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Cómo cerrar (bien) una etapa vital

Cuatro claves para poder terminar una relación sentimental o un acuerdo laboral y seguir adelante sin mochilas emocionales.

EPS 2319 CONFIDENCIAS PSICOLOGÍA
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El estrepitoso relevo en la presidencia de Estados Unidos ha sido un ejemplo de cómo no terminar una etapa. La historia política norteamericana, por suerte, cuenta con crónicas de traspaso de poder mucho más constructivas. Richard Nixon, al perder en 1960 las elecciones contra J. F. Kennedy, dijo: “Una de las características singulares de Estados Unidos es que tenemos contiendas políticas, que son muy disputadas (...), pero una vez se toma la decisión, nos unimos detrás del hombre que fue elegido”. Una lección de elegancia y dignidad a la hora de dar un paso al lado. Otros perdedores han optado por el humor para quitar hierro al asunto. Ese fue el caso del republicano Bob Dole, que al ser desbancado por Bill Clinton aseguró: “Dormí como un bebé; me despertaba llorando cada dos horas”. Dos buenas maneras de aceptar el cambio cuando las cosas no han salido como se esperaba, algo extensible a nuestra vida cotidiana, en la que muchas veces nos vemos obligados a pasar página.

Eso implica despedirse de personas y situaciones que han formado parte de nuestro día a día, lo cual no siempre es fácil. Los libros para emprendedores enseñan a ser proactivos, a tomar la iniciativa y arrancar proyectos. Sin embargo, nadie nos prepara para cerrar etapas de nuestra vida. Si sabemos terminar una relación sentimental o un acuerdo laboral de manera madura, con la comunicación adecuada, podremos seguir ligeros de equipaje.

Veamos cuatro claves para cerrar bien cualquier víncu­lo, responsabilidad o situación y seguir adelante con la conciencia tranquila.

1. Tomar el tiempo necesario para despedirnos. La precipitación no ayuda a hacer un buen tránsito hacia una nueva etapa. Luis Bassat, referente de la publicidad en España, opina que el mismo tiempo que se ha invertido en contratar a una persona hay que dedicárselo para explicarle por qué es mejor que no siga en el cargo. Si las entrevistas de trabajo sumaron un par de horas, hay que reservar ese tiempo para un final lo más amistoso posible. Esto es aplicable a todo “divorcio” para que sea lo menos traumático posible. Necesitamos ese tiempo para explicarnos, escuchar, comprender y desear lo mejor a quien en adelante recorrerá un camino distinto.

2. Trabajar el “para qué”. Aunque al ser humano le gusta encontrar una razón para todo, en los cambios repentinos no siempre hay un porqué. A veces nos vemos obligados a despedir una etapa debido a un problema de salud, a un revés económico o a cualquier otro agente externo. No podemos atribuirlo todo al destino, ya que en la vida hay accidentes y golpes que son obra del azar. Sin embargo, sí podemos decidir para qué nos sirve la nueva situación. Los primeros meses de la pandemia sirvieron a muchas personas para iniciar proyectos que de otra manera no habrían hecho. Aunque el cambio se haya producido contra nuestra voluntad, siempre podemos encontrar una utilidad a lo que está sucediendo.

3. Desapegarnos del pasado. Cuando se cierra una puerta, cualesquiera que sean las causas, la única actitud positiva es mirar hacia delante. Si alimentamos la frustración y el resentimiento o revisamos constantemente lo que ocurrió, en un vano intento de editar nuestra historia, seguiremos atados al pasado por un ancla de dolor. Tras asumir los hechos, la mejor terapia es empezar a sembrar nuevos proyectos e ilusiones. Las energías que utilizaríamos en lamentarnos por lo que salió mal pueden usarse para construir una nueva vida.

4. Completar la travesía del desierto. Al finalizar una época importante de nuestra vida es necesario tomarnos un tiempo de reflexión. Esto es sobre todo relevante tras una ruptura amorosa. Saltar de una relación a la siguiente —lo que popularmente se denomina “el síndrome de Tarzán”— para ahorrarnos el duelo solo servirá para reproducir las mismas equivocaciones. Se requiere una travesía del desierto, que es mucho más fértil de lo que parece a simple vista, ya que en ese impasse podemos aclarar nuestras ideas, comprender nuestros errores y preparar el futuro.

Saber cerrar una etapa, en resumidas cuentas, nos permitirá abrir un nuevo inicio libre de mochilas emocionales.

Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología.


Sin abrazo ni despedida

La psicóloga Cristina Llagostera, especialista en cuidados paliativos y duelo, señala la dificultad de integrar una pérdida cuando ya no tenemos relación con un familiar o las circunstancias impiden el adiós, como ha sucedido bajo la pandemia. La imposibilidad de acompañar, de despedirnos, es muy dolorosa y puede dejar heridas emocionales. En sus palabras, “la persona no está, pero la relación pervive. Se puede despedirse internamente expresando lo que nos hubiera gustado poner en palabras. Es posible integrar el legado que ha dejado en nosotros”. Llagostera propone abrazarse a uno mismo o juntar las manos para enviar ese contacto afectuoso, así como celebrar una ceremonia o ritual a distancia para honrar a quien se ha ido. Conectarnos a allegados de quien despedimos es otra forma de acoger las emociones que surgirán.

 

 



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