El anuncio de dos bodas marca el fin del ‘annus horribilis’ de Rania y Abdalá de Jordania
Las celebraciones por los esponsales del príncipe heredero Husein y de la princesa Imán dejan atrás la fractura de la dinastía hachemí tras la fracasada trama palaciega de Hamza, hermanastro del rey
El anuncio de la boda del príncipe Husein, heredero del trono de Jordania, al mes siguiente de la celebración de los esponsales de su hermana, la princesa Imán, ha terminado de devolver la alegría a la familia real de la dinastía hachemí, encabezada por el rey Abadalá II y la reina Rania. La noticia llega tras un annus horribilis de conspiraciones palaciegas, escándalos de corrupción y problemas de salud del monarca.
Husein, de 28 años, se comprometió el miércoles con la saudí Rajwa al Saif, de su misma edad, en una ceremonia familiar celebrada en Riad ante las familias de los novios: la de los reyes jordanos y la del empresario Jalid al Saif, padre de la prometida. A comienzos de julio, la Casa Real ya había anunciado también el compromiso matrimonial de Imán, segunda hija de Rania y Abdalá, de 25 años, con el financiero de origen venezolano afincado en Nueva York, Yamil Alexander Thermiotis, de 28.
“No creía posible llevar tanta alegría en mi corazón”, ha resumido sus sentimientos a través de su cuenta de Twitter la reina Rania, quien ha vuelto a frecuentar las redes sociales al hilo de ambas celebraciones. El fallecimiento de su padre, en mayo, y la operación de columna vertebral a la que fue sometido de urgencia en mayo su marido en un hospital de Fráncfort (Alemania), marcaron los últimos episodios de una cadena de desventuras familiares desde la primavera de 2022.
I didn’t think it was possible to hold so much joy in my heart! Congratulations to my eldest Prince Hussein and his beautiful bride-to-be, Rajwa pic.twitter.com/hVhJHhnCir
— Rania Al Abdullah (@QueenRania) August 17, 2022
El príncipe heredero Husein se formó en la Universidad de Georgetown (Washington, EE UU), donde también cursó estudios de posgrado Felipe VI de España. Completada su formación hace ahora siete años, comenzó a participar en los primeros actos públicos de entidad bajo la supervisión de los reyes. Como su padre y su abuelo, siguió instrucción militar en la academia militar de Sandhurst (Reino Unido). Hoy es piloto de helicópteros en las Fuerzas Armadas jordanas, donde ha prestado labores de asistencia humanitaria durante la pandemia.
Su futura esposa se graduó en arquitectura en la Universidad de Siracusa (Estado de Nueva York). Está ligada a la familia real saudí por su vinculación con el clan de los al Sudairi, al que también pertenece el actual rey Salmán; así como emparentada con los influyentes jeques de la ciudad de Al Attar, en la provincia de Néyed, centro geográfico de la península Arábiga. Su padre es el propietario de una de principales constructoras saudíes, que ha erigido algunos de los rascacielos que definen el perfil urbano de las capitales más dinámicas del golfo Pérsico.
Antes de las celebraciones de compromiso matrimonial, un juego de tronos en el seno de la dinastía hachemí, estuvo a punto de desestabilizar el año pasado a Abdalá II, de 60 años. La trama palaciega se cerró aparentemente en abril con la renuncia del príncipe Hamzah a sus derechos dinásticos. Medio hermano del rey, primogénito del cuarto y último matrimonio del padre común —Husein de Jordania, fallecido en 1999— con la reina Noor, Hamza, de 42 años, fue designado heredero del trono cuando su hermanastro llegó al trono hace 23 años. Pero fue relegado en favor del príncipe Husein en 2004. Considerado sospechoso de sedición en una conjura “inspirada desde el extranjero”, se encuentra bajo arresto domiciliario de hecho desde hace 15 meses.
La relación entre ambos hermanastros no dejó de empeorar, agravada por la pugna entre la reina viuda Noor y la reina Rania en defensa de los derechos de sus primogénitos. La intentona de sedición agudizó la grieta dinástica en el oasis de calma y seguridad que Jordania aspiraba a representar en medio de las turbulencias de Oriente Próximo.
Las pugnas identitarias entre beduinos, como el príncipe Hamza, y palestinos, origen nacional de Rania, marcan el devenir del país árabe. El matrimonio de Abdalá II con Rania, nacida en el exilio de una familia huida tras el nacimiento del Estado judío en 1948, encarna en gran medida el pacto entre las dos grandes comunidades de Jordania. Hamzah, por su lado, representa la defensa de los privilegios de los herak, cofradías tribales beduinas, que ven con preocupación la transformación de una sociedad cada vez más diversa.
Un tribunal militar condenó el pasado verano a Sharif Hasán bin Zaid, miembro de la familia real y amigo de infancia del monarca, y al exministro y asesor real Basem Awadalá, a 15 años de prisión por su implicación en la trama golpista atribuida a Hamza. Ambos tienen también nacionalidad saudí y mantenido estrechas relaciones con Mohamed Bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí y hombre fuerte de facto en Riad.
La dinastía hachemí fue fundada por Husein Bin Alí, jerife de La Meca y protector de los santos lugares del islam, pero la separación bajo mandato británico de los reinos de Transjordania y Arabia tras la Primera Guerra Mundial dio lugar a una soterrada rivalidad con los Saud. Las dos casas reales se reclaman descendientes del profeta Mahoma. La boda del heredero al trono jordano con una joven de una noble y acaudalada familia saudí parece tender ahora puentes sobre la antigua brecha abierta entre ambas monarquías.
Sombras de corrupción en medio de la crisis
Los denominados Papeles de Pandora, una filtración conseguida por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, en cuyo análisis colaboró EL PAÍS, revelaron el pasado octubre que Abdalá II es propietario de 14 viviendas de lujo no declaradas, repartidas por el Reino Unido y Estados Unidos. Los inmuebles fueron adquiridos a través de empresas pantalla registradas en paraísos fiscales, y su valor total se eleva a más 96 millones de euros. Las viviendas incluyen una casa en Ascot, Reino Unido, donde se celebran las carreras de caballos favoritas de la aristocracia británica; varios apartamentos en el centro de Londres; otros cuatro pisos de lujo en Washington, EE UU, con vistas panorámicas al río Potomac, y tres casas contiguas en primera línea de mar en Point Dume, cerca de Los Ángeles, en California.
La economía de Jordania lleva tiempo marchitándose, con más de 25% de tasa de desempleo (el 40% entre los menores de 30 años), y con más de un millón de refugiados sirios a su cargo, entre 10 millones de habitantes. Las consecuencias de la guerra en los vecinos Irak y Siria han agudizado su declive como cruce de vías comerciales. Y el nuevo orden regional surgido de los llamados Acuerdos de Abraham (suscritos por Israel y monarquías del Golfo y el Magreb para hacer frente a Irán) ha empezado a relegar el papel de intermediación en Oriente Próximo que representaba Jordania como islote de estabilidad jordano en el avispero regional.
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