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Ultratemporalidad, paro y bajos ingresos: los números del cráter laboral de los jóvenes

La comparativa con Europa es durísima: muy pocos jóvenes trabajan en España, con estudios o sin ellos, y tenemos cifras récord de trabajadores pobres y de contratos que no duran ni tres meses

Evolución de la tasa de empleo para jóvenes entre 15 y 24 años. Elaboración propia / EL PAÍS
Evolución de la tasa de empleo para jóvenes entre 15 y 24 años. Elaboración propia / EL PAÍS

Para los jóvenes españoles es demasiado raro tener un buen trabajo. Son una generación diferente a la de sus padres en muchas cosas, algunas elegidas y otras bienvenidas, pero cuando se escuchan sus quejas es fácil encontrarles una raíz: los jóvenes afortunados quieren mejores trabajos y los jóvenes desempleados querrían uno cualquiera. Hablar de sus problemas es hablar de desempleo, de salarios bajos y contratos cortos.

1. En España la gente más joven no suele tener trabajo, al contrario de lo que pasa en muchos países. Solo el 20% de los jóvenes de 15 a 24 años tienen un empleo de algún tipo, frente al 31% de la Unión Europea y muy lejos de países más ricos, como Suecia (39%), Alemania (48%) o Reino Unido (51%).

Entre 2004 y 2008, cuando España logró sus mejores cifras de empleo, los jóvenes con trabajo eran el 30% y hasta el 40%. Pero la cifra colapsó con la crisis económica posterior y ha vuelto a caer con la pandemia.

Las diferencias por países tendrán muchas causas. Una parte puede ser cultural, o estar relacionada con la formación vocacional o la facilidad para hacer prácticas. Pero el desempleo juvenil también es reflejo de la falta de trabajo en general. Una señal de eso son los jóvenes que ni estudian ni trabajan: España tiene un 14% de ninis entre 15 y 24 años, una de las peores cifras de la UE, solo mejor que Rumania, Bulgaria, Chipre e Italia, según Eurostat. Además hay también muchos jóvenes que querrían un trabajo, para compaginarlo con sus estudios, pero no lo encuentran.

2. La falta de trabajo continúa con los veinteañeros, tengan o no estudios. Si saltamos con nuestras estadísticas una década, encontramos que los jóvenes de 25 a 29 años siguen con baja actividad.

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España solo tiene cifras de empleo en la media europea para los jóvenes con estudios básicos (el 53% de los cuales trabaja). El problema es que esa cifra no mejora lo suficiente por el hecho de estudiar. Solo el 59% de los españoles con estudios de bachillerato o formación profesional media están trabajando, frente al 72% que es la media de la Unión Europea y muy lejos de Países Bajos o Alemania (83%).

Lo mismo pasa con los universitarios. Tienen trabajo el 70% de los españoles de 25 a 29 años que acabaron la universidad o tienen un posgrado, frente al 79% de la UE. Solo dos países tienen una cifra peor que la española, otros dos países del sur muy golpeados por la última crisis y con problemas parecidos, Italia (55%) y Grecia (63%). En el extremo contrario están Países Bajos (90%), Lituania (89%), Rumania (87%), Finlandia (87%) o Alemania (86%).

Esta falta de trabajo es el primer problema del mercado laboral que afrontan los jóvenes. El segundo es la precariedad.

3. En España los jóvenes con trabajo siguen en riesgo de ser pobres. Es la prueba más clara de la precariedad del empleo, porque falta o porque ofrece a veces salarios bajos.

España es tercer país con más trabajadores de 16-24 años en riesgo de pobreza (20%) y el segundo con más riesgo para trabajadores de 25-29 años (16%). Sin embargo, como vimos la semana pasada, esa situación es menos habitual para los trabajadores mayores: a los 55-64 años el porcentaje en riesgo es del 9%, en la media europea, y para la gente que trabaja más allá de los 65 años es inferior (7%).

Es útil pensar en la gente de 25 a 29 años en España. En ese grupo, hay un 23% de paro. Pero además, como acabamos de ver, entre los que sí trabajan hay un 16% que siguen teniendo rentas bajas. Sus ingresos familiares, tomando en cuenta las personas de su hogar, son inferiores al 60% de la mediana. Son jóvenes que trabajan, pero que quizás tienen a su pareja en paro; que tienen un hijo pequeño o cuidan de un padre mayor; jóvenes que solo tienen contrato algunos meses al año, o que trabajan unas horas por semana y querrían más.

4. España tiene récords de ultratemporalidad. En nuestro país, a menudo la precariedad tiene una explicación detrás: la cantidad de contratos con fecha de caducidad. España tiene más temporalidad en el empleo que casi cualquier país de Europa, para jóvenes y en general. Y eso tiene consecuencias. Los trabajadores ganan menos dinero porque alternan etapas parados y trabajando; tienen más dificultades para hacer planes y menos incentivos para especializarse.

Un caso límite de temporalidad es lo que Eurostat llama “trabajo precario”, los contratos de menos de tres meses de duración. Como muestra el gráfico, esos empleos ultratemporales son más frecuentes en España que en casi cualquier país. Llama la atención sobre todo lo habituales que son para gente formada: en España el 7% de los trabajadores con título universitario tiene un empleo de semanas, el doble que en la UE y más que en casi cualquier otro país.

5. Tiempo parcial de ricos, tiempo parcial de pobres. La última señal de precariedad la encontramos en los trabajadores con jornadas cortas. Es una fórmula que divide a los países europeos: en lugares ricos a menudo es una señal de flexibilidad, un lujo elegido, mientras que en lugares como España, parece más una consecuencia indeseada de la falta de trabajo.

España es el segundo país de la Unión Europea donde más jóvenes trabajan a tiempo parcial porque no encuentran trabajo a tiempo completo. Al mismo tiempo, estamos entre los países donde menos gente tiene una jornada corta para estudiar o por motivos personales y familiares que no sea el cuidado de alguien enfermo. Esa jornada parcial, digamos que deseada, es poco frecuente en Italia (2%) y España (3%), pero muy común en países más prósperos, como Austria (10%), Países Bajos (11%), Alemania (13%) y Dinamarca (16%).

Es decir, que en España hay muchos jóvenes que trabajan poco aunque querrían trabajar más; y otros en la situación contraria, con un trabajo de muchas horas que les gustaría hacer más compatible con otras cosas en su vida. Aunque lo primero es más grave, son dos señales de precariedad.

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