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Energía y redes que atraen a los fondos

Los inversores buscan rentabilidades estables e ingresos recurrentes, sobre todo en sistemas de comunicación y fuentes energéticas renovables

Instalación de Exolum, nombre actual de la Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH).
Instalación de Exolum, nombre actual de la Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH).

Nombres como Macquarie, EQT, Ardian, KKR, CVC o GIP son ya habituales en los titulares sobre operaciones empresariales millonarias en España. El interés por invertir de sus megafondos de infraestructura, que mueven miles de millones, no ha hecho más que aumentar en los últimos tiempos en el país, mercado que atrae especialmente por el desarrollo de energías renovables y redes de comunicación. En los últimos años han protagonizado sonadas compras y movimientos accionariales en Naturgy, Solarpack, MásMóvil (en proceso de fusión con Orange), Euskaltel (adquirido en 2021 por MásMóvil) o Exolum (antes CLH).

Detrás de estos megafondos están grandes inversores institucionales que buscan, ahora más que nunca, cobijarse a largo plazo de un entorno económico incierto. “Las inversiones en infraestructuras permiten conseguir rentabilidades relativamente estables mediante la obtención de flujos de caja recurrentes que, en los mercados actuales, más volátiles, son activos más seguros”, explica Antonio Castañeda, socio de financial advisory de Deloitte. A eso añade Fernando González Cuervo, socio de EY especializado en infraestructuras, que “se interesan por inversiones a muy largo plazo y con poco riesgo, ya que muchas veces son negocios vinculados a concesiones públicas a 25, 75 o, incluso, a 90 años”.

Efectivamente, “buscamos oportunidades de inversión en empresas que prestan servicios esenciales a la sociedad y estas empresas suelen estar respaldadas por activos o por contratos a largo plazo con una gran visibilidad del flujo de caja y protección contra la inflación”, admite Asís Echániz, responsable para España de EQT, uno de los gigantes mundiales del sector, que abrió oficina en Madrid en 2015. Por entonces eran tres personas, hoy son más de 25.

En los últimos años, esta compañía sueca se ha expandido activamente en nuestro país a través de su fondo de infraestructuras con inversiones en Islalink (fibra óptica), Parques Reunidos (ocio) o Solarpack (proyectos solares fotovoltaicos). Además, EQT cuenta con un fondo de capital riesgo que ha entrado en Adamo (fibra óptica), Igenomix (reproducción asistida) o Idealista (anuncios de inmuebles).

Negocios con potencial

“Vemos un enorme potencial para la energía solar en España y en todo el mundo, ya que la necesidad de soluciones energéticas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente se acelerará en los próximos años”, considera Echániz, quien adelanta que EQT Infrastructure acelerará el despliegue de nuevas plantas de energía solar fotovoltaica aquí y en todo el mundo. Además, “también sabemos que el uso de datos seguirá creciendo en los próximos años”, añade Echániz, consciente de que eso requiere enormes inversiones en infraestructura subyacentes de internet, como las redes de fibra, los centros de datos y las antenas, “ya que estas capacidades deben ampliarse para satisfacer la creciente demanda”.

Un ejemplo en esa área es la reciente operación por la que MásMóvil está en proceso de venta al fondo de la australiana Macquarie de una red de fibra en construcción por 200 millones de euros. O que el fondo europeo de infraestructuras CEBF invirtiera el año pasado en España en Asteo Red Neutra y Rede Aberta, compañías centradas en llevar fibra a zonas rurales.

También para Alex Araujo, gestor del fondo M&G (Lux) Global Listed Infrastructure, este tipo de construcciones se sitúa en el centro de la transición hacia un mundo con cero emisiones netas de carbono. “Los compromisos de invertir en una economía verde deberían proporcionar un poderoso viento de cola para las empresas que poseen y explotan activos de infraestructuras físicas”, asegura este experto, que también ve excelentes perspectivas para las digitales: “Los centros de datos se benefician de una poderosa tendencia de crecimiento estructural y las empresas de torres de comunicación capitalizan las oportunidades a largo plazo creadas por el aumento de la penetración de internet y el uso de datos móviles”.

Interés creciente

“Esta década pertenece a las infraestructuras. La demanda de inversiones en este sector es mayor que nunca, impulsada por el rápido ritmo de cambio que estamos viendo en todo el mundo”, afirma Graham Matthews, director general de infraestructuras de la empresa de asesoramiento en inversiones Patrizia SE, quien cree que los Gobiernos por sí solos no pueden seguir el ritmo de las megatendencias globales de urbanización, demografía, conectividad digital, inclusión social, cambio climático y descarbonización. “La inversión de las empresas privadas es esencial”, asegura.

Según datos de la consultora Preqin, los grandes fondos de infraestructuras han recaudado solo en la primera mitad de 2022 cerca de 120.000 millones de euros, es decir, el equivalente a todo lo recogido en 2021, que ya fue un ejercicio de récord en el sector. Y las cifras de captación pueden mejorar si tenemos en cuenta que una reciente encuesta, elaborada por Patrizia SE, concluye que dos tercios de los inversores institucionales europeos espera aumentar en su cartera la proporción de infraestructuras en relación con otras clases de activos en los próximos cinco años. Las energías renovables son las que mayor interés despiertan, con casi el 80% de los encuestados que quieren apostar por este segmento.

El limitado atractivo del dinero europeo

Se prevé que los fondos de recuperación europeos tengan un impacto positivo en determinadas industrias, “especialmente los relacionados con movilidad, energía (hidrógeno) y telecomunicaciones”, señala Antonio Castañeda, socio de financial advisory de Deloitte. No obstante, este experto cree que para atraer el interés de estos megafondos en esquemas de colaboración público-privada es necesaria “una adecuada regulación y estructuración de los proyectos que permita la obtención de retornos razonables y una distribución equitativa de riesgos y beneficios”. 
Y es que en España contamos con la Ley de Desindexación de la Economía que fija la “rentabilidad razonable de los proyectos” y la limita al rendimiento del bono español a 10 años, más un diferencial de 200 puntos.

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