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Saiko, el granadino sin discográfica que llegó al número 1 de Spotify: “Que no hable de apuñalarte en una pierna no me convierte en ‘mainstream”

Desde Quevedo, ningún cantante había irrumpido con tanta fuerza en la música como este veinteañero, que ya ha colaborado con estrellas internacionales como Feid, Mora y, dentro de poco, Ozuna

Saiko posa en exclusiva para ICON.
Saiko posa en exclusiva para ICON.Clara Gámiz

“¿Dónde puedo ponerme para que no parezca que tengo Diógenes?”, pregunta Miguel Cantos Gómez (Granada, 21 años), hace seis meses un chaval que vivía con sus padres en Armilla, población de 23.600 habitantes, y hoy el cantante con el que todo artista del top 10 de Spotify en sus cabales quiere grabar una canción. Saiko, su nombre artístico, adolece de una problemática tan inusual como la de no encontrar hueco para meter 15 pares de zapatillas (compradas solo en este año) en una habitación en la que apenas cabe una cama de matrimonio (como la que se acaba de comprar). “Todas estas cosas que ves en la pared las ha colgado mi madre”, dice, y señala un corcho con fotos en las que aparece de niño, con amigos y con la camiseta del Granada, al que no vio ascender a Primera hace unos días por estar de viaje. La Basílica de Santa Sofía, en Estambul —mitad mezquita, mitad iglesia ortodoxa— no refleja tan vívidamente un cambio de era como lo hace esta habitación.

“Vestirse es una travesía”, se lamenta (¿querrá decir odisea?). “Para abrir el armario primero tengo que apartar todo este maletón de ropa, o peor aún, buscar la ropa dentro de la maleta”. Apenas duerme en casa. Por eso el equipaje siempre está a mano, sobre el suelo. Ayer mismo, recién aterrizado desde Miami, donde venía de grabar Polaris Remix, una canción con Quevedo, Feid y Mora —100 millones de oyentes al mes entre los cuatro—, evaluó si le merecía la pena jugar una partida online con sus amigos. Según calculó, necesitaría por lo menos una hora para hacer hueco entre el desorden y poner todo en marcha. Al final pensó que no, y se fue a dormir.

El cantante, en su habitación.
El cantante, en su habitación. Clara Gámiz

Su reguetón con toques de hiperpop tiene más oyentes mensuales que Dellafuente y Yung Beef juntos. Ambos, por cierto, son de Granada: uno era su cantante favorito de pequeño, y el otro, el segundo. Ninguno de ellos ha llegado a los números de Quevedo, estrella internacional a la que Saiko, sin embargo, conoció cuando todavía no estaban pegados (esta palabra se repetirá varias veces a lo largo de este texto y significa estar muy de moda, pero sin dar cringe, perdón, vergüenza). El pasado 5 de mayo le acompañó en el WiZink, en un concierto que rompió el récord de aforo del recinto, con más de 17.000 asistentes. “Todo es muy raro”, confiesa el propio cantante. “Imagina tener un colega que saca la canción más escuchada en el mundo durante cinco semanas, se pega que flipas, acaba haciendo temas con Myke Towers [el tercer cantante favorito de Saiko] y, al año siguiente, te pasa a ti lo mismo. En el concierto nos mirábamos como pensando: ‘¿Qué hacemos aquí, si somos dos tiesos?”.

Saiko sale de su cuarto camino a su viejo estudio de grabación. Lleva bajo el brazo el disco de oro que recibió Polaris. “Esto no lo había hecho nunca”, confiesa. Le paran poco en Armilla, dice, porque la mayoría de “chavales” ya le conocen de toda la vida y las “abuelillas” no saben quién es. Lo cierto es que Saiko lleva siendo Saiko desde los 13 años. Su hermano le cedió su apodo para que lo utilizara en las batallas de gallos. “Al principio era Psycho [’psicópata’ en inglés], pero como en Granada somos un poco catetillos todo el mundo lo pronunciaba pesicho y me lo tuve que cambiar”, recuerda. “Ahora si alguien me llama Miguel por la calle, ni me giro”.

Saiko camina por las calles de Armilla con el disco de oro de 'Polaris' bajo el brazo.
Saiko camina por las calles de Armilla con el disco de oro de 'Polaris' bajo el brazo.Clara Gámiz

Era poco de estudiar, aunque le entretenía escribir y ganó más de un concurso literario. A los 19, o sea, hace unos meses, se vio sin trabajo y sin estudios; metido en la música, pero con apenas 10.000 seguidores. “Estaba en la mierda, no nos vamos a engañar”. Habló con sus padres y se comprometió a buscar algo si después del verano de 2023 no vivía de la música. “Pero vaya, no os preocupéis, que para entonces voy a estar pegado”, prometió.

No habla por hablar, aunque lo cierto es que le gusta hablar mucho. “Siempre he tenido palique, lo que pasa es que ahora a la gente le interesa más lo que digo”, observa. Al lado de su estudio de grabación, dentro de un polígono y entre talleres de coche, hay una nave con los muros desgastados y alguna ventana medio rota. “Aquí voy a montar mi nueva sala”, y señala la parcela que acaba de adquirir. Del viejo estudio se ha cansado porque en los locales de al lado había bandas de rock ruidosas y chavales “que solo van para fumar pitis”. Al llegar, aparece uno de estos presuntos fumadores, efectivamente desubicado. “Yo a ti te he visto en algún sitio”, le suelta a Saiko.

Detalle del estudio de Saiko.
Detalle del estudio de Saiko.Clara Gámiz
Saiko, junto a su estudio y con su 'manager', José Andrés Pérez, y su amigo Carlos Gutiérrez.
Saiko, junto a su estudio y con su 'manager', José Andrés Pérez, y su amigo Carlos Gutiérrez. Clara Gámiz

El interior del estudio está a reventar. Como su cuarto, pero sin la cama de 1,35 y con pelusas en los rincones. “En estos últimos meses ha sido muy complicado venir aquí porque no he tenido casi tiempo”, explica. El mismo hermano mayor que le cedió su nombre le llevó por primera vez a un estudio de grabación. “Él quería cantar un tema que era de reguetón con autotune. El notas que producía no tenía ni idea de cómo utilizarlo, y la canción quedó fatal. Entonces mi hermano me dijo: ‘Mira, vamos a ir al estudio de Antonio Narváez [productor de Dellafuente], que ahí vamos a sonar de puta madre”. Con 14 años, se vio entrando en el templo privado de su artista favorito. “En ese momento yo no escuchaba otra cosa”, asegura. No debía imaginarse que unos años después sería su ídolo quien se acercaría a él: “Primero me escribió por Instagram. Después coincidimos en un festival, me felicitó por mi música y me dio las gracias por hablar siempre bien de él. Para mí sigue siendo lo máximo”.

Casi siempre compone sin rutina: “A veces estoy comprando en el Covirán y se me ocurre una melodía”. Así salió Supernova, que durante tres semanas entre abril y mayo fue la canción más escuchada de Spotify en España. “No ha tenido ningún sentido. Piensa que soy un artista que no está firmado [en ningún sello discográfico]. Poca gente ha hecho eso”. El tema reutiliza el estribillo de Un violinista en tu tejado, de Melendi, que salió en 2008, cuando Saiko tenía 6 años. “Me lo agradeció un montón, como si le estuviera haciendo un favor. Es muy buena gente”.

Saiko, de nuevo con sus dos acompañantes, en el mirador de San Miguel Alto.
Saiko, de nuevo con sus dos acompañantes, en el mirador de San Miguel Alto.Clara Gámiz

Para su siguiente destino, Saiko viaja en el monovolumen de su manager, José Andrés Pérez, que le descubrió por un vídeo de Instagram y desde entonces no se separa de él. Decide pasar por su peluquería antes de subir al mirador de San Miguel Alto: “Vengo aquí a menudo. Cuando me corto el pelo siento que soy inmortal”. En el coche suena Me muevo con Dios, el nuevo disco de Cruz Cafuné, padrino de la nueva generación y gran responsable del tsunami Quevedo. En el artista canario ha encontrado un apoyo para digerir su ascenso al estrellato, ya que “estar pegado tiene sus cosas buenas y malas”. ¿Las buenas? “Cosas como conocer a tus ídolos, estar de gira, ganar dinero, hacer lo que más te gusta”. ¿Las malas? “No poder opinar sobre absolutamente nada, porque diga lo que diga, hay gente que está todo el rato midiendo tus pasos”. Y además: “Ahora tengo una presión encima que no me gusta nada. Es complicado aguantarla. Mantenerte bien mentalmente, sin ansiedad. Teniendo en cuenta que no paras por casa, no ves a la familia. Nunca terminas de descansar. Yo estoy una semana en Madrid sin hacer nada, pero no siento que esté descansando. Yo descanso en mi casa”.

Salen del coche Saiko, el manager y el amigo del manager. La plaza está desierta. Aquí venía Saiko a beber una litrona con sus amigos. Hace meses que no tiene tiempo para estas cosas. Lo que conserva es el buen ánimo y el ingenio. “Porque esté pegado no voy a perder la responsabilidad de ser el gracioso del grupo”. Tiene dos días de vacaciones antes del siguiente viaje, y uno lo está gastando en hacer esta entrevista. Pese a ello, responde a todo y no tiene prisa. Al terminar, se queja de que hay dos cosas por las que no le preguntan nunca: el amor, y el dinero.

El artista posa después de haber terminado la entrevista.
El artista posa después de haber terminado la entrevista. Clara Gámiz

—¿Qué va a hacer con su dinero?

—Mi objetivo es ganar suficiente para que mis padres no trabajen. Me gustaría comprar un piso y un terreno para construirme una casa. De momento seguiré con mis padres.

—¿Y el amor?

—Tengo mucho guardado, pero nadie me lo saca.

Precisamente fue el amor, o el desamor, lo que le ha traído aquí, a lo más alto. Después de hablar con sus padres y prometerles que iba a vivir de la música, él y su manager lo apostaron todo a la producción de 1371, un EP bautizado con la cifra de kilómetros que le separaban de “una chiquilla de Canarias”. Es la historia que cuenta en Polaris, la canción que le dio a conocer en el mundo de la música. “Ocurrió en el momento perfecto. Mucha gente no conoce la historia que hay detrás, ni sabe que Supernova es la continuación”. Por eso no está de acuerdo en considerarse mainstream. “Yo no tengo la culpa de que mis canciones se peguen. Porque no hable de que te apuñalo en una pierna y te robo, no quiere decir que sea mainstream. Literalmente los mensajes que escribo por WhatsApp luego los pongo en las canciones, por eso siento que esta canción es tan personal”.

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