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Adiós a improvisar a la hora de salir en Madrid: “Si no tienes cada hora planeada, un desastre”

La alta demanda de restaurantes y discotecas tras las duras restricciones de la pandemia obligan a pensar los planes con semanas e incluso meses de antelación

Restricciones Madrid
Cola el pasado viernes para entrar a la discoteca Cuenca Club, en los bajos de plaza de España, donde hay que pedir una reserva con días de antelación, que se paga en la puerta.David Expósito
Lucía Franco

Se acabó lo de salir a cenar o de copas sin reserva en Madrid. A medida que se han ido relajando las medidas sanitarias para contener la pandemia y que las limitaciones de aforo en interiores y exteriores son cosa del pasado, la dificultad para hacerse con una mesa o con una entrada para una discoteca ha ido exponencialmente en aumento. Tras el confinamiento y las restricciones, hay ganas de fiesta, de socializar, lo que supone una bendición para los hosteleros y una dificultad extra para quienes, como Sara Ruiz, de 26 años, pretenden divertirse sin planes e ir viendo a dónde les conduce la noche. “Es imposible salir e improvisar en esta ciudad. Madrid se ha convertido en un lugar hostil donde necesitas reservar no solo antes de salir de casa, sino con semanas de antelación”, se lamenta.

Como tantos otros viernes en los últimos meses, Ruiz ha pasado horas cavilando con sus amigos en qué remota calle que casi nadie conozca podría ser posible encontrar una terraza con sitio libre en la capital. La respuesta ha sido muchas veces descorazonadora: hasta los locales más recónditos y escondidos en los lugares más remotos suelen estar desde hace meses hasta la bandera, asegura la joven. El domingo pasado, por ejemplo, tuvo que llamar a más de seis locales desde por la mañana para poder comer con cuatro amigos. No hubo manera: la quedada acabó con ellos comiendo solos en una terraza, mientras se mojaban a causa de la lluvia que cayó ese día en la capital. Sencillamente, no había hueco en ninguna parte bajo techo.

Esta sensación también la comparte José Manuel García, consejero delegado de Azotea Grupo, la empresa que gestiona el Círculo de Bellas Artes y Picalartos, dos de las terrazas más codiciadas de la Gran Vía. “Hemos detectado varios cambios en los hábitos de consumo de los madrileños. Por un lado, cuando salen, quieren tener su reserva asegurada, ya no hay espacio a la improvisación y cada vez más nos piden reservar para consumos en los que antes se dejaban llevar. Y por otro, también se han abierto las horas de comidas y cenas y el público es más flexible. Ahora tenemos muchas reservas de público local para cenas a las ocho, por ejemplo”.

Las reservas ya son en su mayoría por móvil

Este cambio de tendencia se ve reflejado en los datos que ha recogido The Fork, la aplicación de reserva y descuentos en restaurantes antes llamada El Tenedor. Según un estudio de la web, un 40% de los comensales reserva más ahora que antes de la pandemia para evitar quedarse sin mesa. Además, un 90% de las reservas se hacen ya a través de dispositivos móviles. En octubre, según este informe, las reservas online de restaurantes crecieron en la capital un 36% más con respecto a 2020 y un 5% respecto a 2019.

No solo se reserva más online, dice The Fork, sino que se hace con muchas horas de adelanto. Ya no sirve aquello de llamar para reservar mesa un par de horas más tarde. La mayoría de las reservas, explican, se hace con una antelación media de ocho horas, casi dos horas más que antes de la pandemia. “Todo indica que el sector de la restauración se está recuperando y que los comensales vuelven a disfrutar, con más ganas que nunca, de la gran oferta gastronómica madrileña”, afirma Raquel Bravo, directora de Marketing de The Fork para España y Portugal.

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Y, para salir de fiesta, más de lo mismo: adiós a aquello de comprar entradas en la misma puerta de la discoteca. Hay que adquirirlas siempre con días de antelación en la web del local, especialmente desde que hace un mes se acabó el límite de aforo por el covid y volvió a permitirse el baile. Santiago González, de 29 años, cuenta que ha tenido que hacerse con los tiques, incluso cuatro semanas antes, porque se agotan en segundos, asegura. “Ahora, si no tienes cada hora de tu noche planeada, hay muchas posibilidades de que sea un desastre, porque no consigues entrar en ningún lugar que realmente te guste y terminas desperdiciando horas de fiesta haciendo cola”, afirma González.

10 días para conseguir entrada a la discoteca

De la misma opinión es Miguel Nicolás, consejero delegado del Grupo Lalala, dueño de tres de las grandes discotecas que están más de moda en Madrid: La que faltaba, La que se lía y La Reserva. Nicolás explica que ahora la principal preocupación de quien acude a sus locales es garantizarse una entrada días antes de cualquier evento: “A día de hoy, la media de antelación para poder reservar en nuestras salas de fiesta es de 10 días, teniendo en cuenta que abrimos desde por la tarde”. Para ellos, el mejor día es el viernes: reciben muchas peticiones para cenar y después ir a una discoteca del mismo grupo, aunque los locales no estén próximos. “Nos piden mesa para comer o cenar en un restaurante y, para después, reservan la entrada en nuestras salas de fiesta”, cuenta.

Maria Luisa Caro, de 29 años, lleva un año haciendo un máster en Madrid y ha visto cómo se ha ido gestando el cambio y cómo antes de la covid era más fácil salir e improvisar. “Hemos terminado en sitios que no nos gustan porque todo está lleno”, afirma. Así que Caro y su pareja han ido adquiriendo una costumbre: reservar siempre para las fechas especiales. También han visto cómo los precios se han disparado. “En Halloween nos cobraron 50 euros por salir de fiesta y sin consumición. Es demasiado”, se queja. Y no es que Halloween haya sido una excepción: “Un fin de semana cualquiera te pueden cobrar 40 euros por una botella para seis solo para poder reservar una mesa”.

Además, las reservas se han convertido en un preciadísimo tesoro que no se puede desperdiciar, bajo pena de multa. Rubén Sánchez, secretario general de Facua, asegura que a la asociación de consumidores cada vez llegan más quejas sobre penalizaciones que aplican los hosteleros a los clientes por no acudir a sus citas. “A veces, la cuantía que exigen los restaurantes solo por reservar no es razonable”, asegura. Para la médica Maria Otal, de 26 años, todos estos cambios a la hora de salir le han supuesto muchos dolores de cabeza. Cuando por fin logra ponerse de acuerdo con sus amigas para quedar y escoger un local que a todas les vaya bien, no hay sitio, todo lleno. “Sin reserva, no hay cena. Ya no hay espacio para la aventura”, sentencia Otal.

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Lucía Franco
Es periodista de la edición de El PAÍS en Colombia. Anteriormente colaboró en EL PAÍS Madrid y El Confidencial en España. Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y máster de periodismo UAM-EL PAÍS. Ha recibido el Premio APM al Periodista Joven del Año 2021.

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