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La crispación enfanga la política y salta a la calle

El PP acusa al Gobierno de querer instaurar la “dictadura” y acoger a socios “cercanos a Hamás”. Expertos avisan del riesgo de deslegitimar al rival en un clima “muy caldeado”

Natalia Junquera
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante el desfile militar del 12 de octubre, el pasado jueves en Madrid.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante el desfile militar del 12 de octubre, el pasado jueves en Madrid.Samuel Sánchez

“Se están comportando de manera dictatorial. Arramplando con todo para instaurar una nueva forma de vivir bajo una dictadura en España” (Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid). “Es una involución democrática sin precedentes, un fraude electoral masivo. Nadie que ha votado al PSOE votó a favor de la amnistía y el referéndum” (Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición). “Ahora la calle es nuestra” (Elías Bendodo, coordinador general del PP). “Muchos nos lamentamos de que la dependencia de Pedro Sánchez de formaciones políticas que tienen cercanía ideológica y política con el entorno de Hamás está provocando esta falta de contundencia” (Borja Sémper, portavoz del PP). “Mira Borja, eres un mierda, un imbécil, un sicario o simplemente otro resultado, cada vez más patético, de esa máquina de producción de basura que es el PP” (Juan Carlos Monedero, cofundador de Podemos). “Es asqueroso que la escoria de izquierda que tenemos en España justifique la violación de mujeres, el secuestro de niños, el asesinato a sangre fría de familias enteras” (Rocío Monasterio, presidenta de Vox en Madrid)...

Son declaraciones de esta semana. La crispación política escala en España y empieza a trasladarse a las calles, donde el pasado jueves, casi tres meses después de las elecciones generales y pese al ruego de víctimas del terrorismo, volvió a escucharse, durante la fiesta nacional, el lema “Que te vote Txapote” contra Sánchez. EL PAÍS analiza con expertos los últimos episodios, su origen y riesgos.

O Israel o Hamás

Sábado, 7 de octubre. Tuitea el presidente en funciones, Pedro Sánchez: “Seguimos con consternación el ataque terrorista contra Israel y nos solidarizamos con las víctimas y sus familiares. Condenamos rotundamente el terrorismo y exigimos el cese inmediato de la violencia indiscriminada contra la población civil. España mantiene su compromiso con la estabilidad regional”. Mismo día, tuit de Feijóo: “Estremecidos por las noticias que nos llegan de Israel tras el bombardeo indiscriminado desde Gaza sobre la población civil. Condenamos este ataque masivo de Hamás y trasladamos nuestra solidaridad con las víctimas. El terrorismo es el enemigo de todos y debe ser derrotado”.

Son mensajes prácticamente idénticos, como parece lógico ante la gravedad de lo que acaba de ocurrir en Israel. Una semana después, ese consenso ha desaparecido. El martes, Feijóo, entrevistado por Federico Jiménez Losantos, aseguraba: “España vive una situación de falta de liderazgo internacional enorme. Lo estamos viendo con las acciones terroristas de Hamás y cómo hemos sido excluidos de una declaración entre Francia, Alemania, Italia y EE UU. Vamos a pedir la comparecencia del presidente o del ministro de Asuntos Exteriores. Necesitamos que se aclare cuál es la postura”. Al líder del PP se le olvida una nación, Reino Unido, y omite o ignora que el manifiesto corresponde a una reunión de The Quint, grupo formado por esos cinco países cuyos mandatarios se reúnen habitualmente por videoconferencia para abordar temas de política internacional. España no fue excluida.

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Ese mismo día, Isabel Díaz Ayuso afirma: “Entiendo que aquellos que apalean policías, que revientan cajeros, que están con los de la kale borroka, que han secuestrado y matado en su historia, que promueven los escraches, que han quemado las calles de Cataluña… no condenen el terrorismo de Hamás, pero es terrorismo, yihadismo, y no me quito los cuerpos de esas mujeres violadas, ensangrentadas, que han exhibido como trofeos estos días. No sé donde están esas feministas para recordar que eso no se puede tolerar. Si no sabemos condenar algo tan grave, no estaremos a la altura de las grandes democracias liberales que sí lo están haciendo estos días. El Gobierno de España debería hacer lo mismo y no dejarnos en bochorno”.

Para Cristina Monge, politóloga, profesora de Sociología e investigadora de los retos de la calidad democrática, estas declaraciones son “una muestra más de cómo en la política española todo es susceptible de convertirse en una bronca interna”. “Opera la lógica del simplismo y en ese clima de crispación todo sirve como metralla, incluida la política internacional, donde generalmente esto no pasaba. Ya no se admiten matices: o estás con Hamás o con Israel. El PP parece que está planteando que Israel extermine a los palestinos y la posición de Feijóo no era esa. Pero Ayuso y Vox operan en el PP como elemento de crispación y terminan llevándote al extremo”.

Al politólogo Lluís Orriols, autor del libro Democracia de trincheras, tampoco le ha sorprendido la pelea interna a cuenta de la guerra en Gaza. “Estamos en un contexto de altísima confrontación de bandos y cualquier tema, nacional o internacional, sirve. Entra dentro de las funciones de la oposición criticar al Gobierno por una toma de posición. El tuit de Sánchez desactivaba cualquier polémica, pero el PP ha entrado al trapo porque socios minoritarios del Gobierno han tomado una postura opuesta a la que ellos defienden. Pero una cosa es hacer oposición y otra asociar al Gobierno con un grupo terrorista, sea ETA o Hamás. Es una falacia argumental”.

El primer día de los ataques, la vicepresidenta en funciones Yolanda Díaz compartió en redes sociales: “Consternada por las imágenes que llegan desde el sur de Israel y Gaza. Mi solidaridad con todas las víctimas”. En el Congreso, Gerardo Pisarello, primer secretario de la Mesa del Congreso y diputado de En Comú Podem, condenó “los atroces atentados de Hamás” y criticó “la venganza de Netanyahu contra la población civil de Gaza”, a la que autoridades israelíes se refirieron como “animales humanos”. Sí fue ambigua la respuesta de Enrique de Santiago, diputado de Sumar-IU, cuando le preguntaron si Hamás era un grupo terrorista, o Tesh Sidi, diputada del mismo grupo cuya primera reacción a los atentados sobre población israelí fue un tuit que decía: “Con los pueblos y su derecho a la libre determinación. Hoy y siempre con Palestina” (posteriormente, aclaró que condenaba esos ataques). A partir de ahí, en el PP atribuyeron cualquier mensaje de solidaridad con los palestinos —por ejemplo, mostrar su bandera— como apoyo a un grupo terrorista. Era una consigna, porque no solo dirigentes nacionales, sino autonómicos y municipales opinaron en esa línea.

Acoso en un tren, cachete y manos a la espalda

Otros episodios recientes dan cuenta de la escalada de la crispación política y sus riesgos. El pasado martes fue detenido, acusado de allanamiento de morada y coacciones, Lucas Burgueño, el hombre que hostigó al socialista Óscar Puente en un tren el pasado 29 de septiembre. El PP no condenó entonces los hechos. Su vicesecretario de Organización, Miguel Tellado, tuiteó, con una imagen del diputado en el Congreso: “Son matones de patio de colegio. El nivel de chulería y agresividad de este PSOE es intolerable. Ya no pueden salir a la calle. Por eso Sánchez viaja en Falcon”. Posteriormente, justificó la actitud de Burgueño: “Óscar Puente no ha sido víctima de una agresión. Vemos en el vídeo cómo Puente no sabe encajar la crítica de un ciudadano sobre el apoyo del PSOE a la amnistía. Y provoca un retraso de 20 minutos en un transporte público, exigiendo de malas formas que la policía lo baje del tren (¿abuso de poder?)”. Para entonces ya se sabía que Burgueño había sido detenido días antes por encararse con dos agentes, pero el hostigador era “un ciudadano”; el hostigado, “un matón” y el hostigamiento, “una pregunta”.

Un día antes, el concejal socialista Daniel Viondi había protagonizado un lamentable episodio durante el pleno del Ayuntamiento de Madrid, al acercarse y dar tres toques en la cara al alcalde, José Luis Martínez-Almeida. El líder del PSOE madrileño, Juan Lobato, reaccionó de inmediato: “Pido disculpas en nombre de mi partido al señor Almeida por lo sucedido. Somos responsables del buen ejemplo que debemos dar, por tanto, se ha pedido que entregue el acta de concejal, y en el partido se tomarán las decisiones correspondientes”. Viondi renunció a su escaño y fue apartado de sus cargos orgánicos. Ese mismo día.

También el 28 de septiembre, pero en Zaragoza, se produjo otro episodio de falta de respeto institucional. La presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández, de Vox, recibió con las manos a la espalda a la ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero, y a la secretaria de Estado, Ángela Rodríguez, a la que negó el saludo. Al ser nombrada presidenta de las Cortes de Aragón gracias a un pacto con el PP, Fernández borró sus redes sociales, donde había vertido mensajes negacionistas de la violencia machista y del cambio climático. En un mitin de Vox, había dicho de Montero: “Solo sabe arrodillarse para medrar”.

Los políticos, explica Monge, pueden activar la crispación en la calle “por acción o por omisión: por hacer o por dejar que otros hagan en nombre de su tribu”: “La derecha se ha apropiado de la fiesta nacional y no vemos a líderes conservadores criticar los abucheos y el ‘Que te vote Txapote’. El escándalo es que ya no nos escandalice, que sea previsible”. Orriols advierte: “Ese lema es un grito de la derecha deslegitimando que el PSOE pueda pactar con otro partido del Parlamento y por tanto, democrático”.

“Hemos entrado”, añade la politóloga, “en una espiral muy peligrosa. ¿Se puede mostrar una causa-efecto entre la bronca del Congreso y lo que le ocurre a Puente en el tren? No. El problema es que cuando ocurre eso, el PP defiende a Burgueño y al no cortar eso de raíz, está haciendo que la bola siga girando. Ante este tipo de conductas hay que ser muy contundente. ¿Qué miedo tiene Feijóo? ¿Que Santiago Abascal le llame derechita cobarde? Probablemente. Pero es su responsabilidad como representante público censurar actos de ese tipo. Al PP le ha salido el acompañante de la extrema derecha, y opera en una lógica de competencia, pero, por la vía de los hechos, está comprando a Vox el paquete entero de su discurso, que es muy crispante”.

Danuel Viondi toca la cara al alcalde de Madrid, José Luis Martínez- Almeida, durante un pleno municipal el pasado 28 de septiembre.
Danuel Viondi toca la cara al alcalde de Madrid, José Luis Martínez- Almeida, durante un pleno municipal el pasado 28 de septiembre. EFE

Orriols destaca las diferentes reacciones: “El gesto de Viondi es una falta máxima de respeto al adversario político fruto de la polarización. Lobato lo atajó rápidamente, funcionaron los controles que deben tener los partidos, se envió el mensaje de que es inadmisible. En el caso de Puente, el PP no actuó de forma responsable. El hostigador encontró complicidad donde no debería tenerla”.

Premios y peligros

El desprecio de Fernández al recibir con las manos a la espalda a una ministra en funciones fue criticado, pero también jaleado y celebrado en redes sociales. Para Monge, el episodio es “muy elocuente” para explicar la política tuitera y su “lógica de tribus”. “Los políticos se dejan influir por el clima tuitero y a la vez influyen en él. Las redes son un ecosistema crispado. Un tuit muy matizado y medido no genera seguidores ni retuits; uno provocador, sí. La presidenta de las Cortes de Aragón prepara ese recibimiento a Montero. Es una performance. Sabe que en su tribu lo va a rentabilizar, que los suyos aplaudirán ese desprecio”. Orriols recuerda: “La presidenta de un Parlamento es un cargo institucional particularmente importante porque representa al orden legislativo en su totalidad, a todos los grupos. Una actitud de ese tipo inyecta en la sociedad el rechazo al sano plurarismo político”.

Los tres ejemplos —el hostigamiento a Puente en el tren; el cachete de Viondi a Almeida y la negación del saludo de Fernández— ocurrieron en apenas 24 horas, pero hay muchos más. Alfonso Guerra sugirió que la vicepresidenta segunda del Gobierno en funciones se pasaba el día en la peluquería; la fundación de Aznar, FAES, la definió como “figurín neocomunista confeccionado con retales de Dior”. Y ese lenguaje verdulero, impropio de cualquier represente o exrepresentante público se traslada a la sociedad. En la concentración de protesta en Madrid por la amnistía [que Sánchez negocia con ERC y Junts] convocada por el PP, mientras el pinchadiscos ponía temas para hacer tiempo, por megáfono se gritaba: “Esta es la música que utiliza Yolanda Díaz para maquillarse”. En la de Barcelona del pasado domingo se vieron pancartas contra el Rey: “Felipe VI, cómplice del golpe de Estado a las urnas, a la democracia y a la voluntad de los españoles”. En ambas concentraciones se hostigó a medios de comunicación que cubrían el acto.

Pancarta contra el Rey exhibida en la manifestación contra la amnistía celebrada el pasado domingo en Barcelona.
Pancarta contra el Rey exhibida en la manifestación contra la amnistía celebrada el pasado domingo en Barcelona. Albert Garcia

“Los discursos de las élites”, opina Orriols, “acaban teniendo un reflejo en la sociedad”. Y añade: “Si deslegitimas al adversario de tal forma que no es alguien que debería estar gobernando, que tiene socios que a tu juicio deberían estar ilegalizados, eso puede provocar lo que hemos visto: demandas al Rey para que incumpla sus obligaciones constitucionales. Y eso es gravísimo. En una monarquía parlamentaria, el Rey no decide quién gobierna. Son planteamientos antidemocráticos, irnos a Marruecos”.

Para Monge está claro que esos discursos crispantes “provocan que la gente se vaya calentando”. “España entera no está a punto de levantarse en armas, porque además, en todo esto tiene mucho que ver la burbuja político-mediática madrileña, pero conviene analizar estos episodios. Durante el Gobierno de Zapatero, con las manifestaciones contra el aborto, por ejemplo, el nivel de violencia verbal en la calle también era tremendo. Ha habido épocas de crispación igual o mayor. A mucha gente que acudió a la manifestación de Barcelona contra la amnistía seguro que no le hizo gracia ver pancartas contra el Rey. Pero cuando el ambiente está tan caldeado, el chispazo puede saltar en cualquier momento. Ha pasado en un campo de fútbol y puede pasar en la calle. El problema es que la lógica de la crispación a algunos políticos les resulta rentable. Venimos de cuatro años de escuchar ‘gobierno ilegítimo’. Si ahora va a empezar el discurso, poco menos, de que se están haciendo trampas porque no han ganado las elecciones, con todo lo que se está caldeando el ambiente con el tema de la amnistía, esto puede ir a más, hasta que se vaya de las manos”.

“El miedo que me da todo esto”, añade Orriols, “es que acabe deteriorando uno de los pilares básicos de la democracia: el consentimiento de los perdedores, es decir, que los que pierden acepten la derrota y esperen su turno. En los grados máximos de falta de consentimiento de los perdedores, hay ocupación de las instituciones, como el caso del Capitolio, o protestas en las calles para que haya un golpe de Estado, como en Brasil. ¿España está lejos de esto? Sí. ¿Es inmune? No, y solo hace falta mirar a nuestro alrededor”.

En Por qué fracasa la política (Península), Ben Ansell, profesor de Democracia Institucional Comparada en la Universidad de Oxford e investigador en el proyecto del Consejo Europeo sobre políticas de bienestar e igualdad, escribe: “Cuando los perdedores creen que la victoria es imposible, pueden negarse a prestar su consentimiento para nada. Si queremos salvar la democracia, que funcione eficazmente, tenemos que averiguar cómo poner fin al caos y la polarización”.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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