los “doctores catástrofe” (Steve Keen, Nouriel Roubini…) atinaron. Otro debate en circulación es si la acción de los bancos centrales desembocará en un aterrizaje suave o brusco de las economías, dadas las contradicciones en las que se desenvuelve la política monetaria.

Década y media. Desde 2007 hasta hoy. Una generación de ciudadanos está conviviendo con una gran transformación del mundo, con tres etapas de naturaleza diferente. Probablemente así lo considerará la historia: la Gran Recesión que se inicia en 2008, con una gran crisis inmobiliaria y financiera; el Gran Confinamiento de 2020, en el que el mundo se detuvo, y la guerra de Ucrania desde finales del pasado mes de febrero. De las dos primeras ya conocemos bastantes de sus efectos permanentes: igual que en las dos guerras mundiales o en la Gran Depresión de los años treinta, se superó el terreno de la economía y se trascendió hacia la política, las ideas y la manera de pensar y de vivir de los ciudadanos. Por ello se han incorporado al selecto grupo de las crisis mayores del capitalismo. Todavía no existe la suficiente distancia temporal para valorar la última conflagración en territorio europeo: va a depender, sobre todo, de su duración y su desenlace.

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La Gran Recesión ha actuado como contraejemplo. De ella salió la mayoría de la población más pobre, más desigual, más precaria, menos protegida, más desconfiada políticamente (de ahí la aparición de nuevas formaciones, muchas de ellas de matriz populista) y con más ciudadanos convertidos en demócratas instrumentales: apoyan a la democracia siempre que ésta resuelva sus problemas. La austeridad expansiva fue funesta. De ahí el giro en la política económica dominante a partir del año 2020, con la creación de fuertes escudos sociales y la movilización masiva de dinero público europeo (Next Generation) para la reactivación. Observaremos sus resultados. Por ejemplo, no se ha destacado lo suficiente que en la reciente encuesta de condiciones de vida en España, correspondiente a 2021, ha bajado el porcentaje de ciudadanos que se encontraban en situación de carencia material severa, posiblemente como secuela del escudo social.

Estas circunstancias conllevan que se haya entrado de nuevo, como en 2008, en una especie de economía del miedo: los ciudadanos no creen en el mito del eterno retorno y saben que el punto de llegada de estas dificultades será diferente (y posiblemente peor) que el de partida. El único pacto que consideran aceptable es el que tenga como objetivo su bienestar, un acuerdo de intereses diversos que no sujete su contenido a una ideología concreta. Recuperando el espíritu de los viejos Pactos de La Moncloa de 1977: exigir de cada grupo social la asunción de sus diferentes responsabilidades frente a la crisis y asumir que ningún partido político o agente económico cuenta con respuestas y fuerzas suficientes para imponerlas al resto de la sociedad y superar los problemas.

Hay muchos pasajes en los que las contradicciones y recovecos remiten a aquella reflexión inolvidable del altivo presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan cuando se desnudó y se atrevió a declarar: estamos en un “estado de conmoción porque todo el edificio intelectual se ha hundido”.

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