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Famoso analógico, famoso digital

Internet gana influencia como fábrica de celebridad, aunque en su terreno también jueguen las celebridades que no nacieron en la Red

De izquierda a derecha, Úrsula Corberó, Dulceida y Miguel Bosé.
De izquierda a derecha, Úrsula Corberó, Dulceida y Miguel Bosé.Cordon Press
Sergio C. Fanjul

De la misma manera que hablamos de nativos y migrantes digitales, dependiendo de si, por edad, alguien ha sido criado en el entorno de internet o se ha incorporado ya de adulto, también se podría hablar de famosos analógicos y digitales, dependiendo de si su fama se ha creado en el ámbito de la Red o en el menguante mundo exterior. Los famosos analógicos serían actores, músicos, deportistas; los famosos digitales serían youtubers, influencers, tuiteros de éxito, bailarines de TikTok. Aun así, ambas famas, la hecha de bits y la hecha de átomos, muchas veces se entrecruzan y confunden.

Es curioso: los perfiles de Instagram más seguidos en el planeta pertenecen a estrellas analógicas, como el futbolista Cristiano Ronaldo (378 millones), la celebrity Kylie Jenner (291 millones) o el actor Dwayne Johnson, La Roca (282 millones), cuyo número de seguidores supera de largo la población de la mayoría de los países. Los famosos analógicos han entendido la importancia de su perfil digital, que muchas veces es gestionado por profesionales o agencias, y cuyo impacto en redes y número de seguidores puede influir en su carrera. Y han entendido bien, porque las celebridades que saben utilizar las redes generan mayor empatía y vínculo emocional con sus seguidores, según revela un estudio sobre Engagement y vinculación emocional en las redes sociales realizado por la agencia de comunicación Marco. Algunos de los famosos españoles más seguidos en Instagram son el futbolista Sergio Ramos (49 millones de seguidores) o las actrices Ester Expósito (29 millones) o Úrsula Corberó (25 millones).

Internet ha cambiado mucho los modos de popularidad. En tiempos pretéritos, los famosos solían ser personajes lejanos, inaccesibles, encerrados en sus jaulas de oro y torres de cristal. La relación entre celebridades y seguidores era estrictamente unidireccional. Ahora cualquier superestrella es accesible en cierta medida a través de las redes sociales, donde podemos otorgarles nuestros me gusta y escribirles comentarios. Si antes las celebridades comparecían con frecuencia restringida en conciertos, teatros o programas televisivos, hoy podemos asistir a su día a día, conocer su faceta más doméstica y sus opiniones más privadas sin necesidad de intermediarios. Las narrativas son íntimas y cotidianas: Sergio Ramos y Pilar Rubio nos muestran a sus retoños en la piscina. Paz Padilla hace el gamba en TikTok. Miguel Bosé ventila su negacionismo vírico.

Pero no todo es tan sencillo. “Las grandes estrellas globales van a tener más seguidores que un influencer nativo, pero van a ser menos capaces de conectar con sus fans por el carácter más vertical de su fama, en comparación con la horizontalidad que suelen tener los influencers”, dice Jaime Pérez-Seoane, director de la agencia de influencers Go Talents y de la web Cleb, donde los personajes populares venden vídeos dedicados a sus seguidores (otra forma en la que los famosos analógicos operan en la Red). Esas grandes estrellas van a tener audiencia en muchos países, pero, por eso mismo, su influencia puede verse desdibujada desde un punto de vista comercial.

“Otra cosa es la capacidad de trasladar ideas o mensajes sencillos a mucha gente”, dice Seoane, “en eso nadie ganará a los gigantes. Rafa Nadal dice algo en España, pero llega a cientos de millones por todo el mundo”. El influencer tendrá impacto local, pero no podrá competir en la globalidad. Internet también ha influido en el fenómeno fan, permitiendo una mejor articulación del mismo, permitiendo mejor comunicación y organización entre los seguidores y entre el famoso de turno y sus seguidores. Es tal el interés que generan los famosos en Internet que hay hasta ciberdelincuentes que utilizan su nombre e imagen para robar y estafar a los usuarios. La empresa de ciberseguridad McAfee realiza informes sobre qué famosos es más arriesgado buscar en la Red. En la última edición, de 2020, salieron nombres como Rosalía, Jedet o Ana Rosa Quintana.

En el lado digital, internet va tomando protagonismo (y comiendo terreno a la televisión) como fábrica de celebridades, sobre todo entre las nuevas generaciones. Algunas personas alcanzan la fama por su actividad en redes, ya sean youtubers como Ibai Llanos o El Rubius o influencers como Dulceida o María Pombo, una democratización de la celebridad que nos hace sentir que cualquiera puede dar el salto a la fama en una sociedad meritocrática. El vínculo afectivo es aún más fuerte al existir la sensación de que esa celebridad es patrimonio del público, que la ha aupado, y no una imposición vertical de la industria. Aunque suelen empezar en solitario, con el tiempo, detrás de algunos de estos personajes se forman equipos de varias personas e incluso pequeñas empresas.

“Los patrones de la fama son esencialmente los mismos”, dice el sociólogo Mariano Urraco, profesor de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima). “Si acaso, se puede observar cierta sensación, más ficticia que real, de horizontalidad, de interacción y tal vez una mayor identificación bajo la premisa, seguramente falsa, de que son ‘famosos hechos a sí mismos”. Otra característica relevante de la fama en Internet es que está más sectorializada: un influencer de videojuegos o moda muy conocido en su ámbito puede ser muy desconocido entre el público en general.

Los famosos digitales, aparentemente gente como usted y como yo, apuntalan la idea de la cultura del esfuerzo, al tiempo que generan gran cercanía y complicidad entre sus seguidores, y eso puede generar tensiones vitales “La cercanía con el usuario a veces puede ser fuente de estrés por la alta exposición, también tensan los desafíos asociados a la fama, retos que hacen necesario un especial esfuerzo para mantener los pies en el suelo”, escribe el periodista Millán Berzosa en su libro Youtubers y otras especies (Ariel), “muchos consideran a muchos youtubers auténticos mitos”. Son conocidos los problemas de acoso y ansiedad sufridos por personajes como El Rubius.

Por estas y otras razones algunas celebridades han decidido en algún momento de sus carreras dejar internet, ya sea de manera temporal o definitiva. Es el caso de Dulceida, que anunció un parón un agosto, tras el fallecimiento de su abuela y sufrir acoso constante en la Red. Laura Escanes borró la aplicación de Instagram durante unos días en por “miedos, inseguridades y pérdidas”. Algunas superestrellas internacionales como Rihanna, Taylor Swift o Justin Bieber también han pasado temporadas alejadas de las redes por agotamiento y sobrexposición. Pero, será el signo de los tiempos, casi todos acaban por volver. El mundo virtual ya no es menos real que ese que llamamos real, y nadie, mucho menos un artista, quiere estar fuera del mundo.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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