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Adam Driver, la estrella más improbable de Hollywood: “No tengo mucha más vida fuera de la actuación”

La presencia más innegociable de las películas que interpreta y de las calles que pisa ha estrenado ‘Anette’, el musical más raro del otoño

Adam Driver, ante una cámara, lo que sabemos que le gusta, y sin hablar, lo que sabemos que le encanta.
Adam Driver, ante una cámara, lo que sabemos que le gusta, y sin hablar, lo que sabemos que le encanta.ERIK TANNER

Leos Carax vio por primera vez a Adam Driver (San Diego, 37 años) en un capítulo de Girls (2012-2017). Lo descubrió como casi todo el mundo, en la piel del exótico Adam, aquel personaje casi secundario pero con memorables tendencias nudistas y masturbatorias, y pensó: “Qué cara más extraordinaria, qué cuerpo más extraordinario”. Hacia la segunda temporada, en 2013, el actor ya estaba trabajando sin parar. Con Spielberg en Lincoln (2012), con los Coen en A propósito de Llewyn Davis (2013), con John Curran en Tracks (2013), con Noah Baumbach en Frances Ha (2012)... Y más o menos por aquel entonces, Carax le llamó.

El polémico director de Los amantes del Pont-Neuf (1991) y Holy Motors (2012) tenía un nuevo guion, Annette, un peculiar proyecto musical que había escrito a medias con los hermanos Ron y Russell Mael, el grupo Sparks, y le quería como su protagonista, un cómico llamado El Mono de Dios. Driver decidió que iba a trabajar con Carax. Su estrategia profesional se basa en tomar decisiones “en los cinco segundos” después de leer el guion o conocer al director, según confiesa durante una pausa en su trepidante visita al pasado festival de Cannes. “Si necesito más de ese tiempo es que algo falla”, confirma, con ese tono que le caracteriza, lacónico de necesidad y más serio que una inspección de Hacienda.

Cuando se conocieron, Adam aún “era un buen chico”, como le llamó Carax durante el festival. Todavía no había empezado la locura que vino con la nueva trilogía de la saga de Star Wars, donde interpretaba a Kylo Ren, el único icono pop surgido de aquellas películas, aquel nieto de Darth Vader que tonteaba con el Lado Oscuro. Ese halo de “buen chico” tal vez le venga de ser exmarine, alistado en un venazo patriótico poco después del 11-S. Se pasó al bando de la actuación tras graduarse en la escuela Juilliard en 2009. Desde entonces, se ha alejado de todo lo que pueda alimentar su imparable fama (aunque la ha usado para trabajar con los más grandes, una lista en la que coloca a Scorsese en lo más alto). Asegura haber tratado de buscar silencio para reflexionar sobre la fama, desaparecer a pesar de sus 1,90 metros de altura e intentar recuperar “el lujo del anonimato”.

Pero tampoco puede evitarlo: “No tengo mucha más vida fuera de la actuación”, avisa. Es un devoto de su trabajo, y más ahora que se ha liberado de Star Wars y ha vuelto a pasarse al cine de autor. Tras Annette, este año estrenará The Last Duel y House of Gucci, con Lady Gaga, las dos de Ridley Scott. Tras esta entrevista tuvo que salir corriendo de Cannes con dirección a Ohio, donde está rodando por quinta vez con Greta Gerwig y Noah Baumbach.

La fama tiene sus cosas buenas. Gracias a Kylo Ren, Carax consiguió la financiación para Annette. Quizá por eso, el actor decidió saltar por fin a la producción. “Lo considero una evolución natural. Veo este trabajo como algo muy colaborativo en el que mi papel no se limita solo a actuar, sino que soy parte del éxito de la película”, afirma. Driver interpreta a un hombre cuando menos tóxico, pero si se le pregunta, se agrava su consabida timidez: “No me gusta pensar en los temas de las películas, solo reacciono al momento que exige la escena”. Y en este musical tenía mucho trabajo: cantar cada una de las líneas de diálogo. “Cantar no me sale naturalmente, me moriría de la vergüenza si tuviera que hacerlo ahora mismo, pero aceptamos que el lenguaje de esta película era ese y cantamos en directo el 90% del filme”. Lo hace subido a una moto, a un barco o en mitad de un cunnilingus. Eso es disciplina militar.

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