Empatía lingüística
PP y Ciudadanos deberían ser más empáticos con el catalán, que no es de nadie en especial. Usarlo es una actitud solidaria. Nadie debería pensar que usarlo es hacerlo contra nadie ni contra el castellano
Como era de prever, la precampaña de las elecciones del próximo 14 de febrero, covid mediante, ha comenzado con la inmersión lingüística como argumento político. El PP y Cs saben que es un tema que toca la fibra. Cuando las encuestas no van de cara, la lengua ayuda a paliar los malos resultados que anuncian. Y si en esas mismas encuestas es el independentismo quien avizora revalidar su mayoría parlamentaria, miel sobre hojuelas. (Este último martes, entre otras exigencias, el partido de Inés Arrimadas ya puso como condición innegociable para votar los Presupuestos del Gobierno de coalición que este retire la enmienda a la ley de Educación para que el castellano deje de ser lengua vehicular en las aulas).
¿Por qué esa manía contra el catalán vestida de preocupación ante el “inminente exterminio del castellano”?
Ya tiene la derecha la excusa perfecta para desenterrar el hacha de la lengua. A esos partidos autodenominados constitucionalistas nunca les importó la situación del catalán. Y tampoco la situación del castellano porque saben que no corre ningún peligro de desaparecer, ni en Cataluña ni mucho menos en el mundo entero, donde aumentan sus hablantes. Entonces, ¿por qué esa manía contra el catalán disfrazada de preocupación ante el “inminente exterminio del castellano”? Esta batalla tiene mucho recorrido electoralista para la derecha en Cataluña. Y ellos lo saben. Y para el resto de España también. Y por tanto no creo que haya que gastar mucha pólvora en chimangos (el chimango es un ave carroñera del hemisferio sur con gran plumaje y poca carne).
Así que soy también de los que cree que no habría que perder ni un segundo en entrar en ese debate estéril. Sí creo, en su defecto, que hay que ver qué soluciones se podrían implementar para que el catalán (o cualquier otra lengua minorizada como el catalán) sobreviva, sobre todo si comparte territorio lingüístico con el castellano. Aquí convendría recordar situaciones equivalentes respecto a lenguas cooficiales, como sucede en estados independientes como Bolivia y Perú entre el castellano y el quechua o el aymara. También en otros estados independientes se dan minorizaciones o pérdidas de hablantes, como ocurre con el catalán respecto al castellano en Andorra, o el irlandés y el inglés en Irlanda o el yidis respecto al hebreo en Israel. Y hay muchos más ejemplos .
Hay que ver qué soluciones se podrían implementar para que el catalán sobreviva si convive con el castellano
Ahora daré un ejemplo de problemas lingüísticos en el mundo como los arriba citados. Me voy a referir al guaraní (lengua que siempre oirán hablar a los inmigrantes paraguayos entre ellos en cualquier sitio fuera de su país), lengua cooficial con el castellano en Paraguay (y lengua que se habla en la frontera entre Corrientes, provincia al noreste de Argentina, y Paraguay, como sucede en España en los pueblos limítrofes entre las comunidades de Aragón y Cataluña). En la Constitución paraguaya de 1992 se incluyó el guaraní como lengua cooficial junto al castellano. Como sucede todavía con el catalán o el gallego, el guaraní sufre aún un estigma, su poco prestigio y su asociación en el imaginario colectivo con la ignorancia, el provincianismo o la pobreza. Hay en aquel país un Ministerio de Políticas Lingüísticas. Y ahora mismo está inmerso en hacer que el guaraní no pierda hablantes. No hay en la enseñanza nada que se le parezca a una Ley de Inmersión Lingüística. La doctrina es la enseñanza bilingüe, solo que en estas condiciones el guaraní sigue perdiendo adeptos. Incluso padres hablantes de guaraní prefieren que sus hijos se eduquen en castellano u otra lengua que no sea el guaraní, dado que dan por supuesto que sus hijos tendrán más oportunidades de ascender económica y socialmente. Solo guaraní lo habla un 30% de la población, otro tanto solo castellano y el resto indistintamente ambas lenguas. Pero el segmento que pierde hablantes es el guaraní. Como también pierde hablantes el catalán, con inmersión lingüística incluida.
¿Qué hacer entonces ante esta situación de precariedad? Los estudiosos del guaraní en Paraguay hablan de la necesidad ineludible de su uso. En el ámbito político, cultural y administrativo. (Recuérdese que Descartes usó el francés para escribir El discurso del método, cuando hasta entonces muchas obras científicas y filosóficas se escribían en latín, lengua culta, en lugar de las lenguas nacionales o también conocidas como vulgares).
Pues eso. Pero para poder usarla tendríamos que ser más empáticos con el catalán. Incluso deberían serlo el PP y Cs. El catalán no es de nadie en especial. Usarlo es una actitud solidaria. Nadie debería pensar que usarlo es hacerlo contra nadie ni contra el castellano. Es simplemente empatía lingüística.
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