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ENTREVISTA

Albert Serra: “El director de cine no tiene por qué dirigir nada”

El creador catalán triunfó en Cannes con su última película, ‘Pacifiction’. Su próximo filme se adentrará en el mundo del toreo

El director Albert Serra, en Barcelona el 29 de julio.
El director Albert Serra, en Barcelona el 29 de julio.M.MINOCRI

Albert Serra (Banyoles, Girona, 46 años) es uno de los directores de cine catalanes (y españoles) con más pujanza en el panorama internacional. Con Pacification, su última película, deslumbró en Cannes. Su próxima obra se sumergirá en el mundo del toreo. Entre uno proyecto y otro aprovechamos el tiempo para hablar.

Pregunta. En los rodajes induce el caos con una intención artística. ¿Cómo se manifiesta en el de Pacifiction?

Respuesta. En los cinco primeros minutos de rodaje vi que la actriz que tenía que hacer un papel protagonista no funcionaria. Tenía contrato, le pagamos pero la aparté. Luego no sabía a quién escoger y llamé a una actriz de Liberté. Vino, hizo tres o cuatro escenas muy buenas, discutió con el productor y se fue. Era el día 18 de 26 días de rodaje. Y entonces improvisamos toda una trama que ha quedado un poco abstracta, pero que, evidentemente, es mayor que ninguna de las anteriores, mucho más original. Lo que la cámara graba es invisible a los ojos humanos, y por eso hace falta aceptar el caos con una cierta indiferencia.

P. ¿Ha improvisado la que todo el mundo dice que es su película más narrativa?

R. Que haya acabado siendo narrativa es una casualidad. Lo único que había en el guion era propósito de hacer una cosa romanesca: ligereza y peripecia. Que todo acabara cuajando y hubiera una evolución de la trama y las relaciones es un milagro. Para mí la narrativa es un tema de producción. Yo siempre trabajo igual: si cada día voy a un lugar diferente con toda la gente disponible, haré lo que siempre he hecho, pero con el simple cambio de espacio, ya que se creará una sensación narrativa.

P. Eso cambia la idea que teníamos de director como demiurgo que lo organiza todo

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R. La manera clásica de trabajar no sirve hoy cuando la gente es más fina y estamos acostumbrados a todo tipo de imágenes. Es demasiado previsible y da un resultado infantil; no se está produciendo nada mágico ante la cámara. El director solo es el responsable de las imágenes, el director no tiene porqué dirigir nada, quizás el director destruye. Hay frases y actitudes del protagonista que, todavía hoy, si yo tuviera que decir si es una película o una imagen robada, firmaría la segunda opción. La gracia es que no es una cosa ni otra. Destruyo la posibilidad de que el actor se comunique conscientemente con la cámara. Yo mismo no puedo llegar a penetrar en el rostro de los actores en muchos momentos de la película.







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P. Si todo es tan misterioso, ¿por qué en muchas entrevistas, a raíz de la película, ha hecho declaraciones políticas, como si se preocupara de la desigualdad o el colonialismo?

R. Es cierto cinismo. La razón de ser de las opiniones que emito es su utilidad artística. Si yo voy a Tahití, qué sé yo de los indígenas, ¿eran una gente muy pura y los occidentales les han chafado el paraíso? Probablemente sea verdad, pero ni lo sé, ni me importa. Yo voy allá y empiezo a odiar a esta gente, les busco defectos y los detesto de manera sincera. No es nada más que una estrategia para no caer en el cliché y para que la utilización que haré de su mundo se escape… pero el odio es sincero. También es cinismo pensar que ninguna opinión política expresada en obras de arte pueda tener consecuencias. Es evidente que no es así. Esta gente tan ridícula que hace películas con “mensaje”, lo deben hacer para sentirse bien con ellas mismas.

P. Pero, para conseguir subvenciones, sus películas de autor necesitan que la comisión política apruebe el mensaje.

R. Evidentemente, yo estoy en contra de todo esto. ¿Que no puedes hacer una película de toros porque es malo? ¿Que para ser una mujer tienes que tener algún tipo de identidad propia? No son criterios estéticos. Esto se acaba transformando en autocensura: no aceptar conscientemente el riesgo de ciertas decisiones estéticas. Yo, milagrosamente, siempre me quedo al límite de la autocensura, sin cruzarlo nunca. Todo ello llevado a las últimas consecuencias querría decir que en una película no puede salir gente mala. Esto es especialmente apasionante en el cine: los actores están tan próximos a la vida real, que lo que hacen puede tener consecuencias. ¿Quién te dice que cuando dos actores se dan un beso no les gusta?

P. ¿Y por qué no quedarse en lo políticamente correcto?

R. Porque no tiene gracia. Como dice un personaje de la película, tienes que ser capaz de crear una lengua extranjera, que sirva para oscurecer más que para aclarar.

"Me inspira la zona del Teatro Lliure de Montjuïc"

P. ¿Un libro?

 

R. El mejor libro nunca escrito sobre política es 'Lucien Leuwen', de Stendhal.

 

P. ¿Una serie?

 

R. Al principio vi algunos capítulos de las que eran buenas por saber de que iba todo ello, pero ahora se ha transformado en una cosa estúpida, en periodismo de imágenes banal.

 

P. ¿Un rincón de Barcelona?

 

R. La zona del Teatre Liure de Montjuïc. Me inspira.

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