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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El tesorero Osàcar y el líder Mas

La decisión del exresponsable de la caja de Convergència Democràtica de colaborar con la justicia en el ‘caso 3%’ lo ha rebajado de la categoría de “patriota honesto” a la de “persona vulnerable”

Francesc Valls
Daniel Osàcar (derecha), en junio de este año al entrar en prisión.
Daniel Osàcar (derecha), en junio de este año al entrar en prisión.Albert Garcia

La historia del extesorero de Convergència Daniel Osàcar se asemeja a la del que fuera responsable de finanzas del PP Luis Bárcenas. El guion se repite. Ni Mariano Rajoy ni Artur Mas son responsables de lo que ocurre en las finanzas de los partidos que ellos dirigen. El libreto manda que el primer acto sea de apoyo incondicional al tesorero-fusible. El SMS “Luis, sé fuerte” –de Rajoy dedicado a Bárcenas– se tradujo al catalán en elogio de “patriota honesto” con el que desde CDC se piropeó a Daniel Osàcar cuando se iniciaron las pesquisas del caso Palau. Lo cierto es que el PP tuvo mucho menos espíritu corporativo que Convergència. Los populares flaquearon en el cierre de filas, mientras Mas ponía más de tres veces la mano en el fuego por Osàcar.

El líder del partido, sea Rajoy o Mas, debe negar siempre la evidencia, aunque el cañón de la pistola esté humeante

Pero, con todo, la fórmula magistral se repite. El líder del partido –ya sea Rajoy o Mas– debe negar siempre las evidencias, aunque el cañón de la pistola esté humeante y el cadáver todavía caliente. Eso hasta que el imputado se decide a cantar. El extesorero de CDC ha resistido todo el caso Palau y solo ha roto su silencio hace unos días, cuando se ha mostrado dispuesto a colaborar con la justicia en el caso 3%. Osàcar se ha visto con 85 años en la cárcel con una condena de tres años y medio y teniendo que hacer frente al pago de una multa de 3,7 millones de euros. La Fiscalía ha aprovechado la oportunidad y no ha recurrido el tercer grado penitenciario que le fue concedido. No debe haber sido fácil la decisión para este censor de cuentas y nacionalista convencido, que era capaz de afirmar que su partido recibía fondos del Palau de la Música para propiciar que en las fiestas mayores de los pueblos catalanes “sonaran sardanas y no solo música andaluza”. Lo que él presentaba como una ayuda a la cultura tradicional catalana, para la justicia eran comisiones ilegales que CDC cobró por al menos 6,6 millones. Y Osàcar fue condenado.

Jordi Turull, en la actualidad en Junts per Catalunya y en 2010 portavoz de CiU en el Parlament, aseguraba el 5 de julio de aquel año: “Tengo que decir que lo que han hecho con usted es una de las experiencias más desagradables y feas que he conocido en política”. Turull, ahora cumpliendo condena por su participación en el procés, era uno de los acompañantes habituales de Osàcar en sus reiteradas visitas a la Ciudad de la Justicia de Barcelona. Otro de sus asiduos escoltas solidarios era Oriol Pujol, ahora condenado por el caso ITV. Artur Mas, en cambio, se limitaba al principio a poner la mano en el fuego por el extesorero, pero en 2010 ya se iba distanciando. “Yo no estaba al corriente de las finanzas de Convergència”, sentenciaba. “Osàcar tenía todos los poderes, tenía tantos que incluso podía vender patrimonio sin consultarnos”, concluía Mas. Se disfrazaba de libre albedrío lo que la jerarquía no estaba dispuesta a someter a debate: un disciplinado y estoico contable católico obedecía a otro católico, Germà Gordó –exgerente de Convergència (2005-2010), exsecretario del Gobierno de Artur Mas (2010-2012), exconsejero de Justicia (2012-2016)–, quien “probablemente” –dijo Osàcar hace unos días ante el juez– tenía al corriente de todo a Artur Mas. Pero Mas no sabía nada. Vivía entregado a la gran política, nada de menudencias.

En la actual situación, no parece que la cosa vaya por buen camino para los restos de la vieja CDC

Osàcar fue a declarar el pasado 20 de octubre en una pieza separada del caso 3%, que como explicaba Jesús García en estas páginas investiga las supuestas donaciones de 12 excargos del partido a su propia formación. Lo presuntamente recibido en comisiones ilegales se blanqueaba por medio de cheques de estos dirigentes, quienes en ocasiones recibían luego, en efectivo y por la puerta de atrás, el montante de su donación. La declaración de Osàcar sirvió de base para imputar por blanqueo el pasado viernes a Gordó, uno de los últimos fusibles de Artur Mas.

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En la actual situación, no parece que la cosa vaya por buen camino para los restos de la vieja CDC. Cuando Mas la demolió en 2016, acosado por los casos de corrupción, mantuvo una mínima estructura para tratar de dejar bien atados los cabos sueltos. En el guion no figuraba que el “hombre honrado” que era Osàcar, en palabras de su ya exabogado Xavier Melero, se cansara de cargar con el peso de la púrpura ajena con el único premio de consolación de la palmadita en la espalda. Para Mas, Osàcar es ahora “una persona mayor” que se ha vuelto “vulnerable” y le acusa sin pruebas.

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