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Un gran hotel llamado Málaga

El número de camas hoteleras, sobre todo de lujo, se dispara en la ciudad andaluza al ritmo de su crecimiento turístico mientras escasea la vivienda, cuyo precio sigue disparado

El hotel Gran Miramar en Málaga.
El hotel Gran Miramar en Málaga.Alamy Stock Photo

El crecimiento hotelero malagueño vive una expansión sin precedentes. En la última década la oferta de camas ha aumentado un 40% hasta rozar las 12.000 —según los datos de Turismo Costa del Sol y el Ayuntamiento de Málaga— y llega a las 15.000 si se suman hostales y pensiones. “La ciudad lleva muchos años haciéndolo bien en cuanto a oferta de productos turísticos: museos, teatros, gastronomía, cruceros... Eso ha generado un gran movimiento de gente que necesita alojarse y los hoteleros están viendo que la ciudad tira, explica Bruno Hallé, socio director de hospitality de la consultora inmobiliaria Cushman y Wakefield. Las facilidades otorgadas por el aeropuerto y el impulso tecnológico que vive la capital —con el aterrizaje de Google como bandera— han facilitado, subraya Hallé, que además se rompa la brecha de la estacionalidad. “Hay una alta demanda de turistas y eso atrae a los inversores”, insiste Javier Hernández, vicepresidente ejecutivo de la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol.

La capital malagueña batió en 2023 su propio récord con 1,5 millones de viajeros hoteleros, que sumaron 3,4 millones de pernoctaciones, según el Instituto Nacional de Estadística. El año se cerró, además, con un 81% de ocupación, como nunca antes se había visto. “Pocas ciudades están en un momento tan dulce”, manifiestaba a principios de este año el presidente de Grupo Hotusa, Amancio López Seijas, durante la presentación del hotel de cinco estrellas y 141 habitaciones que la compañía pretende abrir en 2026. Lo hará en el Palacio de la Tinta, edificio centenario cercano al barrio de La Malagueta que la empresa compró a la Junta de Andalucía por 21 millones de euros. No es el único proyecto hotelero en ciernes. Antes, a finales de este mismo año, está previsto que la cadena Meliá abra, bajo su marca de lujo ME, otro cinco estrellas con 128 habitaciones. El inmueble se construye ya junto a la Plaza de la Merced —en el corazón de la ciudad— impulsado por el exfutbolista del Barça Gerard Piqué, que ha invertido 50 millones en este proyecto. El céntrico barrio de La Victoria verá también pronto otro cinco estrellas y en el parque natural de los Montes de Málaga el hotel Cortijo La Reina se pasará igualmente al lujo y triplicará sus habitaciones actuales para llegar a las 80. Quedan, además, las dos joyas de la corona. A un lado, el establecimiento de 200 habitaciones que planea un magnate israelí en el icónico edificio donde se ubicaba Correos. Al otro, el rascacielos de 150 metros, 35 pisos y 378 habitaciones impulsado por un grupo empresarial catarí en el puerto, aún pendiente de los tribunales y de la aprobación o rechazo del Consejo de Ministros.

Aunque también hay previstos ostros establecimientos de una, dos y tres estrellas, el sector del lujo es la gran la apuesta de Málaga. Lo ha sido hasta ahora —con un crecimiento del 400% en el número de establecimientos en los últimos diez años— y lo será en el futuro. El concejal de turismo, Jacobo Florido, destaca que el objetivo es albergar 2.000 plazas más a corto plazo en la apuesta municipal por el “turismo de calidad compatible con la convivencia ciudadana”. Corresponde al modelo impulsado desde el ayuntamiento que defiende “crecer en calidad y no en cantidad”, como ha subrayado en diversas ocasiones el alcalde, Francisco de la Torre. “Al final todo esto es una cuestión de dinero. Málaga funciona y las cadenas que no están quieren ir allí y las que sí tienen presencia ya buscan ampliarla”, afirma Rosa Madrid, directora en

Andalucía de la consultora CBRE. “Ello está suponiendo un gran crecimiento en plazas hoteleras, que destaca sobre todo porque Málaga viene de un déficit de oferta brutal: antes no tenía de nada”, señala la especialista, que cree que la ciudad todavía está lejos de tener que plantearse que no caben nuevos hoteles. “Todos los números son buenos: no estamos para nada en ese momento”, recalca. “Y el futuro dependerá de la demanda, porque la actual no es suficiente”, añaden desde Aehcos, donde subrayan hay picos en la temporada donde la gente acaba en Torremolinos o Benalmádena porque las plazas de Málaga están ya cubiertas.

¿Hay demasiados hoteles?

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No lo tiene tan claro Enrique Navarro, profesor de la facultad de Turismo de la Universidad de Málaga y director del Instituto Andaluz de Investigación e Innovación en Turismo en su sede malagueña, quien recuerda que a pocos minutos la Costa del Sol alberga una ingente oferta hotelera. “Ahora los inversores están viendo que Málaga está de moda, llegan muchos turistas y la rentabilidad es alta. Pero si la oferta de plazas crece, la tarta hay que repartirla entre más. El número de visitantes no puede crecer indefinidamente, así que se puede llegar a situaciones que ahora parece que la inversión no contempla. Sin embargo, desde el punto de vista académico sí creemos que se puede llegar ahí en 10 o 15 años porque ya hemos visto ejemplos en otras ciudades”, cuenta Navarro, que destaca que las previsiones a futuro son prácticamente imposibles en la industria turística porque dependen de numerosos factores. “Todo apunta a que la demanda para viajar a Málaga seguirá creciendo con las condiciones actuales, pero no podemos saber si esas condiciones se mantendrán en el futuro”, observa.

Entre los aspectos que pueden afectar a un destino destacan que una gran compañía de vuelos baratos decida apostar por otro destino, la evolución de competidores, la inversión en publicidad o el aumento de la intensidad de las olas de calor. También la escasez de recursos naturales, como ocurre con la sequía, que tiene al sector turístico en vilo de cara a este verano. También influye el malestar que la ciudadanía local transmita hacia el turismo. Es justo una de las sensaciones que empieza a crecer en Málaga. Apenas hay signos aun de turismofobia, pero el turismo es el sector al que se mira para explicar por qué el centro ha perdido su alma para convertirse casi en un decorado y al que parte de la población achaca la masificación en las calles. O, peor aún, el constante aumento del precio de los pisos. La proliferación de viviendas con fines turísticos, de hecho, es demoledora: si en 2016 había apenas 846, en 2024 ya hay más de 11.000. Es decir, se han multiplicado por trece en solo ocho años para rozar las 60.000 plazas, a las que sumar otras 7.000 de apartamentos turísticos. Hoy la mayoría de edificios que se rehabilita, sobre todo en el centro, tienen como destino su explotación turística. A cambio, escasea el uso residencial. Los altos precios de los pisos, de hecho, lideran las preocupaciones de los malagueños, según una reciente encuesta presentada por la Universidad de Málaga. El turismo ocupa la séptima posición.

¿Hay demasiada oferta de alojamiento en la ciudad? “Depende del punto de vista. Quizá desde lo económico resulte que hay demanda para todos los hoteles, pero también hay que medir el impacto social o medioambiental que esa actividad genera”, apunta Navarro, que recuerda un concepto básico que a veces se olvida: que el turismo utiliza el espacio público para un beneficio privado. “Eso no vamos a criticarlo, pero luego surgen inconsistencias y medidas tan impopulares como lo de cerrar la Plaza de España en Sevilla. Es que el turismo genera ingresos, pero también gastos: más policías, más limpieza, modificación del comercio tradicional... Y eso no se quiere nunca estudiar con tanta profundidad como merece ni desde el sector privado ni el público”, advierte el experto, que aboga por una gobernanza más abierta para analizar el crecimiento futuro de Málaga. “No hay otra manera que hablar, negociar y plantear. Nadie tiene los mismos intereses ni cada sector tiene una opinión monolítica. Hay que ampliar la participación de todos los actores”, concluye.

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