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“La Guardi” del PP va sin ataduras en Extremadura

La líder popular extremeña, María Guardiola, presume de tener amigos de izquierdas, gais y de ser una mujer moderna de 2023

La candidata del PP a la Presidencia de la Junta, María Guardiola, en una rueda de prensa en Mérida (Badajoz). Foto: JERO MORALES (EFE) | Vídeo: EPV
Javier Casqueiro

A María Guardiola (Cáceres, 44 años) se le saltan las lágrimas cuando habla de su madre y su abuela. Son sus referentes en todo para su vida y el espejo a seguir para sus hijos: Jorge y Carmen. El año pasado, recién nominada presidenta del PP y candidata a la Junta de Extremadura —por el anterior equipo de dirección de Pablo Casado y Teodoro García Egea, por cierto—, los asesores externos contratados para lanzar su desconocida imagen le prepararon seis vídeos de presentación: “María Guardiola en verde, blanco y negro”. En los vídeos sobre la temática Familia y mujeres se le aguan los ojos al reconocer casi con las mismas palabras el talante de su madre y su abuela: “Valiente, optimista, divertida, generosa, buena gente”. Y a su madre, Dolores, puestos a puntuar le da sobresaliente: “Un 10″, como le gustaría definirse a ella misma.

Si la semilla de un carácter se planta en la infancia, a Guardiola se le vinieron a los dos años varios mundos encima. Su padre, el que le aportó el apellido y prototipo de una familia etiquetada como de señoritos bien extremeños, abandonó a su esposa, con su hermano recién nacido. La madre, que la había parido a los 18 años, tuvo que volver a la casa familiar de sus progenitores. Eran nueve en 80 metros cuadrados: los abuelos, dos tíos, dos primos y su madre y su hermano. No sobraba nada, tampoco faltaban risas. Guardiola no recuerda su infancia con rencor.

La lucha y determinación de la madre, que ya mayor estudió una carrera, se casó con otra pareja, José Antonio —al que Guardiola considera su verdadero padre— y con el que tuvo a otras dos hijas que ahora son sus amigas y hasta asesoras, fue mucho más que un modelo. María Guardiola sacó buenas notas, estudió una licenciatura de Administración de Empresas, superó dos oposiciones para la Junta e hizo carrera técnica como funcionaria cualificada en varios puestos. No estaba muy interesada en la política, aunque simpatizaba con el PP. No se afilió hasta hace 11 años, ya con 36, cuando el Gobierno del popular José Antonio Monago la nombró secretaria general de Economía y Hacienda.

Monago no fue su mentor ni su guía en política. El patrón a seguir en política para Guardiola fue, según su equipo, una mujer, Cristina Teniente, ahora la número uno del PP por Cáceres, exvicepresidenta, exconsejera autonómica y veterana parlamentaria en Extremadura. Ella fue la que la promocionó en Hacienda en la etapa de Monago. Y su descubridor nacional en el PP fue Alberto Casero, extremeño, número dos y mano derecha, como secretario de Organización, de Teodoro García Egea, al mando del aparato partido bajo el liderazgo de Pablo Casado. Casero tenía el encargo de encontrar un rostro novedoso que cicatrizara un poco un partido en fase aletargada y de ruptura interna. El PP de Feijóo heredó esa candidatura y la asumió como suya porque entendieron que Guardiola era “fresca, moderna, preparada, una mujer de hoy en día”, según fuentes al tanto de aquella operación. Egea y Casado querían superar así la época de Monago para plantar alguna batalla al socialista Guillermo Fernández Vara. Feijóo, amigo de Monago, al que rescató de la jubilación para un cargo orgánico en Génova, compró las virtudes que con las que promocionaban a Guardiola.

Cuando el equipo de García Egea hizo un seguimiento a Guardiola por casi una decena de pueblos extremeños para ver cómo funcionaba sobre el terreno, mandaron un informe claro a Génova 13, tras cotejarlo con varios alcaldes populares relevantes: “Tiene trato cercano, se maneja muy bien con la gente y en las distancias cortas, y lo que le falta de la refriega dialéctica con los rivales lo adquirirá sin problemas”.

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El entorno de Guardiola, a la que sus amigas de la pandilla que conserva y la gente más cercana en la que se ha refugiado en el campo este fin de semana llaman “La Guardi”, la retratan como una persona franca, de palabra, “sin ataduras”. Ella se reconoce como una mujer que puede llegar a ser “bruta” en las formas si se enfada, como le sucedió el pasado lunes cuando compareció con la sinceridad inusual de un miura para reconocer delante de los periodistas el fracaso de sus negociaciones directas con los interlocutores de Vox.

Hace justo un año, cuando todavía no estaba formalmente nominada como candidata del PP, Guardiola metió la pata y lo reconoció. Fue en unas declaraciones contra el presidente Pedro Sánchez, en las que para criticar que fuera a Extremadura en Falcon y no en AVE, también cuestionó a bordo del tren que esos vagones no tuvieran ni enchufes y los tenía justo debajo de su asiento. Después salió y admitió su error. Ese vídeo lo observó el mítico jugador de baloncesto pacense José Manuel Calderón, ahora asesor de jugadores en la NBA, quien la escribió en privado para ensalzar que una política pidiera disculpas. Guardiola y Calderón quedaron después a tomar un café y el jugador le regaló un balón de baloncesto que forma parte de los objetos imprescindibles de su despacho.

Guardiola presume de amistad con la cantante Bebe, criada en Extremadura y autora del éxito Malo, sobre los malos tratos machistas, pero también es fan de Extremoduro. En política, ha sentido admiración por Angela Merkel, porque cree que decía “las cosas claras y era seria”. En su época de concejal en Cáceres, estableció contactos con grupos gais, de los que luego surgieron amistades que conserva. En uno de sus vídeos de presentación, se define como “una mujer normal, con amigos de izquierdas y de derechas, porque el mundo no gira solo en la política”.

Prueba superada

Cuando hace un año contrató como asesores a la empresa sevillana Rebellious Words, encabezada por el comunicador Santiago Martínez-Vares, quien en su día había trabajado para el exalcalde y exministro popular Juan Ignacio Zoido, a Guardiola le hicieron un examen con cuatro preguntas prueba para aceptar el trabajo. La interrogaron para saber su opinión sobre la eutanasia, el aborto, los matrimonios LGTBI y Vox. Superó la prueba y les enamoró. Lo que dijo entonces de esos asuntos cruciales y polémicos, pero ya bastante transversales es lo que mantiene ahora y lo que ha provocado que la derecha mediática la descalifique como “la Irene Montero o Eva Perón del PP”.

[Guardiola ha enviado esta mañana una carta a sus seguidores en la que, tras días de tensión en la negociación, se abre a pactar con Vox en Extremadura y así desbancar al socialista Guillermo Fernández Vara de la presidencia de la Junta: “Soy muy consciente de que también es imprescindible el respeto, el diálogo y el acuerdo pragmático con la formación de Vox en Extremadura. Compartimos una prioridad, pasar página a las políticas socialistas. Es lo que nos debe preocupar”].

Guardiola no traga a Vox, según sus colaboradores, “por principios tan irrenunciables para ella como la condena a la violencia machista”. En noviembre pasado hasta protagonizó otro vídeo contra esos ataques con una chaqueta lila. No es que respalde a Irene Montero o las campañas del Ministerio de Igualdad: refrenda y suscribe lo que le dicen sus amigas, con las que se ha recluido el fin de semana en el campo, y lo que reflejan los datos.

En su entorno, aseguran que no tiene ningún resentimiento por lo que le pasó a ella y a su madre tras el abandono de su padre, pero asumen que naturalmente “la marcó para siempre”. Ese episodio, que ha durado tanto tiempo y que ha tenido capítulos tenebrosos, ya lo superó hasta el punto de encerrarse cinco días el pasado otoño en la UCI del hospital donde tuvo que ser ingresado su padre biológico tras una recaída por una de sus dependencias que le tuvo al borde de la muerte. Pero su padre auténtico es el nuevo marido de su madre.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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