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Díaz Ayuso, frente a la presión ideológica de Vox: ni contigo ni sin ti

La líder del PP busca un difícil equilibrio con la meta de no necesitar el voto afirmativo del partido ultra

Juan José Mateo
Cartel electoral de Isabel Díaz Ayuso.
Cartel electoral de Isabel Díaz Ayuso.SERGIO PEREZ (Reuters)

En el cuartel general del PP temen al abrazo del oso de Vox: la izquierda busca movilizar a los votantes alertando de que Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio formarán una pareja de baile imposible de separar tras los comicios, analizan los estrategas conservadores. Aunque la candidata popular puede seguir el compás de la ultra en algunos temas (bajada de impuestos), otros podrían provocar un pisotón que rompiera el ritmo de la danza (el veto educativo; los menores no acompañados; la violencia de género, el aborto y la eutanasia). Por eso hay veces en las que Díaz Ayuso parece bailar una bachata, con unos pasos hacia adelante y otros tantos hacia atrás. “Yo no soy Vox”, dijo el jueves, alejándose de la extrema derecha. Pero no mucho: “Sería desleal por mi parte atacar a un partido que me ha dado un gobierno [el de Madrid, en 2019]”, apuntó luego.

¿A qué se debe ese equilibrismo? Primero, a que en el PP incomoda que la extrema derecha haya centrado su campaña electoral en la supuesta inseguridad de las calles de Madrid, en la ayuda que proporciona la Administración a los menores extranjeros no acompañados, o en el compromiso de dificultar el ejercicio de derechos como el aborto y la eutanasia. Segundo, a que acertar con el tono frente a Vox es la única manera de mantener el apoyo de exvotantes de este partido (negándose a un cordón sanitario) sin perder los que se puedan recibir de quienes antes votaron a Cs (avalando las propuestas ideológicas más radicales). Y tercero, porque se busca una fórmula que concilie la diferente posición de Díaz Ayuso y de Pablo Casado frente a la extrema derecha, facilitando que la posición de la presidenta de Madrid no reviente la estrategia centrista del líder nacional.

― Casado definió a Vox como populismo antiliberal, proteccionismo autárquico, oportunismo demagógico..., ¿Hace suyas esas definiciones?, le recordaron en un encuentro informativo organizado por El Mundo.

― Yo tengo mi propio perfil. Sería profundamente desleal por mi parte atacar a un partido que me ha dado un gobierno. Lo que me corresponde es hablar del proyecto que yo quiero, y todas las preguntas son sobre qué voy a hacer yo con Vox, contestó.

Así es la relación de Díaz Ayuso con Vox antes de las elecciones del 4 de mayo: ni contigo, ni sin ti. Rivales hoy, socios mañana. Un vínculo lleno de tensiones que ya ha propiciado mil y una polémicas en la política madrileña.

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Todo se resume con un par de cafés. Ocurre el 4 de marzo, solo dos meses antes de las elecciones. Díaz Ayuso y Monasterio se dejan ver compartiendo un tentempié en la Asamblea de Madrid, aunque en realidad están haciendo otra cosa: firmar un alto al fuego. Parece el fin a un distanciamiento provocado por las decisiones políticas (Vox impide una rebaja de impuestos), los agravios personales (Vox acusa a Díaz Ayuso de haber recibido trato de favor en el caso Avalmadrid) y las emociones (no hay sintonía personal, como refleja que la líder del PP defina como “doña perfecta” a la de Vox). Las dos líderes se ven obligadas a reconocer que se necesitan. Justo lo que ocurrirá tras el 4-M, según todas las encuestas. Un dato que se ha convertido en la única china en el zapato electoral de Díaz Ayuso, puesta en la posición de hablar constantemente de un partido que no es el suyo. ¿La solución para evitar el desgaste? Comparar a Vox con Podemos.

“No puedo ser equidistante entre Podemos y Vox”, defendió este jueves Díaz Ayuso, que ha hecho una larga ristra de críticas a Pablo Iglesias (”nació del mal para hacer el mal”) para explicar por qué no es favorable a aislar con un cordón sanitario al partido de Monasterio. “No he escuchado al resto de partidos hablar de la guillotina, de los escraches, de reventar cajeros, de pegar a policías y guardias civiles, o de reventarles los escaparates a los comerciantes de Madrid y Barcelona”, siguió. “Quien parte de la violencia es Pablo Iglesias. Por eso no puedo ser equidistante”, opinó. “Ahora bien, como ven que encaramos el final de la campaña y mi candidatura está concitando tanto apoyo, intentan activar a una izquierda moribunda con el asunto de Vox”, argumentó. “Yo no soy Vox”, subrayó. Y remató: “Tengo mi propio proyecto. Y las etiquetas se las dejo para quienes necesiten ponerlas para dividir y enfrentar. Los siguientes escenarios ya se verán. El futuro no está escrito”.

Todos los sondeos auguran la victoria de Díaz Ayuso. La mayoría coinciden en que el PP podrá gobernar cómodamente gracias a Vox. Si se confirman esas dos predicciones, el futuro de Madrid dependerá de los costes a pagar por ese apoyo.

Por eso, el PP centrará la recta final de la campaña en lanzar mensajes positivos para rescatar el ambiente optimista del arranque y convertir en realidad un sondeo de GAD3 para el diario ABC: que Díaz Ayuso logrará más escaños que toda la izquierda junta, lo que le permitiría gobernar sin el apoyo afirmativo de Vox, y gracias a su abstención. Eso neutralizaría la capacidad de la extrema derecha para influir en un hipotético Ejecutivo de Díaz Ayuso. Las dos partes, en cualquier caso, ya saben cuáles son los limites de la negociación, porque ya los exploraron en profundidad, y durante meses, durante las conversaciones para pactar los Presupuestos de 2021, que quedaron en nada por el adelanto electoral.

Así, Díaz Ayuso está dispuesta a ceder en asuntos de cariz ideológico como recortar los gastos de la Administración, a analizar el coste de acoger a menores extranjeros no acompañados, o a encargar a la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) una revisión de la eficacia del gasto en subvenciones, abriendo la puerta a que en el futuro Vox reclamara dejar de financiar iniciativas vinculadas con el feminismo, los derechos LGTBI, o las ayudas a inmigrantes, como ya había planteado en el pacto de investidura.

También se aceptaba la propuesta de Vox para impulsar un “Plan de apoyo a las adolescentes embarazadas”. Este partido, que tiene una diputada que hace ecografías a las puertas de clínicas de interrupción voluntaria del embarazo para que las mujeres que acuden escuchen el latido del corazón de los embriones, ya propuso en la Asamblea una baja maternal escolar para fomentar que esos embarazos lleguen a término.

Finalmente, se reafirmaba el apoyo de las dos partes a la educación especial como una forma de confrontar con el Gobierno central, y la llamada Ley Celaá.

No obstante, en aquella negociación estuvo Cs, que actuó como elemento de moderación, que rechazó el veto parental educativo (en lo que coincidió el PP). Ahora el baile es a dos.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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