Jude Law: “Para mí, ‘Star Wars’ es una fantasía infantil. Pero en cualquier fantasía infantil puedes meter temas adultos”
El joven galán que deslumbró con ‘El talento de Mr Ripley’ es hoy un actor de talento con 51 años, tres estrenos en cartera y una envidiable filosofía vital
Antes de que las plataformas de streaming se encargaran de generar estrellas como palomitas de maíz en la sartén de las redes sociales, los iconos de la interpretación no manejaban personalmente millones de seguidores. Jude Law (Londres, 51 años) es de esa generación. “Yo no tengo redes sociales, pero estoy aprendiendo de quienes las usan que pueden ayudar a mostrarte de una manera en la que estés cómodo y represente quién eres”, dice en una videollamada. “Para mí, uno de los gozos de actuar es sorprender a la gente e interpretar papeles con los que hacerle creer que eres alguien diferente a quien eres. Creo que para lograrlo hay que mantener cierto grado de misterio. No quiero decir que yo lo tenga, pero la gente no lo sabe todo de mí, aunque pueda pensar que sí”, afirma.
Algunos de sus trabajos más memorables, como Closer y Sherlock Holmes, están de aniversario (20 y 15 años, respectivamente), pero es de todo menos una estrella del pasado: presentó en el Festival de Cine de Venecia La orden, un thriller de Justin Kurzel inspirado por una banda terrorista supremacista que aterrorizó a EE UU en 1983 sin fecha de lanzamiento en Europa; también tiene pendiente de estreno Eden, dirigida por Ron Howard, con Ana de Armas y Sydney Sweeney en el reparto, y con desnudo frontal de regalo, y el 3 de diciembre se lanzó en Disney+ la serie Star Wars: Tripulación perdida. Como colofón para un año intenso, Law recibirá su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. “Me siento honrado, muy emocionado. No suele ser fácil emplear expresiones como ‘estoy abrumado’ cuando me preguntan por el trabajo, pero esto me deja sin habla. Significa mucho para mí. Tengo edad para darme cuenta del tiempo que llevo trabajando, y me hace sentir orgulloso. Me emociona que se reconozca”, confiesa.
La trama de La orden se sitúa en los años ochenta, pero la extrema derecha está hoy en auge. ¿Puede la película ayudarnos a aprender de la historia? Zach Baylin, el guionista, había leído Los diarios de Turner [la controvertida novela de 1978 considerado una biblia de la ultraderecha racista], y también escribió su texto, antes del asalto al Capitolio. Y lo increíble es que se encontraron copias del libro en el propio Capitolio. Es una obra ambientada en el pasado que habla del terrorismo doméstico y de la mentalidad de la extrema derecha, pero que parece terriblemente actual. Husk, el hombre al que doy vida en la película, es una amalgama de varios; no queríamos que fuera una persona real. Representa a un hombre normal con una carrera de éxito y a punto de jubilarse. Cansado y deprimido, Husk descubre de repente que algo terrible está fraguándose en su propio patio trasero y se ve obligado a sacar fuerzas de flaqueza para entenderlo y, en última instancia, destruirlo.
Los fans de Star Wars no lo suelen poner fácil. ¿Le impuso respeto involucrarse en Star Wars: Tripulación perdida? Ahora que la he visto, no tengo miedo. En realidad tenía mis razones para hacerla. Conocí el universo Star Wars a los nueve años, por lo que mi relación con la franquicia es la de un niño. Las tres primeras películas marcaron mi infancia, mis juegos y hasta mi imaginación. Me encanta la idea de [el director] Jon Watts de inspirarse en películas de los ochenta como Los Goonies, Encuentros en la tercera fase y E.T., y llevarlas al mundo de Star Wars, porque es como yo siempre me he relacionado con la saga, a través de la mirada de un niño. Para mí es una fantasía infantil. Pero en cualquier fantasía infantil puedes meter temas adultos. Por eso, lo que Jon y otros directores han hecho maravillosamente es crear un mundo alrededor de Star Wars a través de la mirada de unos jóvenes e incluir grandes lecciones de vida. Para mí, esta ha sido la oportunidad de crear algo que sabía que a mis hijos les encantaría [el actor tiene siete, de edades entre los dos y los 28 años] y para trabajar con directores que, como yo, estaban emocionados por poder entrar en un universo así.
Closer (2004) es una película cruda e intensa, y fue un momento clave de su carrera hace ahora veinte años. ¿Cómo la ve ahora? Closer habla de cómo nos sentimos cuando conocemos a alguien que conecta con nosotros y el drama que se desata al romper. El guion es humano, crudo y sincero, y espero que eso lo haga atemporal.
¿Y qué recuerdos le vienen a la mente al pensar en Dickie Greenleaf, a quien dio vida en El Talento de Mr Ripley (1999), y que le valió su primera nominación al Oscar? Me encanta ese personaje. No es una buena persona, es un niño mimado inmerso en un bucle narcisista, pero tengo muy buenos recuerdos. Yo era joven e inocente, me encontré trabajando con gente maravillosa en un lugar increíble del mundo y me zambullí de lleno. Fue una especie de capricho en el que dejarse llevar para amar la vida como Dickie, con esos barcos, el vino, la ropa... Había una especie de exuberancia que hizo que fuera una película apasionante de hacer, y me siento orgulloso del éxito que tuvo y de que aún se recuerde.
Ha contado que casi no aceptó ese papel por miedo a ser encasillado por su físico. Es una historia divertida que refleja lo que pasa cuando se da malos consejos a jóvenes actores... Estuve a punto de dejar pasar la oportunidad de trabajar con Anthony Minghella y con esos actores maravillosos [Matt Damon, Gwyneth Paltrow] y de interpretar un papel así porque no hacían más que decirme que no me encasillara. Mis demonios internos me decían que solo era guapo. Pero estaba equivocado, porque en un papel así siempre puedes profundizar y encontrar motivación si te pones en las manos de un buen director. Me entregué al 100%. Y menos mal.
Hablando de malos consejos: de niño le dijeron algo muy británico, que no mostrara entusiasmo. ¿Cuándo decidió no seguirlo? Me ha costado casi toda mi vida adulta, porque me hicieron creer que ser entusiasta no es cool. Pero yo nunca he sido capaz de no serlo y creo que incito a mis hijos a ser entusiastas también. No puedo evitar ser como soy, me gusta saber que tengo ese lado y, de hecho, es algo que fomento. Apasionarte, entusiasmarte y emocionarte son cosas maravillosas que demuestran que te has sentido inspirado, que tienes una opinión y que crees en algo. Si hablas de arte, o de belleza, es importante expresarlo.
¿Se siente británico? Mi madre viene de un pequeño pueblo bellísimo del Norte de Gales y tengo grandes vínculos con esa parte de mi familia. De la parte de mi padre no sabemos tanto, pero ni me siento muy británico en la forma de ver la vida ni creo que los ingleses me hayan entendido nunca. Creo que nunca he encajado bien. No tengo un estamento social claro, porque vengo de una familia de clase obrera, pero luego soy muy clase media. Y, por si fuera poco, tengo un nombre inusual. Creo que no encajo en sus estándares. A los ingleses les gusta ser más categóricos y meterte en compartimentos estancos. Cuanto más viajo, más afortunado me siento de ser un hombre del mundo en lugar de alguien de un solo lugar.
¿Qué tiene España que atrae tanto a los británicos? Al comienzo era algo práctico. Una de las primeras rutas de vuelos directos asequibles desde Heathrow era hacia el sur de España... los primeros veraneantes volvían encantados y contaban lo bien que lo habían pasado. Yo tengo una relación muy especial con Europa, me gusta mucho su unidad. Soy un gran eurófilo y el Brexit me rompió el corazón. Espiritualmente soy europeo: mis padres cargaban el coche y nos llevaban a mí y a mi hermana de camping por España, Francia, Italia o Grecia. Es maravillosa la riqueza de todas esas culturas que, además, quedan tan cerca. Esa es una de las maravillas del mundo.
¿Le da miedo envejecer? Una vez pasados los 50, cuando ves que hay una generación 20 ó 30 años más joven que tú que está haciendo un gran trabajo, te das cuenta de que los papeles que hacen ya no están ahí para ti, y te pones a pensar si aprovechaste todo lo que hiciste. Pero, a la vez, surgen otras oportunidades, otros papeles nuevos. Sería tonto si pensara que puedo interpretar a un tipo de 25 años. Por suerte mi estado mental no está ahí, sino en sumar 25 años más. Por supuesto, miro atrás y pienso: ‘Ay, el tiempo vuela’, pero hay que mirar hacia adelante.
La gente le considera un icono de estilo. ¿Está cómodo en ese rol? Siempre me ha gustado la moda, porque puede ayudarte a expresar quién eres y cómo te sientes, pero nunca me la he tomado en serio ni pienso mucho en ella. Sería como pasar demasiado tiempo mirándote al espejo cada mañana para estar perfecto. ¿Iconos de estilo? Pienso en James Dean, Paul Newman, Marlon Brando, Montgomery Clift…
La última reina (2023) retrata a Enrique VIII como el villano y obviamente a Katherine Parr, su sexta mujer, como la víctima. ¿Qué le parece que por fin el cine adopte una mirada femenina? Es una muy buena pregunta. El mero hecho de hacer este película, de contar la historia desde este punto de vista, dice mucho y bueno sobre dónde nos encontramos. Narrar la biografía de un señor blanco de hace 500 años hoy suena, como mínimo, indulgente, y especialmente si tienes en cuenta su comportamiento. La historia más interesante, en cambio, es la de esa mujer que sobrevivió, le manipuló y le venció a su propio juego. Para mí, todo esto representa que, gracias a Dios, estamos reevaluando la narrativa en el cine. La mejor historia no siempre es la del hombre blanco y viejo. La mejor historia está en otra parte.
¿Qué le aconsejaría a un actor joven que alcanza la fama repentinamente? Que proteja su privacidad, un consejo que no me dieron. Le diría que la respete, la aprecie y la salvaguarde, porque se la pueden arrebatar. Cuanto más cedes, más gente asume que estás dispuesto a seguir haciéndolo, y antes de que te des cuenta, no te queda nada. Creo que una lección esencial para sobrevivir es tener una vida sana. Y es algo que, a la vez, te ayuda como actor.
Ha rodado con Spielberg o Scorsese, pero suele decir que lo suyo es cuestión de suerte. Está claro que es un gran actor. ¿Se atreve a decirlo? Me atrevo a decir que he abrazado la oportunidad de ser versátil y despierto. Que siempre he querido hacerlo mejor, y trabajar con gente que me ayudara a aprender y trabajar en proyectos que me asustaran y a la vez me estimularan. Sé que eso me ha ayudado a lo largo de los años. También he ganado en confianza y eso, creo, me ha ayudado a seguir avanzando. Pero me parece que empezar a hablar o a reflexionar sobre ti mismo más allá de eso no es muy sano como actor. A no ser que planees parar y decir: “Ya está, buen trabajo, hasta aquí hemos llegado”. Entonces, vale.
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