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La madera quemada en el incendio de Sierra Bermeja revive en la construcción

La iniciativa de un arquitecto para utilizar árboles arrasados por el gran siniestro forestal de 2021, que ha supuesto un gran reto, es bien vista por la Junta de Andalucía

Pablo Farfán, arquitecto que ha diseñado una vivienda de la localidad de Rincón de la Victoria (Málaga) en la que se ha utilizado madera de los recientes incendios de la zona.
Pablo Farfán, arquitecto que ha diseñado una vivienda de la localidad de Rincón de la Victoria (Málaga) en la que se ha utilizado madera de los recientes incendios de la zona.Garcia-Santos (El Pais)

A simple vista es una obra más en la Costa del Sol. En detalle, un ejemplo de la nueva arquitectura mediterránea, que trae las técnicas tradicionales de construcción al siglo XXI. Más allá de sus bloques de piedra caliza que ahorran cemento o el uso de bancales para evitar enormes cantidades de hormigón, este inmueble en Rincón de la Victoria (Málaga, 50.569 habitantes) tiene un elemento singular: su cubierta está construida con troncos de pinos resineros quemados en el incendio forestal que arrasó más de 10.000 hectáreas en Sierra Bermeja, al oeste de la provincia malagueña, en el que también falleció un bombero. “Es lo más innovador de la casa”, explica Pablo Farfán, arquitecto que la ha diseñado, mientras señala las vetas negras que dejaron las lenguas de fuego en la madera. Fue él quien se empeñó en usar este material por cuestiones de sostenibilidad y el que lo consiguió gracias al apoyo de un grupo de entusiastas y de la Junta de Andalucía, que ve con buenos ojos este uso de un material renovable, reciclable, no contaminante y versátil que puede ayudar a la gestión de los bosques.

La región cuenta hoy con apenas un puñado de aserraderos ante la caída de la demanda de madera para la construcción. Tras desastres como el de Sierra Bermeja, el habitual destino de árboles quemados y muertos es salir a subasta pública y ser transformados en palés, serrín para cuadras o pellets para chimeneas y centrales de biomasa. El uso en construcción es excepcional en Andalucía. De ahí que la comunidad vea positiva la iniciativa, porque aporta valor a una madera que, después de una circunstancia extraordinaria como un incendio, sería tratada como residuo. “Es inversión en mejora del monte”, según Juan Ramón Pérez Valenzuela, director general de Política forestal y Biodiversidad de la administración andaluza. El especialista subraya que la prioridad en zonas que arden es protegerlas frente a pérdidas de suelo y la aparición de plagas, lo que conlleva en ocasiones la corta de árboles quemados. Los nuevos usos y “singularmente los aplicados a la construcción industrializada” son entonces una oportunidad para el desarrollo de zonas rurales y los “aprovechamientos del monte” que ayudan a conservar el patrimonio forestal.

Vista de la zona de pinos quemados en la zona del Puerto de Las Peñas Blancas (Jubrique, Málaga), tras quedar ser arrasado por el incendio de Sierra Bermeja.
Vista de la zona de pinos quemados en la zona del Puerto de Las Peñas Blancas (Jubrique, Málaga), tras quedar ser arrasado por el incendio de Sierra Bermeja.Garcia-Santos (El Pais)

Pérez apunta que la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul lanzó hace un mes el Programa de Impulso a los Aprovechamientos de la Madera en colaboración con entidades como la Asociación Forestal Andaluza y diversas universidades y que el consejero, Ramón Fernández-Pacheco, destacó hace unos días como “imprescindible” para el mundo rural. Cuenta con 7,2 millones de euros. Desde la Junta de Andalucía destacan que hace años había normas que no permitían el aprovechamiento de la madera quemada, pero que en la actualidad “no hay ningún impedimento legal al respecto”. Sí que lo hay para que el terreno forestal arrasado por el fuego cambie su uso —a urbanizable, por ejemplo— en un plazo de 30 años. La Ley de Montes de 2003 explica que cada comunidad autónoma “fijará las medidas encaminadas a la retirada de la madera quemada”. Tanto la administración como el sector maderero subrayan que los troncos que han ardido pierden valor y que, por eso, “quemar un bosque para ganar dinero no tendría sentido”.

“Después de cada incendio empieza una carrera contra el reloj. Si no cortas rápido, la madera se pudre, no sirve para nada y genera plagas”, sostiene Antonio Pulido, ingeniero de Montes con más de tres décadas de experiencia. Asegura que la inmensa zona afectada por las llamas en Sierra Bermeja —donde ahora crecen miles de pequeños pinos— ha sido imposible de digerir por la escasa industria maderera de la zona y que eso conlleva un peligro para el bosque que sí sobrevivió debido a las plagas de insectos, que campan a sus anchas ante la escasez de aves. Es lo mismo que ha ocurrido en la Sierra de La Culebra, en Zamora, donde la Junta de Castilla y León sacó a subasta varios lotes de madera quemada para mejorar la gestión del bosque.

Fue precisamente Pulido quien durante una conversación abrió la posibilidad del uso de aquellos troncos cuando Farfán le contaba sorprendido que los presupuestos que obtenía de las madereras triplicaban el de dos años atrás. “Me decían que era por la pandemia o una enfermedad que afecta a los bosques de Alemania. Y lo que más me sorprendió es que la madera más utilizada en España viniese de allí o Canadá”, destaca el arquitecto. Ambos visitaron la zona, tomaron muestras y los resultados del laboratorio fueron buenos: tenía más resistencia de la necesaria para la cubierta de una casa. Los ensayos acabaron por convencer al arquitecto y a los promotores de la vivienda, una familia que adquirió una quincena de aquellos árboles, más de nueve metros cúbicos de madera, a finales de 2021, poco después del incendio.

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El siguiente paso era encontrar un aserradero para transformar aquellos enormes troncos en tablones. Fue complejo. Pocas instalaciones cuentan con sierras de gran tamaño y quienes las tenían se negaban. “A cambio nos ofrecían madera de Noruega, que no queríamos, no es sostenible”, apunta Farfán. La solución se halló más cerca de lo previsto, en Astilleros Nereo, una histórica carpintería de ribera en el barrio de Pedregalejo, en Málaga, cerca de la obra. Allí existe la maquinaria necesaria y su máximo responsable, Alfonso Sánchez, se ofreció a realizar el trabajo. En enero llegaron los troncos y en marzo estaban las primeras vigas aserradas, que se curaron durante meses con el salitre del mar.

Pablo Farfán en una vivienda de la localidad de Rincón de la Victoria (Málaga) en la que ha utilizado madera de los recientes incendios de la zona.
Pablo Farfán en una vivienda de la localidad de Rincón de la Victoria (Málaga) en la que ha utilizado madera de los recientes incendios de la zona.Garcia-Santos (El Pais)

Las traviesas resultaron irregulares. Algunas tenían gemas —imperfecciones en sus bordes— y otras incluso las marcas de unos pequeños insectos que le habían afectado de manera superficial. Un tratamiento de linaza las protegió de futuros bichos, pero cuando las trasladaron a la vivienda a finales de 2022 su instalación tampoco fue sencilla. Dos empresas se negaron porque no confiaban en aquel material ni sabían cómo utilizarlo al no tratarse de tablones laminados industriales. A la tercera fue la vencida. El italiano Loris Carboni, responsable del taller Bioconstrucción Los Guindales, en el municipio de Algatocín, se lanzó al reto en febrero de este año. “Hoy muchos no saben trabajar si la madera no es perfecta. Se ha perdido el conocimiento y ya ni se enseña, pero es nuestra especialidad”, subraya. Realizó su labor con técnicas tradicionales, dibujando en el suelo las medidas necesarias y trabajando con la ayuda de regla y plomada. El resultado fue satisfactorio. “A mí me han pagado, bien ha debido quedar”, dice entre risas.

Los nueve metros cúbicos de madera relucen ahora en la cubierta de la vivienda, aún en obras. La instalación está pensada también para resistir a movimientos sísmicos —la zona este de Málaga se encuentra en una zona de alto riesgo por su cercanía a Granada— y se complementa con otros materiales sostenibles como el corcho de alcornoque cocido a alta temperatura. La combinación, además de reducir la huella de carbono respecto a las habituales estructuras de hormigón, regula la humedad, facilita la refrigeración de la casa y tiene propiedades acústicas. “Al final el precio ha sido el de cualquier otra madera, pero el proceso es mucho más ecológico”, concluye el arquitecto, que ya tiene nuevos clientes preguntando por un material similar y él ya estudia la posibilidad de usar troncos de una saca o un cortafuegos. Oportunidad para construir en la Costa del Sol y para los habitantes de zonas rurales porque “la gestión forestal sostenible es uno de los mejores aliados para el progreso de sus habitantes”, sentencian desde la Junta de Andalucía.

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