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La calle suaviza la gresca política sobre el bable

La polémica en el Parlamento autonómico sobre la oficialidad de la lengua asturiana se atenúa en las conversaciones de los ciudadanos

Juan Navarro
Laudelino Varela, de 70 años, compra el pan al repartidor que se lo lleva a diario a Tabayes (Asturias) el pasado viernes.
Laudelino Varela, de 70 años, compra el pan al repartidor que se lo lleva a diario a Tabayes (Asturias) el pasado viernes.Juan Navarro García

En algunos bares de Asturias, una gran variedad de acentos y un sinfín de palabras en bable se entremezclan sin problema con distintas formas castellanas y expresiones populares según la parte del Principado de donde provengan los contertulios. Las diferencias, a veces de puro matiz, arrancan en los platos típicos: los de la zona oriental hablan de fabas y los de la cuenca minera de fabes. El entendimiento que triunfa en las comandas de taberna choca con el convulso escenario político: el Parlamento discute una reforma estatutaria que pretende convertir al asturiano o bable en lengua cooficial, mientras la calle cuestiona si este dispar patrimonio cultural puede homogeneizarse.

Dos amigas que charlan al sol de Oviedo —María Fernández, de 23 años, nacida en la capital de provincia, y Olaya Fernández, de 19, procedente de una zona rural— explican que en sus conversaciones suele haber expresiones en asturiano pero que en los pueblos se usa más. Ambas respaldan la modificación que ha planteado el Gobierno autonómico (PSOE, Podemos e IU) porque creen que así lo que “chapurrean” sus abuelos “mezclado con castellano” cobrará uniformidad. Postura similar esgrimen María Casero y Gonzalo Terrero, de 49 y 56 años, que reivindican el bable como algo no solo “de aldeanos”. Los dos, profesores, reniegan de “imposiciones” y piensan que la cooficialidad debe “unir”. “¡No queremos que todo el mundo hable igual, como en la tele!”, bromean.

Menos calmado es el panorama político. La propuesta de cooficialidad liderada por los socialistas del presidente Adrián Barbón —que tiene aún meses de trámites y debates por delante—ha sido criticada ferozmente por la oposición, con Vox acosando con una campaña pública al diputado de Foro Asturias, Adrián Pumares, de quien depende que prospere o decaiga. Barbón sostiene que el objetivo es “reconocer un derecho y proteger un patrimonio cultural”. “Es la mejor manera de evitar el riesgo de desaparición de las lenguas”, añade el mandatario socialista, que señala que la adaptación del bable al uso cotidiano, una vez convertido en cooficial, dependería de las leyes que se aprobaran al respecto, aunque recalca que no se forzaría a nadie a usarlo ni habría, por ejemplo, bilingüismo en la escuela.

La Constitución establece que es decisión de las comunidades autónomas fijar las lenguas cooficiales en sus estatutos, aunque después estos deben recibir el aval del Congreso. En la actualidad son cooficiales en una parte del territorio español el catalán/valenciano, el gallego, el euskera y el aranés.

La batalla política hastía a Xosé González, presidente de la Academia de la Lingua Asturiana, quien recuerda que el PP de Álvarez-Cascos clamó por la cooficialidad hace 25 años y que el PSOE, hasta el último programa electoral, rara vez la respaldó. González se muestra “optimista” en cuanto a que el PP vire de nuevo gracias a la “sensibilidad” hacia el tema de una parte de sus filas. El también doctor en Pedagogía recalca que el modelo estándar del asturiano abarca las múltiples variedades, todas bajo una morfogramática que facilita asimilarlo: “No es tan complejo”, resume.

La imposición de la lengua que la oposición augura, desdeña González, no se va a producir. Y tranquiliza a quien tema que en su trabajo le obliguen a manejar el bable. El objetivo, coincide con Barbón, es un “cambio amable” que dé visibilidad en los medios o en la Administración. Solo los funcionarios, incentivo mediante, que decidan “reciclarse” se verían afectados. La mitad del millón de habitantes del Principado entiende o habla asturiano a diario, y un 25% puede también leerlo o escribirlo, sostiene González apoyándose en una encuesta de Equipo Euskobarómetro de 2018.

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El secretario regional del PP, Álvaro Queipo, recela de esa “cooficialidad amable” que pregona el PSOE y le insta a que, antes de pedir el apoyo a su plan “como un acto de fe”, enseñe el modelo que trataría de aplicar.

El principal problema para el arraigo del bable, observa Inés Fernández-Ordóñez, catedrática de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid, pasa por la escasa “conciencia idiomática”. La estandarización sobre el asturiano central puede provocar que gente de la variedad oriental u occidental “no se identifique”. Por otro lado, el abandono de las élites socioeconómicas, algo que no ocurrió con el catalán, ha menoscabado el prestigio del asturiano, detalla la también miembro de la Real Academia. En la calle, los ovetenses Alfredo Díaz y Diego Varela, de 41 y 37 años, consideran que “hay otras prioridades” que ese “asturiano inventado” que “intentan imponer”. Según ellos, no procede dar importancia a algo que “nunca la tuvo”.

El panorama visto en Oviedo muta al subir las escarpadas pendientes rumbo a Tabayes, una aldea del concejo de Bimenes, cuyo ayuntamiento sigue teniendo como “lengua oficial” al asturiano desde 1997 pese a que la justicia anuló esa decisión. En las calles del pueblo, los vecinos conversan entremezclando el castellano con expresiones y palabras en bable. Tino Fernández, de 85 años, se asombra cuando le preguntan si habla asturiano: “Hablamus como siempre”, dice, aunque admite que cuando sale del terruño habla “más fino” porque no le entienden. Su discurso casi lo calca Laudelino Varela, que paga el pan que recibe en furgoneta frente a la casa donde nació hace 70 años: “Hablamos como toda la vida, como cuando éramos guajinos”.

La cuestión anima a Celso García, de 79 años, a analizar la utilización de esta lengua con Rosi Díez, de 64, que le reparte la carne semanalmente. Ambos apoyan el fomento del bable y citan a Julita Montes como eminencia del asunto. La señora, que a sus 83 años calza madreñes (zuecos) para moverse por su huerto, también dice con marcado acento que siempre ha hablado igual: “Hablamus como hablamus”. Con ella uno aprende que la neblina se llama borrina, que el escolleru sirve para cargar agua y que carcovar implica hacer zanjas.

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Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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