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La ‘superilla’ de Colau no convence ni a partidarios ni a detractores

Entidades de L’Eixample debaten sobre el impacto del plan de retirar coches del distrito

Clara Blanchar
Xavier Llobet, presidente de los comerciantes de Cor Eixample; y Guille López, portavoz de Eixample Respira, en la calle de Consell de Cent.
Xavier Llobet, presidente de los comerciantes de Cor Eixample; y Guille López, portavoz de Eixample Respira, en la calle de Consell de Cent.Massimiliano Minocri

Si es bueno que hablen de uno aunque sea mal, la superilla de L’Eixample va por buen camino. El plan estrella de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para sacar coches y contaminación, y ganar verde y vida vecinal en una de cada tres calles del distrito de L’Eixample, tiene partidarios y detractores. Pero ni unos ni otros están del todo satisfechos. A los comerciantes la restricción les parece excesiva, temen un impacto negativo en sus negocios y alertan de que el tráfico se ha trasladado a las calles paralelas. Por contra, entidades como Eixample Respira, ven bien el conjunto del plan a diez años, pero insuficiente su despliegue.

Este diario citó al presidente de Cor Eixample (el eje comercial que va de Diagonal a Trafalgar y del paseo de Sant Joan a Pau Claris), Xavier Llobet; y al portavoz de Eixample Respira, Guille López. Justo en la calle de Consell de Cent, que será el mayor eje verde. De entrada, coinciden en la necesidad de sacar coches. Pero cuando afinan, surgen las discrepancias.

Llobet, que es óptico, celebra que la calle “se convierta en un centro comercial a cielo abierto”, pero acumula temores. Primero, que los estudios que se han publicado auguran efectos negativos. Segundo, los ocho meses de obras que arrancarán en junio (pide compensaciones para los afectados). Tercero, que si la zona tiene éxito “suban los alquileres y el fenómeno de la gentrificación provoque la desaparición del pequeño comercio”. Y cuarto, también teme que sus clientes (casi un 30% de fuera de Barcelona) no puedan llegar en coche. “La reducción de vehículos se apoya teóricamente en el aumento del transporte público, y no lo han hecho”, reprocha al Ayuntamiento. “Si a los clientes les complicamos la vida para llegar, optarán por una gran superficie donde puedan aparcar”, avisa lamentando que las nuevas calles impedirán recorridos en línea recta.

La observación de que históricamente todas las peatonalizaciones han tenido efectos positivos para el comercio no le convence: “Las experiencias son en barrios de trama antigua, Sant Andreu, Ciutat Vella: esto es L’Eixample. No es lo mismo tocar el dedo de un pie que el corazón”. Llobet también denuncia que calles paralelas como València soportan ahora mucho más tráfico: “El Ayuntamiento dice que los cambios se hacen por salud, por la contaminación, pero el entorno está colapsado. Hemos pedido datos de antes y después, y no nos los dan”.

A su lado, Guille López expresa que está “a favor de la superilla, pero con matices”. “Al hablar de ejes verdes, nos olvidamos de los ejes grises: por L’Eixample cruzan 350.000 vehículos al día, y el mayor problema lo tenemos en la red básica, las autopistas como Gran Via o Aragó. Si Superilla Eixample acaba afectando a toda la ciudad, bienvenida sea, pero no está resuelto”.

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Con los pies en el asfalto, surgen controversias entre el activista y el comerciante. Como las motos. López: “Deberían estar en aparcamientos, no en las aceras, es espacio público”. Llobet: “Pago impuesto de circulación”. López: “Pero no da derecho a aparcarla en la calle”. O sobre el mal uso de las zonas pintadas para peatones. A Llobet le molesta que la cruce un rider en bicicleta; pero no los coches que aparcan mal. “La ciudad lo pone demasiado fácil, está demasiado hecha para el coche, esto tiene que acabar porque es minoría en desplazamientos”, defiende el portavoz de Eixample Respira, y no entiende “que los comerciantes no se alegren de la mejora en el entorno”.

En la esquina de Consell de Cent con Girona, que será una plaza, Jordi Torras, de la librería y papelería Canut, se muestra “muy muy en contra del proyecto”. “Este es un barrio de paso y saldremos perdiendo. Ojalá me equivoque”. Anna Sandalinas, del bar Funicular, dice: “Si se tiene que hacer, bienvenido sea, a la larga será mejor”.

Las dos asociaciones de vecinos del distrito, Dreta y Esquerra, recuerdan que las pacificaciones (de Girona o Borrell) son demandas históricas. Jaume Artigues, de la Dreta apunta que el consistorio “ha asimilado estas reivindicaciones, que tienen el riesgo de provocar disfunciones en comercio y vivienda” y emplaza a “reducir todo el tráfico para evitar problemas en calles colindantes”. Xavier Riu, de la Esquerra es más entusiasta: “Porque hace 20 años que luchamos, es una gran victoria, antes de que se hablara de superilla ya defendíamos calles distintas”, dice y sí cree que se reducirá el tráfico en toda la zona, un compromiso expresado por el consistorio.

También en este lado del Eixample, Sergio Moral del eje comercial Nou Eixample, avisa: “Una cosa es la necesidad de rebajar la contaminación y otra es matar moscas a cañonazos, sin tener en cuenta la actividad económica”. También lamenta que el dibujo de la Superilla crea “calles premium y calles con tráfico”. Con todo, Moral se muestra conciliador: “Entiendo que nos acostumbraremos... y quien no pueda, se marchará”, dice. Subraya como perjudicados “los 44 talleres mecánicos” de Consell de Cent o la docena de tiendas de muebles de Rocafort, que necesitan carga y descarga cerca, por los volúmenes que mueven.

Los estudios publicados: de la alerta de riesgos al ‘apocalipsis’

Las supermanzanas han provocado un amplio abanico de estudios en los últimos años. Sobre la de Sant Antoni, el consistorio celebra un 70% más de paseantes. En verano pasado, Barcelona Oberta alertaba de una caída de ventas para el 45,3% de los comerciantes, frente a un 47,2% que las ha mantenido y un 7,5% que las ha visto crecer.

Respecto a la contaminación, un informe de la Agencia de Salud Pública situaba entre un 17% y un 25% la reducción de la contaminación en la zona desde su pacificación. Otro trabajo, del Supercomputing Center, avalaba la reducción de tráfico contra la contaminación, pero advertía de que las supermanzanas provocan más polución en su entorno si la disminución del tráfico no es “drástica”.

El RACC auguró un 26% más de atascos cuando se transformen las primeras cuatro calles; y hasta un 55% más de colas si se desarrollaran los 21 ejes verdes y plazas. Y hace tres semanas, la patronal Foment pidió paralizar el programa Superilla Barcelona y en una “estimación prudente” augura caídas de la facturación del 20% para el comercio y la restauración (3.500 millones de euros) y la pérdida de 25.000 empleos. Un escenario apocalíptico sobre el que este diario ha pedido cuatro veces, sin éxito, el estudio o cálculo que lo sustenta.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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