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Las granadas del patio del abuelo y las bombas en el chalet: los explosivos que aún duermen en Madrid

La Policía ha recogido en lo que va de año 170 artefactos de la Guerra Civil que permanecen ocultos en la región, muchos de ellos en zonas en las que se construyen viviendas de lujo

Fernándo Blázquez, jefe de grupo de los Tedax de la Policía Nacional, enseña parte de la bomba que apareció hace unos días en unas obras en Aravaca.
Fernándo Blázquez, jefe de grupo de los Tedax de la Policía Nacional, enseña parte de la bomba que apareció hace unos días en unas obras en Aravaca.Kike Para
Patricia Peiró

—”Hola, verá es que vamos a vender la casa de nuestro padre, y nos ha comentado que en el patio hay enterradas unas granadas... ¿Podrían venir a comprobarlo y sacarlas?”.

La llamada es real. La recibió el grupo de Tedax de la Policía Nacional de Madrid hace siete años. Poco después, pusieron rumbo a esta casa en Vallecas en busca de los explosivos que el abuelo había metido bajo tierra 80 años atrás, después de volver del frente de Rivas Vaciamadrid una vez finalizada la Guerra Civil. Javier es uno de los policías que acudió en busca de las granadas perdidas. “Habían remodelado la vivienda y no estaba todo como cuando enterró las granadas, así que él tuvo que ir indicándonos dónde creía que podían estar según su memoria”, explica.

En lo que va de año, la Policía Nacional ha desactivado alrededor de 170 artefactos de la contienda en la Comunidad de Madrid. Cada año, esta cifra varía mucho. “Y los que quedan aún por salir, en cuanto se remueve algo de tierra, sale algo”, apunta Fernando Blázquez, jefe de grupo de los Tedax. “Ayer mismo recogimos proyectiles en la Casa de Campo”, añade.

Algunos de los explosivos encontrados por los Tedax de la Policía Nacional de Madrid.
Algunos de los explosivos encontrados por los Tedax de la Policía Nacional de Madrid.

Una de las últimas más importantes la hallaron a finales de septiembre en la construcción de unos pisos en Aravaca. Una bomba aérea alemana con 25 kilos de explosivo en su interior. Blázquez muestra la cola apoyada encima de la mesa del taller que se encuentra al fondo de las dependencias de los Tedax en el complejo policial de Moratalaz. La coloca al lado de otro artefacto ya limpio, para comparar el antes y el después. “Todos los explosivos tienen que ser destruidos, en un lugar al aire libre, con todas las medidas de seguridad. Pero algunas cosas las guardamos para tener al menos una muestra o porque tiene una importancia especial”, apunta. Es el caso de esta bomba aérea, algo que no es tan común entre los dispositivos que recogen cada año. La zona de Aravaca, una de las de más altas rentas de Madrid en la actualidad, pertenecía a los republicanos. “Aquí apareció por ejemplo una granada en una arqueta en un colegio, la encontró un crío”, indica Javier. Durante la construcción de muchos de los chalets de este distrito encontrar artefactos enterrados ha sido una tónica habitual.

Los artefactos de la Guerra Civil suponen “un porcentaje muy alto” de las intervenciones que realiza este grupo anualmente. Este episodio de la Historia de España sigue muy presente en el día a día de estos agentes. En una vitrina, a modo de pequeño museo, guardan vestigios de un pasado que esperan que no vuelva. Reproducciones de libros bomba utilizados por ETA, granadas que algunos militares traen de contiendas como recuerdo y luego dejan abandonadas incluso en papeleras y temporizadores de explosivos del Grapo. En este grupo utilizan una referencia temporal muy clara: lo que pasó antes del 11-M y lo que sucedió después. Un hecho que marcó a los policías que acudieron a los lugares de la matanza terrorista de Madrid y tuvieron que reconstruir milimétricamente las bombas utilizadas por los yihadistas. “Aquí, en España, la escena tiene que estar limpia en cuestión de horas, así que solo podemos recogerlo todo lo más rápido posible en bolsas para luego trabajar aquí en nuestras dependencias”, señala Blázquez.

Alberto, Javier y Fernando, tres miembros de los Tedax de la Policía.
Alberto, Javier y Fernando, tres miembros de los Tedax de la Policía.Kike Para

“No me importa que digan que soy un friki”, comenta Javier con media sonrisa. ¿Qué fue antes? ¿El interés por la Guerra Civil o el trabajo en el grupo Tedax? “Todo fue de la mano, cuánto más aprendas, mejor sabrás lo que tienes delante cuando tienes que desactivar una bomba”, completa. Tanto él como su compañero Antonio han pasado horas interminables entre documentos de la Guerra Civil, tanto, que en una ocasión un archivero llegó a decir a Javier: “Si tú no sabes si este documento existe o no, no lo sabe nadie”. En un mapa colgado en un pasillo, este policía señala las zonas en las que más artefactos han encontrado. Señala la zona de La Finca. “Esta es la urbanización en la que tienen las casas los famosos. Cuando se estaba construyendo aquí apareció lo que no está en los escritos”, apunta. A pesar de sus investigaciones, los policías no tienen claro qué había en esta zona para que quedaran tantos restos. “Tal vez un puesto de mando de los nacionales...”.

En España, los constructores no tienen la obligación de realizar una inspección del terreno para comprobar si quedan restos de explosivos. “En el caso de la bomba de Aravaca, fue el operario de la grúa el que se dio cuenta en seguida, porque un tiempo atrás ya se había encontrado otra mientras trabajaba”, comenta Javier. “Es cierto que a veces no avisan en el momento, esperan acabar el turno para que no haya retrasos”, se lamentan. “Donde más problema tienen con este tema es en Francia, ahí aparecen por todas partes”, indican. Tanto, que allí existen controles exhaustivos incluso en los campos agrícolas, y aún así, existen descuidos. Hace unos años, un ayudante de cocina de un bar de Parla encontró una granada entre un montón de patatas provenientes de ese país cuando estaba dedicado a pelarlas.

Muestras recogidas y conservadas por los Tedax de la Policía Nacional de Madrid.
Muestras recogidas y conservadas por los Tedax de la Policía Nacional de Madrid.Kike Para

Los Tedax no son los únicos que rastrear la región en busca de explosivos. “Están los que llamamos los locos del hierro”, comentan. Son ciudadanos con la afición de encontrar y coleccionar restos de la Guerra Civil. “Algunos quieren relojes y otros objetos personales, pero sí, también están los que se quedan con los proyectiles y las bombas sin tener claro cómo hay que manipularlos”, se quejan. En alguna ocasión han sucedido accidentes cuando un ciudadano ha encontrado un explosivo.

Muchos de estos exploradores tienen en la Casa de Campo su terreno ideal. “Todo ese terreno eran trincheras y en los años cincuenta, Franco se cansó de hacer limpieza y decidió sepultarlo todo para poder volver a abrirlo al público”, cuenta Javier. Al lado de los policías miembros del grupo, una agente que está realizando el curso para incorporarse toma fotos de algunos artefactos. “Para querer pertenecer a este grupo, tienes que estar un poco loco”, reconoce entre risas. Cuando obtenga su plaza, seguirá enfrentándose a las bombas que cayeron en España hace 80 años, como han hecho sus compañeros hasta ahora. Una de las lecciones que deja clara Javier es que las bombas de la realidad no son como las de las películas: “Aquí los malos no ponen un cable rojo y otro azul”.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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