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Los talentos que esconden los muros de la Casa de Velázquez

15 artistas se alojan durante un año en el centro que tutela el Ministerio de Enseñanza Superior de Francia para desarrollar otros tantos proyectos

Mery Sales enseña el retrato con mono rojo que hizo del compañero de residencia, el artista sirio Najah Albukai.
Mery Sales enseña el retrato con mono rojo que hizo del compañero de residencia, el artista sirio Najah Albukai.Santi Burgos
Clara Angela Brascia

—Soy sirio, este es mi proyecto.

Najah Albukai se pasa los días en un taller de grabado, entre una monumental impresora y bandejas llenas de tinta que remueve con una pluma, como un verdadero poeta, para impedir que se creen burbujas que podrían dañar las estampas. Dibuja sin parar, a un ritmo tan frenético que a veces acaba por olvidarse de lo que había dibujado y vuelve a repetirlo. “Es una terapia para mí. El grabado te toma tiempo, tienes que pensarlo mucho. Es mi forma de ahondar en mi memoria”. Najah dibuja las escenas que vio en las cárceles sirias, donde estuvo preso entre 2012 y 2014 por haber participado en las manifestaciones pacíficas contra el régimen de Bachar el Asad. Una imagen se repite con frecuencia: presos reducidos a los huesos que transportan los cadáveres de los compañeros fuera de la cárcel.

“Nos despertaban por la mañana, gritaban sobre llevar mantas. Entonces sabíamos que alguien había muerto”, recuerda mientras enseña un dibujo que reproduce este episodio traumático, el primero que hizo al salir de la cárcel. Lo tiene guardado —junto a muchos otros que en estos años han sido expuestos alrededor del mundo— en su taller de la Casa de Velázquez. Es uno de los 15 artistas que cada año reciben una beca de la institución francesa en Madrid para investigar y trabajar en un proyecto. Fotógrafos, cineastas, compositores musicales, pintores y plásticos. No existen límites a la genialidad en este oasis del arte en el corazón de la Ciudad Universitaria de Madrid.

Cobijados por la Académie de France y el Ministerio de Enseñanza Superior de Francia, este grupo de artistas de cuatro países diferentes —España, Francia, Alemania y Siria— se encuentra al comienzo de su residencia en la Casa de Velázquez. Se instalaron en septiembre en los dúplex atelieres en la casa madre y en el estupendo jardín, y aquí permanecerán hasta el próximo verano, cuando el resultado de un año de trabajo verá la luz en una exposición colectiva en Madrid, antes de empezar la gira por Nantes y París. Justo en la capital francesa se pueden apreciar en estas semanas las obras de la promoción anterior, la 91ª de la historia de esta prestigiosa institución.

Najah Albukai enseña el primer dibujo que hizo al salir de la cárcel siria, en 2014.
Najah Albukai enseña el primer dibujo que hizo al salir de la cárcel siria, en 2014.Clara Brascia

Cada año, la Casa de Velázquez recibe centenares de solicitudes para esta beca. Además del currículo, el jurado analiza la propuesta de proyecto que los artistas desean desarrollar a lo largo de sus estancias en Madrid. Fabianne Aguado, directora artística, explica que uno de los factores que se toman en consideración, además del “claro talento”, es la posibilidad o necesidad de gestar este proyecto en España.

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La pintora francesa Mathilde Lestiboudois está aprovechando su residencia en la Casa para estudiar las geometrías del monasterio de El Escorial, que descompone y reinterpreta en sus cuadros. “Este lugar no es solo mi punto de partida, sino de la arquitectura de toda Madrid. Es la base de la ciudad como la conocemos ahora”, comenta la artista. La tradición escultórica ibérica que alberga las salas del Museo Arqueológico Nacional es la musa de Adrien Menu, que busca en los cuerpos y en las formas de la escultura antigua la poesía que quiere incorporar a su arte.

Las paredes y el suelo del atelier de Arnaud Rochard están adornados con las muchas pruebas de grabados que reproducen los azulejos del Real Alcázar de Sevilla, encontrados durante sus viajes a la capital andaluza. Además de estudiar los azulejos de la península Ibérica —sus próximas etapas serán la Alhambra y el Museo Nacional del Azulejo de Lisboa— tiene entre sus objetivos experimentar nuevas formas de grabado hasta desarrollar una técnica original.

Los cuadros de Maxime Biou hablan a través de un silencio aterrador de la crisis migratoria, que tiene España como eje central. El pintor —tan espontáneo que le resulta imposible explicar con palabras su proyecto— reproduce los cuerpos de los migrantes que llegan sin vida a las costas españolas, envueltos en mantas blancas y sin apenas enseñar los rostros de las víctimas de la guerra y la pobreza.

Dudar y equivocarse

Casi nunca el proceso artístico avanza sin problemas. Con la pausa de Navidad a la puerta de la esquina —y a pocas semanas de montar una exposición sobre el estudio de sus trabajos en la galería parisiense Loo & Lou—, los artistas reflexionan sobre la vuelta de tuerca que han tomado sus proyectos después de solo tres meses del comienzo de la beca. Chloé Belloc llegó a España con una idea bien clara: realizar un cortometraje sobre las brujas de Galicia, las mujeres sanadoras que tienen una conexión con el mundo vegetal. “Es un tema que me apasiona porque mi abuela tenía este don, y murió sin haber tenido la posibilidad de transmitir sus saberes”, cuenta la cineasta. Sin embargo, la investigación en el norte del país ha sido tan prolija que decidió pasar del corto al largometraje, y de dedicar este año a la escritura y preproducción de la película.

Eve Malherbe se encuentra en una situación a las antípodas. Durante sus meses en la Casa de Velázquez quería centrar su atención en un motivo ya recurrente en su obra, el del pliegue: “Vine con la idea de estudiar los drapeados del barroco español del Siglo de Oro, en las obras de El Greco, Ribera, Zurbarán”. A la hora de investigar, se encontró con una escasez de publicaciones sobre los materiales que estos pintores utilizaban en sus cuadros. “Dicen que El Greco se inventó los tejidos, pero yo pinto drapeados, sé que es imposible”, afirma entre risas. Por el momento, decidió dejar al lado el estudio teórico y concentrarse en nuevas técnicas, como el dibujo con pólvora.

La pintora francesa Eve Malherbe, mientras trabaja a uno de sus cuadros.
La pintora francesa Eve Malherbe, mientras trabaja a uno de sus cuadros.Santi Burgos

“Quien de verdad sabe lo que significa trabajar en un proyecto de investigación, no puede no estar de acuerdo en que dudar y equivocarse es fundamental para avanzar”, opina la valenciana Mery Sales, una de los dos artistas que cuentan con una beca de dos instituciones españolas. Pintalabios, pendientes y mono de trabajo rojo: es este el color indiscutible de su arte, que ya la acompañó en sus trabajos anteriores al entrar en la Casa de Velázquez. Intenta explotarlo en todas sus formas, analizando al detalle las manchas de pintura en su ropa de trabajo, que llega a quitarse y ofrecer a los sujetos que retrata.

Inmersión total

Cada uno de los residentes de la Casa de Velázquez tiene a su disposición un amplio apartamento donde vivir y trabajar al mismo tiempo. Aunque los estudios parecen todos iguales, en realidad la única constante es una gran pared de vidrio, una fuente preciosa de luz natural para los artistas. Cada dúplex tiene la clara huella de las personalidades de los artistas que los habitan, además de los atrezos típicos del oficio. Para la sevillana Carmen Ayala es la primera vez que trabaja y vive en el mismo espacio: “En el futuro intentaré separarlo. Estoy viendo mis cuadros todo el tiempo, incluso mientras estoy cocinando. Me parece que no es lo más sano”.

El artista plástico Aranaud Rochard trabaja en su atelier.
El artista plástico Aranaud Rochard trabaja en su atelier.Santi Burgos

Reconoce, sin embargo, que es una panacea para los ritmos de trabajo. Su proyecto, ¿Qué quiere Conchita?, tiene mucho que ver con sus inquietudes biográficas. “Conchita se le llamaba a las mujeres españolas que trabajaban en Francia en el servicio doméstico entre los años setenta y setenta. Son las mujeres que vivían en las habitaciones de los últimos pisos, donde yo misma vivía cuando estaba en París”, relata. En la Casa de Velázquez le gustaría tratar este tema en relación con la actualidad, ya que España es uno de los países europeos donde más existe un servicio doméstico interno. En la pared, se puede observar el primer cuadro que realizó durante la residencia: una mujer que se quita el traje de sevillana para ponerse el de limpiadora doméstica. “O al revés. Está allí, entre varios mundos”.

Pablo Pérez ha decidido aprovechar al máximo la posibilidad de sumergirse no solo en su arte, sino en el de todos los demás residentes. “Te pasas de taller en taller, encuentras a gente en la biblioteca investigando… y descubres que tienes muchas cosas en común con los otros artistas, nos ayudamos mucho”, comenta el zaragozano. El continuo intercambio de visiones es fundamental para el desarrollo de su proyecto, que intenta describir la manera en la cual el individuo está degenerando en un “yo hiperautorreferencial”.

Sensibilidad investigativa

La Casa de Velázquez es sin lugar a dudas un espacio mágico, con sus vistas sobre la sierra de Guadarrama y los jardines con patios y fuentes. No por eso, los artistas que la habitan suelen quedarse parados. Alberto Martín está trabajando durante las últimas semanas, antes de las vacaciones, en Extremadura, donde está grabando Antier noche, el relato de cuatro jóvenes que viven en un mundo rural donde todavía se resiste la caza de liebre con galgos.

El patio de la Casa de Velázquez, en la Ciudad Universitaria de Madrid.
El patio de la Casa de Velázquez, en la Ciudad Universitaria de Madrid.Santi Burgos

Las historias de la España más agreste no han dejado indiferente tampoco a la fotógrafa Lise Gaudaire. Con su cámara de placas relata el pausado rumbo de la vida de los cultivadores de aguacates en la comarca malagueña de la Axarquía. La francesa, en búsqueda constante del oasis, observa cómo el hombre ha transformado el paisaje natural. “Estoy explorando algo diferente a los paisajes de mi país, una realidad que no conozco. Me da igual terminar este año y no tener respuestas, lo que quiero de verdad es hacer preguntas”, aclara.

La barcelonesa Anna López conoce bien el contexto social y económico de su país, y ha decidido realizar una instalación visual que hable de un colectivo de mujeres que están trabajando con contratos precarios. “Me gusta contar la realidad a través de testimonios, pero no de especialistas, sino de las mismas personas que viven estas situaciones de primera mano”, razona la cineasta, que en paralelo está rodando una película sobre las mujeres mineras en Asturias.

Las melodías de la Casa de Velázquez

Entre los residentes de este año se encuentran incluso dos compositores musicales. Julian Lembke, alemán, decidió enfrentarse con el reto de poner música a Así que pasen cinco años, una de las obras de Federico García Lorca que, contrariamente a muchas otras, no ha despertado el interés de los compositores. En sus meses en la residencia, Lembke se lanza tras los pasos del poeta andaluz para dar vida a una ópera de cámara inspirada en una de las obras más surrealistas de Lorca. 


Las arquitecturas árabes guían el trabajo del francés Benjamin Attahir, que a través del encuentro del Maristán de Granada comprende el célebre hospital psiquiátrico Bîmârstân Al-Arghoun de Alepo, bombardeado durante el verano de 2013. Analizando los pasillos, las salas hexagonales y las fuentes de los jardines quiere edificar una forma musical que es un reflejo de las disposición arquitectónica. 

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Clara Angela Brascia
Reportera italiana asentada en Madrid desde 2019. Después de pasar por las secciones de Local y Sociedad, ahora escribe reportajes de Tecnología y Salud. En eldiario.es ha escrito sobre temas sociales y económicos. Graduada en Literaturas Comparadas por la Universidad de Turín y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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