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“Son tan importantes como el color de las paredes”: el diseñador que quiere pintar los suelos de nuestras casas

El diseñador británico Jermaine Gallacher se rebela contra los pisos de madera desnuda, a los que achaca pereza mental, y aboga por sacar las pinturas para decorar el rincón más ignorado del salón

El suelo de la oficina de Jermaine Gallacher.
El suelo de la oficina de Jermaine Gallacher.Jermaine Gallacher

“¡Deshaceos del chintz!”. En 1996, las mujeres protagonistas de un anuncio de IKEA creado para el mercado británico coreaban este lema mientras arrancaban sus cortinas de flores, tiraban a la basura sus lámparas de pantallas con flecos y, en fin, se deshacían de todos esos elementos decorativos que uno asocia a las novelas de Rosamunde Pilcher. Segundos antes de lanzar por la ventana un tapete de ganchillo como si fuese un frisbi, enrollaban una alfombra antigua: al final del anuncio, las moquetas de las habitaciones también habían desaparecido y el grupo de mujeres celebraba la llegada de la era de los interiores despejados y sencillos “a la escandinava” en el salón de una casa con unos pulidos suelos de madera de arce.

Nacido a finales de los años ochenta, el diseñador británico Jermaine Gallacher creció en esa Gran Bretaña sin enmoquetar y ha triunfado como marchante de muebles en una galería londinense con el suelo de listones de madera. Sin embargo, hace poco tuvo su propio despertar decorativo. El pasado mes de abril, Gallacher se rebeló contra los suelos de madera desnudos y decidió pintar el de su oficina de Londres. El diseñador aplicó una capa de pintura negra sobre otra amarilla, y, cuando aún estaba fresca, arañó la superficie para crear uno de sus característicos diseños en zigzag. “No diría que los suelos de madera han muerto, pero sí creo que son un poco aburridos. La gente no hace caso de los suelos al decorar sus casas y en realidad son tan importantes como el color de las paredes. Hay una tendencia hacia la neutralidad de la madera desnuda, cuando lo que de verdad necesitamos debajo de los pies es una gran capa de pintura de un color brillante y atrevido”, asegura el diseñador por correo. “¿Por qué no tirarse a la piscina con un efecto pintado a mano o un patrón geométrico? Además, las zonas más transitadas de una casa no son el mejor lugar para una alfombra”.

El diseñador Jermaine Gallacher en su galería en Londres.
El diseñador Jermaine Gallacher en su galería en Londres.

Según el diseñador, la idea de pintar el de su despacho en lugar de alfombrarlo o enmoquetarlo como podría esperarse de él (Jermaine Gallacher ha diseñado varias alfombras y en uno de sus últimos proyectos de interiorismo ha usado una llamativa moqueta de color nazareno) se la dio la lectura del manual de pintura decorativa Paint Magic, un bestseller británico de los años ochenta en el que su autora, Jocasta Innes, defendía que técnicas como el estarcido constituían una excelente alternativa para decorar los suelos de una casa. Innes argumentaba que los suelos “rara vez son lo bastante buenos para dejarlos tal cual” y “alfombrarlos sale caro” y les explicaba a sus lectores distintos procesos para pintarlos de manera casera. Los lectores no debían preocuparse si el acabado no era perfecto y la pintura dejaba a la vista parte de la madera: según Innes, eso les daba a los suelos un aspecto más hogareño y acogedor. Hoy, ese espíritu “háztelo tú mismo” vuelve a estar en boga y las revistas de decoración más conocidas llevan un par de años proponiendo la pintura como una manera económica y entretenida de decorar los suelos.

El remedio no es precisamente nuevo. Los suecos del siglo XVIII solían pintar los suelos de madera de sus casas para que pareciesen de mármol como los de los palacios italianos, demasiado fríos para sus hogares, mientras que los colonos estadounidenses estarcían los de sus casas en el campo de Nueva Inglaterra para simular alfombras y moquetas por lo costoso que era importar las de verdad desde Europa. El tiempo fue pelando las capas de pintura de la mayoría de esos suelos históricos, pero durante la segunda mitad del siglo XX decoradores como Paul Leonard o Mario Buatta, “el príncipe del chintz”, apostaron de nuevo por los suelos pintados. Luego, vino otra manera de entender lo rústico y lo escandinavo.

El suelo de la oficina de Jermaine Gallacher en Londres.
El suelo de la oficina de Jermaine Gallacher en Londres.Jermaine Gallacher

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