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Susurros, cervezas y coches de juguete: la caza del pederasta en internet se mide en detalles

La operación Renascere, en la que se rescató a un bebé agredido sexualmente por su padre en Madrid, fue fruto de la cooperación entre policías y el ojo de un grupo de investigadores experimentandos en detectar pruebas casi imperceptibles

Javier, inspector jefe del grupo de protección de menores, encargados de investigar pornografía infantil. Madrid.
Javier, inspector jefe del grupo de protección de menores, encargados de investigar pornografía infantil. Madrid.Santi Burgos
Patricia Peiró

En el vídeo, el adulto susurra apenas tres o cuatro palabras, la niña está tumbada envuelta en una manta viendo unos dibujos y de fondo se oye una tele encendida con unos dibujos animados. El subinspector de la policía nacional Eduardo Casas reproduce la grabación para discernir en qué idioma habla el hombre o si identifica lo que ve la menor en la televisión. El vídeo está adjunto en un correo electrónico que ha enviado un colega de la policía australiana que forma parte de la red internacional de agentes que persiguen a los pederastas que cuelgan sus atrocidades en internet. Cada día, estos policías intercambian todo tipo de archivos en busca de un detalle que los ayude a encontrar a los niños en peligro. Un refresco de una marca concreta, un mono de trabajo, un calendario o un cochecito de juguete pueden ser la pista definitiva. Una pista como esa fue la que descubrió un compañero entre los archivos de un móvil en agosto que les llevó a detener a un hombre en Madrid por agredir sexualmente a su hija de siete meses. El bautizado como pederasta de Lucero.

“Pillar dos agresores como estos en un año es muy raro”, asegura Casas. Además del detenido de hace un mes, el subinspector se refiere a la detención en enero de un violador en serie en Vilanova i la Geltrù (Barcelona) en una operación relámpago de cinco días. Ese asunto entró en el Grupo I de Protección al Menor de la Unidad Central de Ciberdelincuencia igual que el del pederasta de Lucero, con una alerta de una policía extranjera, en este caso, la australiana. La pista que les llevó a deducir que se trataba de un vídeo grabado en España fue un cochecito de policía de juguete y el sonido de una tele en la que se oían diálogos españoles. La alerta sonó la tarde del día de Reyes por parte de las autoridades australianas. Lo recibió Casas, que estaba de guardia esa jornada. Contaban con una localización aproximada y un elenco de sospechosos.

El inspector Javier Izquierdo, jefe de grupo, enseña un fragmento de una captura de pantalla del vídeo en el que aparece este agresor. Se ve a un niño frente a una ventana en la que se adivina un fondo borroso. Un par de edificios con una ventana, que a él le resultó característica pero que ante otros ojos resultaría anodino, y un árbol. Con eso le bastó para encontrar en Google Maps la ubicación. Aún hoy, la recuerda de memoria. La teclea en el mapa, gira la imagen 180 grados, y aparece la casa de los horrores, desde donde se había grabado ese vídeo. Cinco días después de recibir la alerta el día de Reyes, el autor estaba detenido, después de varias horas de vigilancia en un establecimiento de comida rápida turca justo frente a su vivienda. “Agredía a los hijos de sus amigos a los que se ofrecía para cuidar, cuando un niño se hacía muy mayor y ya lo veía arriesgado, iba a por otro”, explica Izquierdo. En la investigación identificaron, al menos, a seis víctimas.

“El delito más común es el de tenencia y distribución de pornografía infantil. Hacemos alrededor de 400 detenciones por estos delitos al año”, explica el subinspector. Eso es lo que parecía el caso de S. J. L. G., el pederasta de Lucero, un hombre de 25 años arrestado en 2021 y finales de 2022 por compartir en redes sociales vídeos de abusos a niños muy pequeños. En mayo de 2022 había nacido su hija. El análisis de su móvil tras esa última detención, cambió totalmente el rumbo de esta investigación. Así lo recuerda el inspector Izquierdo: “Me llamó a última hora de la tarde el compañero que estaba estudiando el contenido de su teléfono, ya solo quedaba él trabajando. Me dijo: ‘He visto algo que me preocupa, creo que hay imágenes del bebé”. Ese agente llevaba meses documentando el contenido de ese terminal con centenares de archivos en los que se mezclaba la vida cotidiana de los acusados con imágenes de contenido sexual de muchos niños. A primera hora del día siguiente, corroboraron las sospechas. Habían reconocido a la hija del sospechoso y era agredida en dos vídeos. En ese momento todo cambió.

“Tras la última detención, los servicios sociales se habían hecho cargo de la niña. Lo primero que hicimos fue comprobar que la menor seguía en una casa de acogida, que los padres no habían recuperado la patria potestad. Después, nos preparamos para detenerlo una tercera vez”, explica el jefe. Esa fue la definitiva. Los investigadores creen que el detenido dio ese paso más en su obsesión por los bebés porque, de repente, tenía uno a mano con el que además se quedaba a solas. “Creo que no era consciente de que esta tercera detención no era como las otras. Estaba como si eso no fuera con él, le decía a la madre que igual era mejor que dejaran de vivir juntos porque la policía estaba viniendo cada dos por tres y así ella viviría más tranquila”, cuenta Casas. La mujer también fue detenida por distribuición de contenidos pedófilos, pero los agentes no creen que supiera nada de las agresiones a su hija.

Los agentes opinan que este caso ha impactado tanto porque la víctima apenas tenía unos meses y porque el detenido la ofreció a otros pederastas que, asqueados, rechazaron la propuesta. Incluso para ellos era demasiado. No hace mucho detuvieron a otro padre cuyo hijo aparecía desnudo en sus vídeos. En 2018, la operación Balrog llevó a la cárcel a un hombre de Colmenar de Oreja acusado de agredir sexualmente a una veintena de menores, incluido su hijo. “Durante un tiempo, todos los asuntos de abusos y agresiones los denominábamos con un nombre de El Señor de los Anillos para diferenciarlos de los que eran de tenencia y distribución”, puntualizan.

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Ese mismo año, también vivieron la operación Sauron, en la que cayó un pederasta que había tratado de poner unas rudimentarias medidas para no seguir abusando de niños. “Cuando le encontramos, se había mudado al norte de España, no tenía internet y usaba un móvil de esos antiguos con los que solo se puede llamar”, recuerda Casas. Si embargo, su pasado lo atrapó. En una de las imágenes subidas por este criminal a un foro de intercambio de archivos entre pederastas, se veía un parque infantil. Los investigadores distribuyeron las instantáneas de este escenario entre sus compañeros, y uno de Cullera (Valencia) lo identificó como el lugar al que llevaba a sus hijos. Hay otros delincuentes sexuales que nunca hacen siquiera el intento por rehabilitarse. Nanysex, el pederasta condenado en 2008 en Madrid que aseguró haber violado a decenas de menores, logró suscribirse en la cárcel a las revistas Mi bebé y yo y Ser padres.

La primera criba que hacen los agentes es para determinar si una imagen es inédita, es decir que se ha grabado recientemente, o bien lleva circulando años y los pedófilos se dedican a distribuirla una y otra vez. Para esta tarea tienen la ayuda de programas informáticos, pero la experiencia les hace identificar muchas veces cuando algo es nuevo. “La gente piensa que nuestro trabajo consiste en estar todo el día viendo vídeos de abusos a menores, pero eso es solo un 10 o 15% de nuestro tiempo. La mayor parte de la jornada la pasamos escribiendo, hay que visualizar los archivos y hacer informes. Pasamos muchas horas mirando imágenes, sí, pero no siempre de la violación”, resume Izquierdo. De hecho, sus ojos suelen irse a los elementos que pueden parecer secundarios.

Javier Izquierdo y Eduardo Casas, del Grupo de Protección de Menores de la Policía Nacional.
Javier Izquierdo y Eduardo Casas, del Grupo de Protección de Menores de la Policía Nacional.Santi Burgos

Los agentes ponen como ejemplo un vídeo de los abusos a una niña en un coche que les compartieron unos colegas en el que se veía una botella de Mirinda, la popular bebida gaseosa que dejó de comercializarse en casi toda España a principios de los 90. “Mandamos una captura de pantalla de ese detalle a Pepsi y a los diez minutos nos respondieron que esa botella solo se vendía en Rumanía, Bulgaria y el sur de Rusia, así que transmitimos el mensaje a la red y etiquetamos a los representantes de esos tres países”, señala Casas. Los rumanos concluyeron que la agresión se estaba produciendo el su país y se pudo detener al culpable. “Siempre hay algo característico de la zona, las cervezas por ejemplo, en cada zona de España predomina una marca, eso ayuda a ubicar”, resalta el jefe de grupo. Los agentes han llegado a contactar con Repsol, para saber si un mono que aparecía en un vídeo era de sus gasolineras y con el colegio de sordos, para que les ayudaran a leer los labios en una grabación sin sonido. “Cualquier entidad contesta rápidamente cuando sabe para qué se trata”, apunta el subinspector.

Los delincuentes sexuales siempre están a la búsqueda de nuevos contenidos y últimamente se está desarrollando uno nuevo que consiste en agredir a un menor a través de una cámara web. “Alguien coloca al niño frente al objetivo, normalmente en países más desfavorecidos, y al otro lado hay un señor en otro país que ordena a un adulto lo que le tiene que hacer al menor”, explica Izquierdo.

En una esquina de su estancia de trabajo, lucen los recortes de prensa con sus operaciones más destacadas. La última es Renascere. Esta ya no se llama como un personaje de El Señor de los Anillos, sino que fue bautizada así en honor a la segunda vida que esperan haberle dado a un bebé.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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