‘My fair lady’ hace historia como el primer musical en el Liceo
El clásico de Lerner y Loewe encandila en el coliseo barcelonés con su irresistible encanto
Si se cerraban los ojos, uno podía imaginarse que estaba en un teatro del West End de Londres disfrutando una gran e idiomática versión de My fair lady. De hecho, el estreno en el Liceo del gran clásico de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, en su versión original en inglés, cosechó la noche del 22 de julio un rotundo éxito gracias al talento de un formidable elenco de cantantes-actores, bajo la experta dirección de Alberto Casado Trigo. La versión, en concierto, pero con un sencillo y eficaz movimiento escénico diseñado por Guy Unsworth, pasa con todos los honores a los anales del teatro como el primer musical en una temporada del Liceo.
Cuando un musical, una opereta o una zarzuela se ofrecen con el mismo listón de calidad que una ópera -y así lo ha hecho el Liceo en esta ocasión histórica-, el éxito está garantizado. Desde su estreno en 1956 en Broadway, esta feliz adaptación de Pigmalión, de Georg Bernard Shaw, figura entre los musicales más perfectos de la historia del género y, sin duda, el más popular de los creados por ese tándem imbatible formado por el libretista, letrista y guionista Alan Jay Lerner y el compositor Frederick Loewe, autores también de otros éxitos como Camelot, Brigadoon o Gigi.
Sin decorados ni proyecciones, solo con unos sillones y unos viejos gramófonos como mínimo atrezzo, y una iluminación sutil, el encanto de My fair lady se adueñó del escenario, con una respuesta impecable de la orquesta y el coro del Liceo bajo la batuta del director sevillano Alfonso Casado Trigo, un auténtico especialista en el género afincado en Londres, donde ha triunfado dirigiendo, entre otros, títulos como El fantasma de la ópera, Los miserables, La Bella y la Bestia y Cats. Conoce bien el paño y aseguró con entusiasmo el éxito de una versión que contó con una eficaz y nada exagerada amplificación.
Sello personal ante un mito
Hay que quitarse el sombrero ante el talento de los intérpretes que dieron vida a los entrañables personajes de esta joya del género con talento, oficio y personalidad propia. La soprano Ellie Laugharne otorgó gracia y encanto a Eliza Doolittle, la florista malhablada del Covent Garden que acaba transformándose en una dama sofisticada tras el duro y a veces cruel aprendizaje con el solterón, clasista y recalcitrante profesor de fonética Henry Higgins, que tuvo a Steven Pacey como notable intérprete.
Con una clase extraordinaria en escena, ambos bordaron unos personajes marcados en la memoria de los aficionados al género por la legendaria pareja formada por Julie Andrews y Rex Harrison. Y lo hicieron aportando su sello personal: Laugharne cantó con elegancia y vuelo lírico sus grandes canciones -con I could have danced all night como joya de la velada- y perfiló como actriz el personaje de forma admirable; Pacey manejó con buen oficio sus recursos vocales y, con una dicción exquisita y un humor corrosivo, firmó un Higgins de gran presencia.
La sensacional Susie Blakey triunfó en la caracterización y los diferentes acentos de tres personajes -la estricta Mrs. Pearce, la orgullosa y estirada Mrs. Higgins y la vendedora callejera Cockney- y Peter Polycarpou como histriónico y socarrón Mr. Doolittle. Muy bien Richard Suart como simpático y apacible Colonel Pickering y correcto el tenor Nadim Naaman como Freddy Eynsford-Hill, el pretendiente de Eliza que tiene a su cargo una de las canciones más hermosas de la partitura.
Cumplieron con eficacia sus episódicas intervenciones varios cantantes del coro del Liceo -¡cuánto talento hay en sus filas!- preparados con acierto por Conxita Garcia, que al final de esta temporada deja la titularidad del conjunto en manos del director argentino Pablo Asante y asume una nueva responsabilidad como adjunta a la dirección musical en el equipo liderado por Josep Pons, que ha renovado por cuatro temporadas más como director musical del coliseo de la Rambla.
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