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La paradoja y el estilo
Columna
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La desgana de Rajoy

La reina Sofía ya está en Marivent, esa deliciosa residencia de verano 'all included' en Mallorca, acompañada por su hermana Irene y la infanta Elena. Planazo de chicas con vistas al mar

La reina Sofía, en la Copa del Rey de Palma de Mallorca celebrada en agosto de 2018.
La reina Sofía, en la Copa del Rey de Palma de Mallorca celebrada en agosto de 2018.FERNANDOJUNCOTELLADO (GTRES)
Boris Izaguirre

El miércoles de camino a mi gimnasio, un sitio que tras el confinamiento se ha reconvertido en un centro de vigilancia y control, aparte de lugar de entrenamiento y sudor, tuve un encuentro especial. Llegando a esa palestra se me ocurrió mirar hacia los lados al bordear cuidadosamente el restaurante vecino. Con mis ojos, descubiertos por la mascarilla, reconozco a Mariano Rajoy, el mismísimo expresidente, acompañado por un señor con aspecto de guardaespaldas veterano, absorto en algún pensamiento (algo frecuente en los gallegos que conozco) y sin mascarilla.

¡Cómo puede ser la vida de rebelde e inesperada! Decidí acercarme a saludar como hago siempre que veo a un amigo o conocido. Eso sí, siguiendo el protocolo, las flechas indicativas y manteniendo la distancia de seguridad. Al verme, el expresidente reaccionó levantando su mano izquierda como si le pesara mucho y trazando con ella el gesto de desdén popular más intenso desde que Bisbal evitó el beso de Chenoa en público. Decepcionado, seguí mi camino pensando de forma atropellada: A) No me ha reconocido B) ¿Será que solo levantó la mano para espantar algún insecto? C) ¿Acidez estomacal? D) Si ese es su saludo, siendo él una persona notable, alguien debería sugerirle un esfuerzo y que lo modifique. Un expresidente no puede ofrecer una cortesía como si espantara una mosca gorda. Es poco edificante. Y entonces reflexioné: probablemente leyó aquello que escribí, pelín crítico, acerca de su polémica carrera con la que se saltó deportivamente el santo confinamiento.

Al final entrené más de una hora. Aunque sudé, fui incapaz de olvidar del todo esa inquietante y perturbadora desgana presidencial. Durante el almuerzo Ángeles González Sinde quiso saber si le había preguntado algo. No, no pude. “A lo mejor estaba en una de esas gestiones rutinarias tan molestas”, defendió la exministra (los políticos, sobre todo los que ya no ejercen, siempre tratan de justificarse entre ellos). Puede ser cierto que cuando dejas un cargo tan destacado la vida se convierte en un aburrimiento durante cierto tiempo. Esa noche, todavía contrariado, se lo comenté a Antonia dell’Atte, durante un descanso de nuestra entrevista en TVE y ella, filosófica, matizó: “Dentro de ti nunca dejas de ser público. Una modelo, igual que un presidente, siempre se sabe observada”.

Es verdad que hay que observar los matices. Ágatha Ruiz de la Prada sale exultante en ¡Hola! saludando encantada sus primeros sesenta años. Es cierto que Isabel Preysler ya había hecho una portada similar al rozar esa edad. Ambas defienden que madurar es más chic que rejuvenecer. Te da más estilo, más independencia. “En una palabra, menos aburrimiento”, me confesó la propia Ágatha. “Claro que no me imaginé llegar a esta edad con esta sensación de ser tan observada pero sé que es clave no aburrirse. En el momento que lo haces, das un bajón”. Vaya, concluí, a lo mejor eso fue lo que le sucedió a Rajoy aquella apática mañana. Sintió el bajón.

Para evitar la apatía, el bajón que da el aburrimiento prolongado y esquivando todas las especulaciones sobre el presunto abandono de la Zarzuela por parte de su estrella más mediática, ha sido la reina emérita quien, tomando la delantera, ha abandonado el palacio esta misma semana. ¡Por fin! La reina Sofía deja atrás los malos rollos y ya está en Marivent, esa deliciosa residencia de verano all included en Mallorca, acompañada por su hermana Irene y su hija, la infanta Elena. Planazo de chicas con vistas al mar.

¡Jo! Cómo me gustaría que Mariano estuviese con ellas disfrutando en ese Xanadú, relajándose gratis, ensayando un nuevo saludo entre el mar y el viento. Se lo merece.

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