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Un ‘hanok’ en el barrio de Malasaña

Comienza la K-Week, que recrea una casa típica coreana, donde se celebra la ceremonia del té, y un taller para realizar nudos, entre otras actividades

Un piso de Malasaña se transforma en un 'hanok', dentro de la K-Week (semana coreana). En la imagen, elaboración de nudos artísticos coreanos.
Un piso de Malasaña se transforma en un 'hanok', dentro de la K-Week (semana coreana). En la imagen, elaboración de nudos artísticos coreanos.KIKE PARA
Idoia Ugarte

Mesas bajas, casi a ras del suelo. Muebles de madera decorados con conchas marinas que deslumbran al mirarlos. Al fondo, un biombo lleno de colores que representan los elementos de la naturaleza. Proliferan las plantas de bambú y de algodón, y pequeños farolillos para alumbrar la estancia. Tan solo el hervir del agua para preparar el té rompe la calma que transmite esta casa tradicional coreana, conocida como hanok. Pero no estamos en Corea del Sur, sino en un piso en pleno centro de Madrid, en la Costanilla de San Vicente, número 5. Un rincón con encanto que ha sido transformado para la K-Week, la semana coreana que tiene lugar en la capital desde el 14 al 21 de octubre, y que permitirá a los madrileños transportarse directamente al país asiático sin necesidad de coger un avión.

Estancia principal del 'hanok', dentro de la K-Week.
Estancia principal del 'hanok', dentro de la K-Week. KIKE PARA

Dos mujeres sentadas en el suelo practican el maedup, el arte de los nudos coreanos. Vestidas con un traje mostaza y azul marino, propio del servicio doméstico, separan con sus dedos los vistosos cordones que servirán para crear joyas artesanales. Entre las actividades que se pueden disfrutar en el hanok está aprender esta antigua habilidad manual, que bien sirve para relajarse elaborando patrones de nudos, con un manejo meditativo, o para la decoración de interiores y de la ropa. “Este arte textil es una especie de metáfora del imaginario coreano, en donde vivir, sentir y pensar se definen en términos de lazos que se atan, se rompen y se vuelven a atar”, explica Joo Sunghee, directora de la Organización de Turismo de Corea.

Pequeños cuencos de cerámica posados en la mesa de la estancia principal, obra del artista Jo Lee, son parte de la ceremonia del té verde, otra de las experiencias que acontece dentro del hanok. En la cultura coreana, beber té es todo un acontecimiento que requiere de los cinco sentidos; una pausa necesaria que se hace sin prisas y con mimo, dedicando tiempo a saborear la bebida lentamente, en tres sorbos. “En el salón se ponen los muebles más glamurosos y más bonitos de la casa porque es el lugar de reunión. Es como una manera de enseñar tu poder, tu elegancia y tu belleza”, comenta Seonyoung y Hyojin Lee, las dos diseñadoras responsables del espacio, que se corona con un kayagum, un instrumento coreano de cuerda, y un biombo, que más que un separador es una obra de arte; una bella pintura que retrata el sol, la luna, la montaña y el agua, en ese énfasis de tener siempre presente la naturaleza.

Los visitantes pueden probarse además los hanbok y hacerse fotos con estos trajes tradicionales de seda, caracterizados por tener telas llamativas, sin bolsillos y con estampados florales, para inmortalizar el momento. Los habitantes de Corea del Sur los alquilan para lucirlos en ocasiones especiales y en los festivos nacionales. Incluso los llevan a los funerales, pero al contrario que en Occidente, el color escogido es el blanco.

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Trajes coreanos tradicionales en el piso de Malasaña transformado por la K-Week (semana coreana).
Trajes coreanos tradicionales en el piso de Malasaña transformado por la K-Week (semana coreana). KIKE PARA

La visita se completa con una mágica terraza en la que una robusta estructura, que sirve para resguardarse del calor durante el verano, da la bienvenida entre bancos de madera y pequeñas lámparas artesanales de alambre de color rojo, verde y amarillo, los más usados en la cultura coreana. En esta parte de la casa se plantea un ameno juego con palos de madera que tiene similitudes con el parchís. La decoración incluye la característica flor de loto flotante, en un rosa pálido, hecha a mano, y unos jarrones que hacen de neveras naturales. Se dejan fuera de las casas para que los productos se mantengan frescos, y suelen alojar la típica comida fermentada.

Suelo multifuncional

También se ha recreado una habitación de una mujer en donde un proyector baña con la luz blanca de la luna los joyeros, las figuritas y la cama extendida sobre el suelo. Las sillas son, de hecho, una creación europea. En la cultura coreana el suelo es multifuncional, y en él se duerme, se come y se mantienen reuniones, gracias a una capa de piedra que se coloca debajo, que hace las veces de calefacción, y que cuando se calienta propaga el calor hacia arriba en todas las habitaciones de la casa.

Una de las habitaciones del 'hanok'.
Una de las habitaciones del 'hanok'. KIKE PARA

“El hanok es una arquitectura que ha acompañado al pueblo coreano durante más de mil años. Es elegante y con estilo, relajado pero detallado, y contiene la sabiduría y la profundidad de la vida del pueblo coreano, que siempre ha apreciado vivir en plena armonía con la naturaleza. Tradicionalmente, las casas hanok seguían el concepto llamado Chagyeong, que significa tomar prestados los paisajes de la naturaleza”, concluye Joo Sunghee.

Dentro de la K-Week se han organizado diferentes actividades. Desde la proyección de películas premiadas como Parásitos o La Doncella, talleres de caligrafía para aprender el alfabeto coreano, sesiones de k-beauty con consejos y rutinas para el cuidado de la piel, un taller gastronómico para preparar platos típicos coreanos de la mano de un reconocido chef y un gran evento el 17 de octubre en la Plaza de Colón con espectáculos de K-Pop y taekwondo, además de cometas, farolillos y food trucks para conectar con lo mejor de Corea del Sur.

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