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Un suicidio, una sombra y una apuesta: cuando New Order cambió el pop electrónico para siempre

Se cumplen 40 años del álbum decisivo en la carrera del grupo británico descendiente de Joy Division. En el mes de junio, la banda tiene previsto actuar en las ediciones de Barcelona y Madrid del Primavera Sound

Peter Hook, Gillian Gilbert, Bernard Sumner y Stephen Morris, o sea, New Order durante su era de esplendor en los ochenta, posan en Nueva York en 1989.Foto: Bob Berg

Está ya bastante asumido que no hay fronteras entre el pop y el rock de guitarras y la música electrónica y de baile, pero hace 40 años plantear aquello sonaba insólito y muy disruptivo. La culpa la tuvo un suicidio: el de Ian Curtis, vocalista de Joy Division, quien se ahorcó en la cocina de su casa en las afueras de Mánchester (Reino Unido) el 18 de mayo de 1980. Con solo dos álbumes, Joy Division se había convertido en una de las bandas más influyentes del mundo: bastiones del post-punk y pioneros de lo que entonces se denominó onda siniestra. Habían comenzado a introducir sintetizadores en su sonido, pero no dejaban de ser una banda de rock.

La tragedia paralizó a sus compañeros de grupo, aunque no por mucho tiempo. Bernard Sumner (guitarra), Peter Hook (bajo) y Stephen Morris (batería) rápidamente decidieron continuar con un nuevo nombre, New Order, incorporando como teclista y guitarra a Gillian Gilbert, la pareja de Morris. Nadie quería cantar, pero al final se consensó que fuese Sumner quien tomase el puesto de Curtis, también como letrista. Todo fue muy rápido. En apenas un par de meses ya estaban tocando en directo y en septiembre emprendían su primera gira por EE UU. Grabaron un álbum, Movement, en 1981, pero era un paso en falso: no conseguían romper con el estilo de su banda anterior, no sonaban confiados.

Los cuatro comenzaron a trastear con secuenciadores, sintetizadores y cajas de ritmos. Un segundo viaje a Nueva York les hizo ver la luz. Allí descubrieron las pistas de baile y la música disco del momento, a discjockeys como Jellybean Benítez y a productores como Arthur Baker y Shep Pettibone. Tanto les impactó que, de vuelta a Mánchester, convencieron a Tony Wilson, el propietario de Factory —el sello que publicaba sus discos—, para abrir un club en su ciudad siguiendo la estela de discotecas neoyorquinas como Danceteria o Funhouse. En la primavera de 1982 se inauguraba así la mítica The Haçienda, el lugar que vio cómo los hombres blancos heterosexuales que venían del punk también podían bailar.

Stephen Morris, Gillian Gilbert, Bernard Sumner y Peter Hook, o sea, New Order, posan en el Roxy, en Londres, en 1986.
Stephen Morris, Gillian Gilbert, Bernard Sumner y Peter Hook, o sea, New Order, posan en el Roxy, en Londres, en 1986.Steve Rapport (Getty Images)

En el mismo momento en que Afrika Bambaataa y Grandmaster Flash estaban inventando el hip hop (con sus singles Planet Rock y The Message, respectivamente), New Order se encerraban en el estudio a experimentar con su flamante equipamiento y con los samplers. Ellos mismos aprendieron a autoproducirse. De las mismas sesiones de grabación salió, en primer lugar, el 12″ Blue Monday y, después, las ocho canciones de Power, Corruption & Lies. El álbum, pese a la influencia de la música de baile, tenía un tono “frágil e invernal” (según declaraciones de Stephen Morris a la revista Rolling Stone) y los títulos se pusieron en el último momento. El del álbum (Poder, corrupción y mentiras) lo tomaron de la contraportada de un ejemplar de 1984, de George Orwell, que había en el estudio. Protagonismo aparte merece la emblemática imagen de portada, una idea de su diseñador de cabecera, Peter Saville, quien tomó directamente el cuadro del siglo XIX Una cesta de rosas, del pintor francés Henri Fantin-Latour, y camufló el título y el nombre del grupo en un código de colores.

Un nuevo orden en el pop alternativo

Power, Corruption & Lies es la perfección de la música electrónica encarnada en álbum. A partir de este disco, New Order dan el salto cualitativo que les hace ganarse el respeto de todo el mundo, el synthpop anglosajón había llegado para quedarse y comenzaba a ofrecer sus primeros grandes clásicos”, afirma a ICON el periodista Pablo Ferrer Torres, autor del libro La Santísima Trinidad: El sonido del pop electrónico de masas. 4 décadas de Depeche Mode, New Order y Pet Shop Boys (2022). “Esa explícita reivindicación de la club culture facilitó el masivo reconocimiento de la música electrónica en el Reino Unido cuando esta desembarcó al final de la década en forma de house”, escribía el también periodista Half Nelson en Loops: una historia de la música electrónica en el siglo XX (2002), mientras que el locutor radiofónico estadounidense Jed The Fish fue aún más lejos al declarar que New Order hicieron mucho más por la popularización de la música house a nivel global que Frankie Knuckles y los DJs de Chicago.

“Creo que encontraron una gran fórmula para integrar su sonido y la orientación a la pista de baile. Power, Corruption & Lies fue el movimiento definitivo para establecer el estilo New Order y realmente marcó una referencia en el sonido alternativo para bailar. Su influencia ha sido enorme, tambien en nosotros”, asegura Servando Carballar, líder de Aviador Dro, a ICON. Es importante recalcar que la trayectoria de los de Mánchester y la del grupo madrileño —que se fundó en 1979 y todavía presume de haber inventado el término tecnopop— discurrió bastante en paralelo. Carballar recuerda que se hizo fan a “a muerte” de Joy Division cuando los descubrió en el recopilatorio A Factory Sample en 1978. Desde entonces, siguió muy de cerca lo que hacían sus miembros.

“A nosotros desde el principio nos ha interesado la pista de baile como antena parabólica de emisión de ritmos e ideas. No podemos concebir el pop sin que sea bailable, creo que es una parte integral, y eso en los setenta no estaba bien visto”, apunta el madrileño. “Siempre hemos querido que la gente baile con los pies y las neuronas a la vez y, aunque ya estábamos en ello, Blue Monday fue un disparo en nuestras cabezas, al igual que Das Model de Kraftwerk lo fue en 1978. Selector de frecuencias [maxisingle de Aviador Dro de 1982] y nuestro sonido son una muestra de ello. Lo hicimos cuando los maxis todavía eran el reino del funk y Giorgio Moroder”.

Otro artista, de una generación posterior, abducido por Power, Corruption & Lies es Antonio Luque (Sr. Chinarro), quien descubrió el disco en una cinta de casete grabada que le había traído un amigo desde Londres. “Puedo revivir la sensación, pero no sabría aún describirla con palabras. ¿Un amor para siempre, tal vez?”, intenta explicar el músico sevillano, quien llegó a grabar en su primer álbum, de 1994, su propia versión de Leave Me Alone, uno de los temas del emblemático disco de los de Mánchester. “En aquella época en la que los descubrí no entendía mucho inglés, pero con el tiempo me he dado cuenta de que sus canciones querían decir lo que yo intuía que querían decir. Puede que no sean grandes poetas en New Order, pero qué más da, es solo música pop”, añade.

Ana Fernández-Villaverde (La Bien Querida) recuerda que se los descubrió un amigo cuando daba clases de pintura en Madrid. “Reconozco que me costó entrar porque me sonaba muy ochentoso y la voz de Bernard Summer no tenía ni la oscura desgarradura de Ian Curtis ni la perfección vocal de Robert Smith [de The Cure]. Pero había algo que los hacía irresistibles, las melodías del bajo de Peter Hook”. La artista afirma que el segundo álbum de los de Mánchester es “el discazo, pop electrónico perfecto”, y que ha tenido mucho peso en su propia música. “Mi disco de 2014 Premeditación, nocturnidad y alevosía está muy influido por ese álbum, pero más allá de eso ha habido momentos en que, para hacer canciones, me ponía las de New Order y por encima sacaba otra melodía que me ayudaba con mi tema. Lo he tenido como grupo de cabecera mucho tiempo, sobre todo cuando estaba componiendo, y creo que en todos mis discos hay al menos una canción con una clara influencia de New Order”. La Bien Querida, que comenzó como artista gráfica, también hace hincapié en los diseños de Peter Saville, “un visionario sobre las claves del lenguaje visual contemporáneo”, sostiene.

Un grupo que no disfrutaba tocando en directo

La grabación de Power, Corruption & Lies supuso un breve alto en un creciente calendario de conciertos para una banda que, pese a ello, se sentía aún insegura en vivo. Nada más salir del estudio, incorporaron las nuevas canciones al repertorio de su gira y las probaron en público antes de que el álbum viera la luz. “Habíamos grabado los temas, pero no sabíamos cómo tocarlos”, declararía el batería. “La primera noche resonaba un silencio tras cada canción. La gente simplemente estaba ahí mirando, un montón de fans de Joy Division preguntándose qué estábamos haciendo”. Pero, con el disco ya en la calle, la recepción fue mejorando. En el verano de 1984 llegaron a España por primera vez: actuaron dos noches en el Rock-Ola de Madrid, además de en la sala Pachá de Valencia, Studio 54 de Barcelona y el Estadio Municipal de Marbella, en una noche surrealista en que compartieron cartel con Cabaret Voltaire, Enrique Morente y Pepe Habichuela.

Bernard Sumner, de New Order, durante un concierto en Hyde Park, Londres.
Bernard Sumner, de New Order, durante un concierto en Hyde Park, Londres. Ángel Sánchez

Tres años después, volvieron a Madrid, al Palacio de los Deportes, y en esa ocasión los teloneros fueron Aviador Dro. “Prácticamente no cruzamos palabra”, recuerda Carballar. “Lo que sí nos sorprendió es que tocamos nosotros primero con el pabellón lleno, luego llegó el grupo de rock The Long Ryders, que triunfaron, y después ellos, pero el Palacio se quedó casi vacío. Bajamos nosotros a primera fila y éramos unos pocos cientos. Y ellos no estaban muy motivados. El directo nunca ha sido su fuerte”, añade el líder de Aviador Dro. “Siempre he tenido la impresión de que Bernard y Gillian no disfrutan actuando”.

Power, Corruption & Lies inauguró y marcó la plantilla estilística de la etapa imperial de New Order, que continuó en los años 80 con otros discos igualmente adorados como Low-Life (1985), Brotherhood (1986), el recopilatorio de singles Substance (1987) y Technique (1989). “Musicalmente hablando, en aquellos años fueron por delante del resto de grupos de su generación”, afirma Pablo Ferrer. “Nunca se relajaron, eran investigadores natos, casi siempre rozaban la perfección. Su producción musical quita el hipo, tanto por la calidad de sus caras B como por la de los remixes que autorizaron publicar, aunque nunca los acompañaron las ventas masivas”. Pero en los noventa el grupo comenzó a ir cuesta abajo. “A partir de ahí, llegaron los problemas”, relata el autor de La Santísima Trinidad. “Proyectos paralelos que fueron desastrosos, conflictos entre sus componentes, inestabilidad emocional y el que, para mí, fue su mayor error, coquetear con el indie pop de entonces, algo que los descentró totalmente. Demasiado a menudo no eran más que la sombra de lo que habían sido”.

En 2007, Peter Hook, en disputa irreconciliable con el vocalista, abandonó la banda y esta se reestructuró. Los New Order que acudirán al próximo Primavera Sound los completan Tom Chapman al bajo y Phil Cunningham a la segunda guitarra, junto a Sumner, Morris y Gilbert. En su pronóstico sobre lo que pueden deparar estos conciertos, Pablo Ferrer concluye con un giro de guion inesperado: “Siempre se decía de ellos que sus directos no eran tan buenos como se les podía exigir, pero con la incorporación de sus nuevos componentes y la revisión de sus clásicos han subido muchísimo el listón. Atrás quedó la época en la que Sumner competía con Hook para ver quién de los dos daba más la nota. Desde la marcha de su histórico bajista, se les ve en un gran estado de forma, comprometidos y felices”.

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