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Sánchez busca en Egipto recuperar la influencia española en la zona y contratos para empresas nacionales

El presidente ha visitado Turquía, Libia y ahora El Cairo en pocos meses

Pedro Sánchez y el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, el 17 de noviembre en Ankara (Turquía). Vídeo: HANDOUT (AFP) | EUROPA PRESS
Carlos E. Cué

El avión que lleva de Madrid a El Cairo emite imágenes en bucle de un Egipto poderoso, rico, moderno, grandioso, dirigido por un hombre fuerte que sale en las pantallas varias veces en la grabación: el general Abdelfatá Al Sisi, líder del golpe de Estado que acabó en 2013 con el breve mandato de los Hermanos Musulmanes, que llegaron al poder en las primeras elecciones después de la revolución en la plaza Tahrir, donde hoy los militares han borrado cualquier resto de aquellas protestas que acabaron con la caída de Hosni Mubarak.

El Cairo alberga estos días una gran convención de la industria de defensa, y Egipto, con sus 100 millones de habitantes y un gran peso político de los altos mandos militares, es la nueva joya para las multinacionales del sector, también españolas. Está disparada también la construcción, con obras públicas faraónicas promovidas por el régimen hasta el punto de que el país se ha convertido en uno de los mayores productores de cemento del planeta. Los negocios apadrinados por el Gobierno bullen en un Egipto con otra cara: la represión es cada vez más fuerte en un país que encarcela a jóvenes influencers acusadas de “socavar los valores de la familia” y multiplica los presos políticos.

Pedro Sánchez, empeñado desde hace meses en recuperar la influencia que un día tuvo España en esta zona del mundo, y sobre todo en buscar grandes contratos para las empresas españolas en unos países en crecimiento, llegó a El Cairo el martes por la tarde acompañado en el avión oficial por un grupo de empresarios de grandes constructoras, empresas tecnológicas, de energía, de agua y, por supuesto, de defensa. “Es un país de renta media con grandes planes de desarrollo y enormes posibilidades para las empresas españolas. Hay grandes expectativas”, señalan desde La Moncloa. Sánchez, que es el primer presidente español que viaja a Egipto desde 2009, tenía previsto visitar una enorme potabilizadora construida por empresas españolas que da servicio a seis millones de personas en El Cairo, una descomunal megalópolis donde nunca para el claxon de fondo de los coches y los edificios a pocas manzanas apenas se distinguen por la contaminación. Las empresas que acompañan al presidente, principalmente de infraestructuras y transportes, indican los negocios que espera promover el Gobierno: FCC Aqualia, Siemens Gamesa, CAF, Indra, Técnicas Reunidas, Navantia, Escribano, Airbus, Thales, Ignis, Talgo. La CEOE participa también en el viaje.

Sánchez viaja a Egipto para clausurar un foro empresarial con compañías de ambos países y reunirse con Al Sisi después de haber visitado hace dos semanas otro país clave en la región también con fuertes denuncias de organizaciones de derechos humanos, la Turquía de Recep Tayip Erdogan, en un viaje que también tenía un claro interés económico y en especial para la pujante industria de defensa española, que da trabajo a unos astilleros que han vivido estos días precisamente huelgas muy importantes. Si Al Sisi ha reformado la Constitución para poder gobernar prácticamente de forma indefinida, Erdogan también va camino de convertirse en un dirigente casi vitalicio, aunque con una diferencia muy importante: en su caso siempre llegó al poder y allí se mantiene con elecciones creíbles, no con un golpe de Estado como el egipcio.

Poco antes de ir a Turquía, Sánchez viajó a Libia, algo que han hecho muy pocos primeros ministros europeos y que se hizo en condiciones de riesgo para la seguridad, con un aterrizaje especial en un avión militar para evitar posibles ataques y una enorme comitiva armada. El interés del presidente por recuperar ese peso de España en una zona estratégica es evidente, aunque para eso haya que asumir viajes a regímenes no democráticos y darles así un respaldo internacional frente a las críticas de las organizaciones de derechos humanos. “El presidente quiere que España sea un actor relevante y un interlocutor privilegiado e impulsar así la relación euromediterránea”, señalan en el Ejecutivo. Precisamente esta semana en Barcelona el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, lidera la “Conferencia Ministerial para la Estabilización de Libia” con varios países de la zona representados.

El Gobierno multiplica así su presencia en una zona del mundo especialmente conflictiva, donde 10 años después de la primavera árabe lo que ha quedado en su mayoría son regímenes autoritarios dominados por militares que están logrando, sin embargo, importantes, aunque desiguales, tasas de crecimiento y se convierten en un destino natural de las grandes multinacionales españolas que buscan contratos multimillonarios.

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Sánchez pensaba concentrarse en su agenda internacional después de haber dejado encarrilada la legislatura en España con los 188 votos a favor de los Presupuestos. Sin embargo, la inesperada tensión con ERC, que amenaza con romper ese acuerdo de Presupuestos si no se cambia la ley audiovisual para forzar a plataformas como Netflix a tener un 6% de producción en lenguas cooficiales, sorprendió a Sánchez poco después de aterrizar en El Cairo. El presidente regresará rápido a España, este mismo miércoles por la tarde, y así podrá encargarse de resolver un asunto que ya están tratando de orientar desde La Moncloa. Si logra reconstruir el acuerdo con ERC, a Sánchez le espera en España el asunto central del final del año, la negociación de la reforma laboral, y una agenda intensa de reformas con dos consejos de ministros cada semana para poder acelerar la ejecución del gran fondo de recuperación europeo, clave para acelerar una recuperación económica que empieza a dar algunos síntomas de que podría no ser tan fuerte como se esperaba.

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