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MEMORIA HISTÓRICA

El maqui El Rubio regresará a su casa 66 años después de echarse al monte

Los restos óseos del guerrillero Francisco Serrano identificados en Tortosa podrán ser enterrados finalmente en Teruel

Marc Rovira
Los restos óseos del maqui El Rubio en la fosa de Tortosa.
Los restos óseos del maqui El Rubio en la fosa de Tortosa.Departament de Justícia (DGCG)

Más de sesenta años buscando con insistencia el cadáver de su padre le han valido a Lidia Serrano para dar con la respuesta que justifique tanto empeño: “¿Por qué tenían que estar los huesos allí, si aquel no era su sitio?”. La hija de Francisco Serrano, el maqui aragonés apodado El Rubio, podrá, al fin, darle entierro cerca de su casa, en Castellote (Teruel). El departamento de Justicia de la Generalitat, a través de la dirección general de Memoria Democrática, ha confirmado que el esqueleto recuperado en una fosa del cementerio de Els Reguers, en Tortosa (Tarragona), corresponde a Francisco Serrano Iranzo, abatido en un tiroteo la noche del 3 de agosto de 1954. El ADN de los huesos ha coincidido con el perfil genético de su hija, Lidia.

“La primera vez que estuve allí me emocioné mucho”, recuerda la mujer, de 84 años, evocando la visita a la fosa donde se sospechaba que podía yacer su progenitor. Aquel viaje a Els Reguers, en noviembre pasado, empezaba a suturar una herida nunca cicatrizada en el alma de Lidia. Ella tenía 9 años cuando su padre tuvo que escapar de casa para evitar que los franquistas le dieran caza. Francisco, “un hombre trabajador, callado y reservado”, según la familia, se echó al monte y se convirtió en El Rubio.

Su leyenda como maqui adscrito a la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón creció a medida que se le atribuían andanzas en las montañas del Maestrazgo, muchas veces acompañado de su socio de viaje: La Pastora.

“Mi padre era republicano, no comunista”, matiza Lidia, dolida y resentida por la situación de desamparo en la que quedaron los maquis una vez que Santiago Carrillo y el Partido Comunista se desentendieron de su lucha. Pasó entonces El Rubio a ser un buscavidas, un bandolero que planificaba dar el gran golpe y lograr un ansiado botín que le posibilitara enterrar el hambre y la miseria.

Según los cálculos hechos por él y su compinche La Pastora, ese asalto de réditos opulentos iba a ser en la masía de la familia arrocera Nomen, en Els Reguers, cerca de Tortosa. “Son los industriales más ricos de España”, le dice El Rubio a La Pastora, en un diálogo entre ellos que recrea Alicia Giménez Bartlett en su libro Donde nadie te encuentre (Premio Nadal 2011).

“Hay que estar en esas circunstancias para saber de qué podemos ser capaces”, argumenta Ángeles Castel, nieta de Francisco. “Me imagino que mi abuelo no tenía más remedio que entrar en las masías y pedir lo que fuera”, justifica. “El no tenía ningún problema con nadie hasta que se tuvo que ir al monte y, entonces yo que sé la vida que llevaría”, razona Lidia Serrano.

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Aquella noche, armados y hambrientos, la pareja de fugitivos sorprendió a los Nomen cenando. Les exigieron una importante cantidad de dinero (200.000 pesetas, unos 1.200 euros), amenazando con llevarse secuestrada a la hija de la familia si no accedían al pago.

José Calvo Segarra, en el libro La Pastora, del monte al mito, recoge que hubo una negociación entre asaltantes y asaltados, con mesa de por medio. “Tratando de granjearse la confianza de los atracadores y de distender la situación, el dueño de la casa ordena que les sirvan unas pastas”, apunta el texto. En la zona de Els Ports son famosos los pastissets, una masa dulce frita que forma un engrudo si se come con glotonería. El hijo mayor de los Nomen, oficial de las milicias franquistas, se levantó de la mesa con la excusa de ir a por vino y regresó armado con una pistola. Abrió fuego e hirió mortalmente a El Rubio. Su cuerpo apareció a la mañana siguiente en un barranco cercano.

“Nunca nos dejaron ir a buscarlo, ni siquiera a verlo”, recuerda Lidia, la huérfana. Una foto del cuerpo sin vida de su padre, que les entregó la Guardia Civil para que reconocieran el cadáver, ha permanecido en su cabeza durante 66 años. “Este ya es un asunto cerrado, ahora estoy muy tranquila y no tengo nada pendiente”, apunta.”Por lo menos descansará en su pueblo”.

Identificación genética

El hallazgo del esqueleto de El Rubio forma parte del programa de identificación genética del departamento de Justicia. Se dispone actualmente de unas 2.500 muestras de ADN de donantes vivos y de unos 300 perfiles genéticos de restos de fosas. Cada extracción de ADN de un individuo de una fosa tiene un coste aproximado de unos 1.000 euros. La Generalitat manifiesta que “es un proceso complejo y caro”.

En cambio, la donación de ADN por parte de familiares es gratuita e indolora, y es clave para poder identificar a las víctimas. Los familiares que quieran dar una muestra genética deben inscribirse en el Censo de personas desaparecidas. El Hospital Universitario Vall d’Hebron es el encargado de extraer la muestra del frotis bucal.

Se calcula que en Cataluña hay unas 20.000 personas enterradas en fosas de la Guerra Civil. La dirección general de Memoria Democrática tiene documentadas 527 fosas.


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