Margarita Robles: “No olvidaré a unas familias que se quedaron a cinco metros de entrar”
“Terminar con los vuelos es duro, pero no dependía de nosotros”, señala en esta entrevista la ministra de Defensa
Recién llegada de la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid), tras recibir este viernes a los últimos evacuados por las Fuerzas Armadas españolas desde Kabul (Afganistán), la ministra de Defensa, Margarita Robles (León, 64 años), confiesa que le embarga una sensación agridulce. Acaba de culminar con éxito la operación de rescate de más de 2.000 personas desde la capital afgana, pero atrás queda un país atenazado por el terrorismo del Estado Islámico y la tiranía talibán.
“Por un lado tengo una enorme satisfacción, porque se ha hecho una misión magnifica, que ha dejado muy alto la humanidad y la solidaridad de España, representada por sus Fuerzas Armadas, su policía, sus diplomáticos. Ver llegar a esos afganos que se llevan la mano al corazón y te dan las gracias es algo que no voy a olvidar nunca”, reflexiona. “Por otro”, agrega, tengo “una sensación de dolor también, porque hay unas pocas familias que se han quedado en la puerta [del aeropuerto] y no han podido entrar. Hasta el último momento los militares han intentado que entrara todo el mundo posible. Han hecho lo humano y lo sobrehumano. Incluso 10 minutos antes de la explosión [del atentado del jueves] estaban a la entrada, intentando ayudar a familias para que entraran y no ha sido posible. Aún tengo [presente], y no lo olvidaré nunca, [que había] un par de familias que estaban a cinco metros de la entrada y no pudieron entrar. Eso me produce un enorme dolor que solo compensa la sonrisa de los niños que han llegado”.
Pregunta. ¿Había soldados españoles en la zona donde se produjo el atentado del jueves que dejó decenas de muertos?
Respuesta. Los soldados españoles han estado siempre en la zona [de entrada al aeropuerto] tratando de ayudar. Piense que no ha parado en ningún momento de intentar entrar gente, pero ya se estaban cerrando todas las puertas. Todo el mundo era consciente de que eran las horas finales. La suerte fue que los militares españoles se retiraron 10 minutos antes de la explosión. Por suerte no hubo ningún herido [entre los soldados españoles] y pensamos que tampoco se registró ninguno entre las personas que colaboraron con España y a las que queríamos evacuar.
P. ¿Cuál ha sido el momento de mayor preocupación?
R. Sin duda el jueves por la noche. Todas las noches, cuando llegaban los aviones A400 de Dubái a Kabul, teníamos un margen de solo una hora para introducir a todo el mundo, había que hacerlo contra reloj. El trabajo que han hecho las Fuerzas Armadas ha sido excepcional, pero quizá el jueves fue el momento de mayor nerviosismo. Sabíamos que eran los últimos vuelos. Tenía que entrar todo el mundo. Se había producido el atentado. Tengo que reconocer que, hasta que a las 3.30 de la madrugada me llamó el Jemad [jefe del Estado Mayor de la Defensa] para decirme que los aviones habían salido de Kabul, estuve con el corazón en un puño. Todo eso se compensa con la satisfacción de ver llegar hoy [por el viernes] a los militares, a los GEO, a los diplomáticos, con ese ánimo tan elevado. Han sido momentos duros, pero ha valido la pena.
P. ¿Los militares españoles llegaron a salir del aeropuerto para ayudar a entrar a los afganos?
R. En ocasiones salían a la puerta para ayudarles. Excepcionalmente, un día hubo una salida con autobuses, no solo de España, sino de varios países, para recoger gente. Pero fue muy excepcional porque fuera del aeropuerto el control era de los talibanes, con muchos checkpoints [puestos de control], algunos fáciles de pasar, otros muy difíciles. Hubo familias que al ir a pasar un control recibieron bastante violencia física y tuvieron miedo y volvieron a sus casas.
P. Algunos llevaban banderas españolas para identificarse.
R. Así es. Eso surgió de los afganos que habían colaborado con España. La entrada de uno en uno era muy difícil, así que ellos mismos se reunían en grupos con la bandera española y gritaban: “¡España! ¡España!”. Estos días, al bajar de los aviones, hemos visto a niños con banderas y a chicas con bufandas rojas y amarillas. Comprendieron que era la mejor manera de que nuestros soldados pudieran identificarlos.
P. La decisión más dura es decir: este es el último avión, ya no hay más.
R. Es una decisión muy dura, pero no dependía de nosotros. Nosotros siempre hemos dicho: sacaremos a toda la gente posible mientras podamos. Fuera del aeropuerto, todo estaba controlado por los talibanes; y dentro solo se podía hacer lo que nos permitían las tropas estadounidenses. El último día los militares de EE UU iban cerrando las puertas, ponían vehículos blindados para que la gente no pasara y todos éramos conscientes de que era el final. Por eso el dolor que tengo humanamente es que en los últimos momentos hicimos un esfuerzo titánico para que un par de familias que estaban muy cerca pudieran entrar, pero se cerraron las puertas.
P. ¿Cuántos colaboradores de las Fuerzas Armadas españolas se han quedado atrapados allí?
R. No lo sabemos. Piense que todos los días que ha durado esto eran miles las personas que se acercaban a las puertas, familias enteras. Hemos traído bebés, personas mayores. Algunos colaboradores españoles vivían en Herat o Qala-i-Naw [a 800 kilómetros de la capital]. Eran viajes muy difíciles, muchos tuvieron suerte y pudieron pasar los controles de los talibanes y llegar a Kabul, pero otros no. He vivido escenas de colaboradores nuestros que vinieron a España hace 8 o 10 años y a los que ahora he visto llorar porque dentro del avión venía su familia.
P. El atentado del jueves ¿precipitó el fin de la evacuación?
R. No me atrevo a decirlo. La posición del presidente [de Estados Unidos Joe] Biden era muy clara, el 31 [de agosto] era el último día. Los americanos tenían muchos militares y mucho material que evacuar y necesitaban un tiempo. Ya era cuestión de horas. Nuestro personal ha apurado hasta el último momento.
P. El presidente ha dicho que se va a intentar que quienes colaboraron con España y han quedado atrás puedan salir. No sé cómo será posible si ya no queda ni siquiera embajada española en Kabul.
R. En este momento tiene que ser una actuación conjunta de todos los países. Europa tiene una obligación con Afganistán y España también, porque 102 militares y policías españoles murieron allí. Y tenemos que hacer un esfuerzo muy especial por las mujeres y las niñas, cuya situación nos preocupa enormemente. España en todos los foros internacionales va a hacer una gran presión.
P. Sorprende que el Estado y el Ejército afgano se derrumbaran con tal rapidez…
R. Era impensable. En los últimos meses he repetido que me preocupaba muchísimo Afganistán, pero nadie pensaba que se desmoronaría así. A las pocas horas de irse el presidente [afgano Ashraf] Ghani todos los controladores del aeropuerto de Kabul y todo el personal de seguridad se fue y el aeropuerto colapsó. No había nadie que se hiciera cargo del espacio aéreo. Hasta que los americanos lo hicieron, fue una situación dramática. Tenemos que reflexionar y creo que hay que decirlo: es un fracaso sin paliativos de Occidente.
P. ¿Qué se ha hecho mal?
R. Es difícil decirlo. La retirada ha sido precipitada y el momento en que, de una forma irresponsable, en mi opinión, el presidente [Donald] Trump la anunció fue el principio del fin. Estuve hace un año en Afganistán y me recibió el presidente Ghani con cinco mujeres que eran viceministras. Él se ha ido, pero me pregunto dónde estarán ellas ahora.
P. Sorprende que en un tema de esta trascendencia no haya consenso entre los dos grandes partidos.
R. España es un país generoso, solidario, que ha vibrado con los afganos. Desde todos los lugares nos han hecho llegar ofertas de colaboración. Estoy segura de que millones de votantes del PP están orgullosos del papel que ha jugado España como país. Con eso me quedo.
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