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Quesos solidarios, adolescentes sin red y los desvelos del exdirector del instituto de Llanes

Mientras era profesor de instituto, Ángel Álvarez Holguera colaboró con la Asociación El Patiu para cuidar de los alumnos expulsados. Ahora impulsa Inserta Patiu, una quesería de inserción para adultos

Angel Alvarez Holguera
Ángel Álvarez Holguera.Diego Sánchez y Borja Larrondo (The Kids are Right)
J. A. Aunión

Dicen que el queso es bueno para los huesos y ayuda a fortalecer el sistema inmunológico, pero también puede venir bastante bien para la reinserción social de personas en riesgo de exclusión, por ejemplo, en una comarca asturiana envejecida, con población dispersa y falta de oportunidades para aquellos que más necesitan que les echen una mano. Así lo que cree firmemente Ángel Álvarez Holguera, que cuenta que cuando dirigía el instituto público de Llanes se le partía el alma cada vez que tenía que firmar la expulsión de algún alumno por mal comportamiento; ¿en qué demonios iba a mejorar en algo dejar al adolescente en casa durante unos días o unas semanas?, se preguntaba.

Aunque parezcan dos asuntos que no tienen nada que ver, están perfectamente conectados en un camino que lleva a Álvarez Holguera desde su despacho de director a la Quesería Bedón, que el verano pasado se convirtió en Inserta Patiu, oficialmente la primera empresa de inserción social de la comarca del Oriente. Esto significa que, de sus seis trabajadores, dos -Gorka Santiago, de 45 años, y Julio Gómez, de 55- están dentro de un programa formativo que trata de dar herramientas sociales y laborales a personas vulnerables.

Julio Gómez, en la quesería. Al fondo, la educadora social Sandra Fernández, que además de acompañar la formación de los aprendices, hace lo que haga falta, sea ayudar en la elaboración del queso o venderlo en la trastienda.
Julio Gómez, en la quesería. Al fondo, la educadora social Sandra Fernández, que además de acompañar la formación de los aprendices, hace lo que haga falta, sea ayudar en la elaboración del queso o venderlo en la trastienda. Diego Sánchez y Borja Larrondo (The Kids are Right)

Pueden parecer cifras modestas, pero gestos pequeños como estos, nacidos de iniciativas sociales, pueden marcar una gran diferencia en unos pueblos dispersos, con el 23% de la población en riesgo de exclusión social, según el último Observatorio de Salud en Asturias, de 2019, que dice también que un 18,5 de la población no ha tenido a nadie que le ayudara cuándo han necesitado apoyo para el cuidado de menores o personas dependientes o para hacer recados y gestiones.

Pero para empezar a conectar los puntos de esta historia hay que volver a ese despacho donde Álvarez Holguera —profesor santanderino de FP que en 1985 se sacó la oposición en Asturias y en 2007 se convirtió en director del instituto— firmaba expulsiones mientras le daba vueltas a cómo el sistema le está fallando a los chicos que más necesitan su ayuda, sobre todo, a esos que caen bajo el epígrafe administrativo de trastornos graves de conducta. Allí apareció un día Jesús García Morán, presidente de la Asociación El Patiu, para hablarle de un programa con el que su ONG atiende precisamente a esos chicos durante los días que están expulsados, para que no se queden solos, en casa o por la calle.

Es fácil imaginar que la cosa le gustó al profesor, así que comenzó una colaboración entre el instituto y la asociación que se mantiene hasta hoy. Tal y como se puede comprobar un día cualquiera de este curso que está a punto de terminar, en el que tres muchachos expulsados charlan con una educadora en la sede del Patiu en Posada de Llanes, una de las 28 parroquias que componen el concejo. “Cuando alguien me cae bien, me cae bien; pero cuando me cae mal, insulto”, contesta de forma un tanto críptica una chica de 15 años sobre las razones de su castigo, mientras sus dos compañeros, de 15 y 17, se encogen de hombros. Al principio de la mañana, han hecho una especie de juego de situaciones en los que trataban de resolver conflictos cotidianos con la ayuda de la monitora y ahora se disponen a lijar y pintar uno de los bancos de madera del jardín.

Tampoco sorprenderá a nadie, llegados a este punto, que Álvarez Holguera siguiera, una vez jubilado en 2016, colaborando con esta asociación que, además, tiene otros dos programas para adolescentes vulnerables. Uno es preventivo, de atención por las tardes (hacen actividades de ocio, refuerzo escolar), y el otro atiende ya todo el día a niños y niñas cuyas familias están a punto de perder su tutela: solo van a casa a dormir, el resto del tiempo están en la escuela o en con los trabajadores de la asociación. “En algún caso, les llevamos ya con el pijama puesto”, cuenta una de las trabajadoras de este programa que forma parte de los recursos de la red pública de Servicios Sociales del Gobierno de Asturias.

A Álvarez Holguera lo que quitaba entonces el sueño es qué pasa con todos ellos cuando, a medida que van cumpliendo años, dejan de recibir este tipo de apoyos y los institutos les pierden de vista. Y así es como llegamos a la idea de poner en marcha una empresa de inserción que les acompañe y les siga dando herramientas para la vida en la siguiente etapa del camino.

Al final, sin embargo, cuando por fin dieron con el negocio adecuado y convencieron a los dueños del Bedón, una quesería con sus buenos 20 años de experiencia, de que les alquilara el negocio para montar Integra Patiu, la realidad se les echó encima; vieron que había necesidades más imperiosas que cubrir entre las generaciones más talludas. Por eso, en este día de marzo, Gorka Santiago, que tiene una discapacidad intelectual, es quien ocupa la plaza de integración en la granja de cabras que dan la leche para hacer la mayor parte del queso. Y en la fábrica, es Julio Gómez —cuya complicada biografía le hace casi imposible encontrar cualquier otro trabajo— quien se afana en remover y sacar los granos del futuro queso para apisonarlos en los moldes.

Álvarez Holguera, que asesora, como voluntario, en la redacción del plan económico y en la promoción y venta de los quesos, admite que les está costando sacar a flote el proyecto, hacerlo rentable, como primer paso para poder crecer y ayudar a más gente, tal vez, algunos de esos jóvenes que inspiraron la iniciativa. El fundamental apoyo de El Patiu, que funciona principalmente con subvenciones y convenios con la administración, se está viendo resentido estos días por el retraso en los pagos del Gobierno de Asturias. Además, alcanzar las ventas que se habían fijado como objetivo necesario —unos 1.400 kilos al mes— les está resultando más difícil de lo que esperaban.

Puesto de la quesería en el mercado de Llanes.
Puesto de la quesería en el mercado de Llanes.Diego Sánchez y Borja Larrondo (The Kids are Right)

Así que les están echando una mano aquí y allá. Por ejemplo, un martes de mercado, un grupo de alumnos del ciclo de FP de Administración y Finanzas ha colocado un puesto en el centro de Llanes para vender los quesos del Bedón. “Es un proyecto social. El 80% de los beneficios van para mejorar el negocio y el otro 20%, a la asociación el Patiu. Tenemos queso de cabra, de vaca y mezcla”, cuenta una estudiante a todo el que tiene a bien pararse a escuchar en el puente de la plaza Barqueras. Están ayudando a la quesería al mismo tiempo, pero se trata de un ejercicio de clase en el que trabajan la atención al cliente y la redacción de facturas, explica su profesor, Miguel Rodríguez.

La actividad ha sido posible, claro, por la intermediación de Álvarez Holguera, que no solo sigue en contacto con su antiguo instituto -trata de poner en una red de apoyo al centro de profesores jubilados-, sino que sigue tratando de enmendar la ausencia de alternativas en el sistema educativo para aquellos chavales que en su día tuvo que expulsar. LLeva años mandando cartas —a la anterior ministra de Educación, Isabel Celaá, al Gobierno de Asturias— y reuniéndose con todos los partidos y sindicatos que quieran escucharle para reclamar programas específicos, con profesores especializados y contenidos adaptados para los alumnos con trastornos graves de conducta. “No se les da una alternativa. No se analizan las causas, que muchas veces tiene que ver con problemas familiares, sociales, económicos… ¡Hasta los reclusos tienen programas de recuperación!”, protesta.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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