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Kraftwerk, los cuatro tipos que sin cantar ni bailar ni tocar en directo han sido más influyentes que los Beatles

El grupo electrónico alemán inicia este lunes una nueva gira que los traerá por cinco ciudades españolas para recordar a las nuevas generaciones que hasta el Motomami Tour no sería posible sin lo que ellos hicieron hace casi 50 años

Kraftwerk posan en el Keio Plaza Hotel, Tokio, en septiembre de 1981.
Kraftwerk posan en el Keio Plaza Hotel, Tokio, en septiembre de 1981.Koh Hasebe/Shinko Music (Getty Images)

Cuando el año pasado arrancó la gira de Motomami, de Rosalía, mucha gente se echó las manos a la cabeza diciendo que aquello no era un concierto en directo, ya que no se veía en el escenario a ningún músico tocando nada. Cuando Daft Punk aparecieron ocultando su identidad bajo unos cascos y sin saber qué hacían exactamente en sus conciertos, más de uno se aventuró a pensar que bajo esos disfraces de robot podría estar cualquiera, simplemente haciendo el paripé, y que, como una franquicia del tipo Cirque du Soleil, podría haber giras simultáneas de Daft Punk en diferentes lugares del mundo al mismo tiempo y el espectador no encontraría diferencia entre unas y otras.

El concepto, la idea, era más importante que los músicos que estuvieran detrás. Cuando se comenzaron a generalizar los conciertos de música electrónica en los que solo se ve una mesa, un ordenador portátil y una persona mirándolo y manipulándolo con cara de concentración, con más aspecto de oficinista que de estrella del pop, gran parte del público predijo un fraude al no tener nunca la certeza de si aquella persona estaba haciendo algo musical o estaba revisando su correo electrónico.

Pero, a quien haya visto alguna vez un concierto de Kraftwerk, nada de esto le resultará extraño. Todo ya estaba inventado o anticipado desde los años setenta del siglo pasado por unos visionarios procedentes de Dusseldorf (Alemania) que rompieron todos los esquemas preconcebidos y allanaron el camino para que centenares, miles, tal vez millones de artistas posteriores, lo tuvieran más fácil. Si hay un consenso en la música popular que apunta a que The Beatles ha sido el grupo más influyente de la historia, esa idea solo ha sido refutada por quienes piensan que Kraftwerk, con más de 50 años en activo, poseen una importancia superior. Los de Liverpool innovaron sobre algo que ya se estaba haciendo, mientras que los de Dusseldorf rompieron con todo lo que existía antes y crearon algo completamente nuevo.

Karl Bartos, Ralph Hutter, Wolfgang Flur y Florian Schneider, o sea, la alineación original de Kraftwerk, posan en Nueva York en 1975.
Karl Bartos, Ralph Hutter, Wolfgang Flur y Florian Schneider, o sea, la alineación original de Kraftwerk, posan en Nueva York en 1975.Kraftwerk

Una prueba: circula en Youtube un vídeo datado en 1970 en el que los dos miembros fundadores de la banda alemana, Ralf Hütter y Florian Schneider (fallecido en 2020), emiten unos desconcertantes ruidos con una batería que suena como una caja de ritmos y una especie de guitarra-teclado con efectos indefinibles mientras que el atónito público observa o aplaude preguntándose, probablemente, qué demonios era eso, incluso sin tener claro si molaba o no. Era solo el comienzo.

Cuando salieron de gira fuera de Alemania por primera vez, en 1975, Kraftwerk ya era un cuarteto —completado por Karl Bartos y Wolfgang Flür— que utilizaba solamente instrumentos electrónicos, mientras que las voces eran procesadas por un sintetizador denominado Vocoder. Pocos lo comprendieron en su momento, como demuestran algunas de las crónicas que se publicaron de sus conciertos. Un ejemplo: en 1976, el periodista británico Barry Miles, tras verlos en la sala Roundhouse de Londres, tituló así su crítica para la revista Melody Maker: “Vuestros padres lucharon en la guerra para salvaros de esto”.

Pero otras mentes más abiertas les rindieron pleitesía automáticamente. Fue el caso de David Bowie, quien, además, contribuyó a popularizar a la banda. “Bowie solía decirle a todo el mundo que éramos su grupo favorito y, a mediados de los setenta, la prensa de rock se aferraba a cada palabra que salía de su boca”, declaró Ralf Hütter a la revista Mojo. El autor de Ziggy Stardust descubrió la música electrónica gracias a Autobahn (1974), el cuarto álbum de Kraftwerk, y siempre reconoció que el influjo de ellos fue un acicate para emprender su etapa berlinesa. Hütter y Scheneider le devolvieron el favor rindiéndole homenaje en la letra de Trans-Europe Express (1977), que decía “de estación en estación y de regreso a Dusseldorf, nos reunimos con Iggy Pop y David Bowie”. La explosión punk y, sobre todo, la del post-punk, cambiaron el clima cultural y lo hicieron más receptivo para acoger a los de Düsseldorf. Desde entonces, su influencia no ha dejado de crecer.

De concepto visionario a pieza de museo

“El cambio de paradigma que representó su música es similar al que puede propiciar la Inteligencia Artificial en estos momentos”, afirma Luis Lles, crítico musical y ex director del Festival Periferias de Huesca. “Sacar la experimentación electrónica del terreno inhóspito de la música clásica contemporánea en el que se encontraba para llevarla al territorio del pop fue revolucionario y derribó muchos esquemas. Todo ello por no hablar de la mastodóntica influencia que Kraftwerk ha tenido en todo lo que ha venido después: el synth pop, los nuevos románticos, el electro, el house el techno y cualquier corriente electrónica surgida a partir de los ochenta. Y a ello hay que añadir la fascinación creada por su imagen conceptual: el hombre-máquina, el mutante hombre-robot, el hombre biónico; de alguna forma, una concepción visionaria muy adelantada a su época”.

Kraftwerk, en una actuación en Róterdam, en marzo de 1976.
Kraftwerk, en una actuación en Róterdam, en marzo de 1976.Gijsbert Hanekroot (Redferns)

Realmente la época que marca el canon kraftwerkiano, el que atesora su mayor influjo, se puede comprimir en siete años: los transcurridos entre el citado Autobahn, Radio-Activity (1975), Trans-Europe Express (1977), The Man-Machine (1978) y Computer World (1981). Su caudal creativo en el estudio (otro mito, el de su base de operaciones, denominada Kling Klang, y cuya localización siempre han mantenido en secreto) era impresionante, pero la banda se mostraba mucho más reacia a tocar en directo. Un factor clave eran las dificultades tecnológicas con las que se encontraban para hacerlo. En su gira de 1981 —que pasó por el Palau Blaugrana de Barcelona, su primera vez en España— tuvieron que llevar su estudio pieza por pieza para poder reproducir su sonido. Luego grabarían dos álbumes más, que evidenciaban una decadencia compositiva: Electric Café en 1986, y Tour de France Soundtracks en 2003. En realidad, obtuvo mucha más relevancia su primer álbum en directo: Minimum-Maximum, que se publicó en 2005 con aclamación de la crítica especializada. Y también marcaba un cambio importante en la filosofía del grupo: “En los años setenta, Kraftwerk era el hombre manejando la máquina, y no una pieza de museo”, declaraba recientemente Hütter, quien siempre ha definido a su proyecto como un concepto multimedia y no un mero grupo de música.

En los últimos 20 años, Kraftwerk no ha dejado de tocar en directo por todo el mundo, sin publicar material nuevo. Celebran su legado pero, al tiempo, lo reinventan ligeramente con las nuevas tecnologías, incluido el concepto 3D que llevan desde hace unos años. El público no es muy consciente de lo que hacen en directo pero, según ellos, hay cierta manipulación manual y siempre se transforman un poco las canciones sobre la marcha, aunque el mayor trabajo está verdaderamente en los visuales. Su formación actual la lidera Hütter a la voz y sintetizadores (el único superviviente desde los inicios del grupo, con 76 años) junto a Henning Schmitz, que se encarga de los teclados y efectos sonoros, y dos técnicos de vídeo en directo: Falk Grieffenhagen y Georg Bongartz.

El grupo Kraftwerk, con sus características camisas rojas y corbatas negras, fotografiados en Tokio en 1981.
El grupo Kraftwerk, con sus características camisas rojas y corbatas negras, fotografiados en Tokio en 1981.Koh Hasebe/Shinko Music (Getty Images)

Lo de la pieza de museo, por cierto, no es un eufemismo. En 2004, Kraftwerk tocaron al completo sus ocho últimos álbumes, desde Autobahn en adelante, uno cada noche y en orden cronológico, en la Tate Modern de Londres. En 2012 hicieron lo propio en el MoMA de Nueva York y, en 2019, en el Guggenheim de Bilbao. Eso lo han ido alternando con su show en 3D, que reproduce, básicamente, el mismo repertorio de Minimum-Maximum, y que desarrollan en festivales y grandes recintos.

El ritual de lo habitual frente a la maldición de la creatividad

“Parece una especie de maldición. No sé a qué se debe exactamente, pero por alguna extraña razón la creatividad de la gran mayoría de los artistas de la música electrónica se agota pronto”, reflexiona Luis Lles. “No hay carreras tan longevas como las que se dan en el pop o el rock. Jeff Mills o Alva Noto, que siguen sacando buenos y abundantes discos, serían excepciones, pero Kraftwerk, desde luego, no lo es. Resulta difícil creer que vayan a sacar material nuevo. Ir a verles en directo ahora mismo supone, más que nada, un ritual. Ni siquiera a nivel visual han evolucionado mucho en los últimos años, salvo el detalle de las gafas 3D, y el hecho de que sus giras se hayan vuelto tan frecuentes últimamente, con solo Ralf al frente de la nave y con miembros intercambiables, aunque eso encaje muy bien en su filosofía sevillasonal, no me acaba de convencer. Siempre pensé que ir a un concierto de Kraftwerk era algo muy especial y exclusivo. Sin querer sonar elitista, el que se haya convertido en algo normal y habitual creo que le quita atractivo. Sí, desde hace ya unos años sus conciertos son una especie de autocelebración de su enorme herencia, pero sin la excitación que produce el esperar algo nuevo”, añade este especialista en música electrónica, que los ha visto en directo siete veces.

Los alemanes Kraftwerk posan frente al tren que dio nombre a uno de sus temas más célebres.
Los alemanes Kraftwerk posan frente al tren que dio nombre a uno de sus temas más célebres.Gilbert UZAN (Gamma-Rapho via Getty Images)

La mejor, dice, fue en el Teatro Municipal Miguel Fleta, en Zaragoza, en 1991, en la segunda gira que los traía por España después de aquel mítico paso por Barcelona 10 años antes. “También fue especialmente emocionante la primera vez que actuaron en el Sónar, en 1998, porque significó el reconocimiento “oficial” a la brutal influencia que han tenido en el universo de la música electrónica”, rememora.

“Ready made”, de nuevo en España

Esta nueva gira europea, eso sí, ofrecerá la posibilidad de ver a esa pieza de museo descontextualizada en otros lugares históricos, casi como aliens caídos de una nave espacial a modo de renovación del dadaísmo. Estarán, por ejemplo, en la Acrópolis de Atenas, en el Trinity College de Dublin o en un anfiteatro de Florencia, además de en la Plaza de España de Sevilla (Icónica Fest, este lunes 3 de julio), el 21 de julio actuarán en el Pantano de Lanuza, en el Festival Pirineos Sur; el 26 en el Alicante Summer Festival, el 27 en el Universal Music Festival (en el Teatro Real de Madrid, que, recordemos, hace 22 años se negó a que tocara Björk por resultar demasiado moderna), y el 29 estarán en los Jardines de Terramar en Sitges.

Kraftwerk, durante el concierto ofrecido en el Latitude Festival en 2013, en Southwold, Inglaterra.
Kraftwerk, durante el concierto ofrecido en el Latitude Festival en 2013, en Southwold, Inglaterra.Andy Sheppard (Redferns via Getty Images)

Es inevitable finalizar preguntándole a Lles, que también fue director de Pirineos Sur, por el paso de Kraftwerk por el festival. “La posibilidad de verlos en el pantano de Lanuza, rodeados de montañas, creo que va a ser un momento mágico. Es sacar a Kraftwerk de su contexto y colocarles en lo que, en principio, parece el escenario más antitético respecto a lo que representan: el grupo futurista de los hombres-máquina tocando en la naturaleza más primigenia. Lo más artificial en el medio más natural. Pero, al fin y al cabo, tiene su coherencia. Kraftwerk siempre dijeron que la música que hacían era el folclore del futuro. Tenían que acabar tocando en un festival que ondeó desde sus inicios la bandera de las músicas del mundo y de raíz”.

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