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Relato de uno de los migrantes que intentó entrar en Melilla: “La policía marroquí estaba muy violenta y ellos débiles y hambrientos”

El joven cuenta que sus compañeros caían al primer golpe de los agentes

Migrantes intentan cruzar la valla de Melilla el viernes desde Marruecos, salto en el que fallecieron al menos 18 personas.Foto: AP | Vídeo: EPV

Mamadou fue uno de los cerca de 1.700 migrantes que el viernes intentaron cruzar a la fuerza la valla de Melilla. Este sábado, asustado y escondido, cuenta algunos de los detalles del episodio más trágico que se ha vivido hasta ahora en esta frontera terrestre. Al menos 23 de sus compañeros han muerto, muchos aplastados o asfixiados al quedarse atrapados en un pasillo del dispositivo fronterizo. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) y el colectivo Caminando Fronteras elevaron el número de muertes a 27, aunque las fuentes oficiales en Marruecos no lo han confirmado. “Los agentes marroquíes estaban muy violentos, más agresivos que otras veces, y la gente entró en pánico. Eso provocó la estampida”, explica por teléfono bajo la condición de anonimato.

El joven cuenta que todos ellos se encontraban agotados y llevaban días sin comer. Los días previos, en el monte Gururú, donde se refugian los migrantes antes de prepararse para los saltos, habían sido duros. Las batidas policiales habían sido constantes y los agentes, como suele ser habitual, confiscaron dinero y comida, según fuentes que trabajan en el terreno. La precariedad y la falta de comida, cuenta Mamadou, precipitaron el salto antes de lo previsto. “Murieron tantos porque estaban débiles y hambrientos”, asegura.

Este salto fue diferente a otros por varios motivos. En primer lugar, los migrantes plantaron cara a los policías marroquíes, tanto en los campamentos del bosque como en su camino hacia la valla. El pasado sábado, según publicó El Faro de Melilla, se habían registrado más de 100 heridos entre las fuerzas de seguridad marroquíes tras un violento enfrentamiento con un numeroso grupo de migrantes que se había concentrado en una zona boscosa en las afueras de Nador.

El ambiente previo al salto era muy tenso. “Los agentes marroquíes tiraron muchas piedras y dispararon gas lacrimógeno”, asegura Mamadou. “Normalmente, lo lanzan al aire, pero esta vez iba directamente contra la gente. Y estaban tan débiles que cualquier toque les hacía caer”. Según su testimonio, las piedras lanzadas por los agentes marroquíes “mataron a mucha gente”. “Todo el mundo tiró piedras, los policías y los migrantes, pero nosotros no teníamos protección. Cuando la piedra le daba a alguien en la cabeza, caía”, afirma.

Otra diferencia con saltos anteriores fue que, el viernes, los migrantes habían preparado una estrategia distinta: el plan era forzar la puerta de acceso de la valla y no saltarla. “Esta vez, no llevábamos garfios para escalar, aunque algunos acabaron saltando incluso sin ellos”, explica Mamadou. La determinación a forzar la puerta les llevó a concentrarse a todos en el mismo lugar.

Entre los 133 migrantes y refugiados que sí lograron entrar en Melilla, hay una mayoría de sudaneses. Esta nacionalidad estuvo también muy presente en los últimos saltos registrados el 2 y 3 de marzo, cuando más de 850 migrantes lograron entrar en la ciudad autónoma. Los sudaneses son potenciales refugiados, según la ONU. Esta nacionalidad, de hecho, tiene una de las tasas más altas de reconocimiento de asilo en España, más de un 88% este año, según datos de la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior. Esto quiere decir que el Estado les reconoce la protección internacional porque considera que corren riesgo de muerte si vuelven a su país o que se encuentran perseguidos. Para lograrlo, sin embargo, acaban entrando en Europa de forma irregular. La ruta de Libia era la más habitual, aunque la española, a través de Marruecos, ha registrado un aumento de sudaneses en los últimos dos años.

En Sudán, un golpe de Estado ejecutado el año pasado frustró el camino que el país había emprendido hacia una democracia civil. Al golpe le han seguido el hostigamiento, los arrestos arbitrarios de políticos de la oposición y el asesinato de casi 100 destacados manifestantes. La región sudanesa de Darfur, de donde han salido varios de los migrantes que participaron en este y en los últimos saltos, registró solo el año pasado más de 400.000 desplazamientos internos causados por la violencia, según la ONU. La zona está inmersa en diferentes conflictos interraciales desde 2003.

Mamadou, en cierta forma, tuvo suerte porque llegó más tarde a las inmediaciones de la valla que sus compañeros. Su retraso le evitó, quizá, encontrarse entre las decenas de jóvenes que permanecieron amontonados unos encima de los otros durante horas, custodiados por la policía marroquí. Entre esa multitud de cuerpos cuyas imágenes fueron divulgadas por la Asociación Marroquí de Derechos Humanos de Nador. A Mamadou lo pillaron antes de que pudiese acercarse al vallado, a cerca de un kilómetro de distancia. “Los policías marroquíes nos rodearon”, cuenta. En un descuido, el joven empezó a correr en dirección al monte y permanece escondido desde entonces. Dice que lo volverá a intentar.

En colaboración con Lighthouse Report.

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