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Sant Fruitós de Bages: arte rupestre, restaurantes en un monasterio y un canal del siglo XIV a una hora de Barcelona

El pueblo barcelonés y sus alrededores con paisajes dignos de una postal campestre ofrecen la oportunidad de conocer la residencia veraniega del pintor Ramón Casas, un proyecto culinario inmersivo y los 25 kilómetros de La Sèquia

Sant Fruitos de Bages
Vista de drone del monasterio de Sant Benet, en la localidad de Sant Fruitós de Bages (Barcelona).Getty Images/iStockphoto

Fue un día de marzo del año 2016 cuando el hombre prehistórico se manifestó de repente en el interior de una cueva en la zona de Les Brucardes, en la comarca del Bages (Barcelona). El hallazgo lo protagonizó una persona que estaba practicando escalada en bloque o bouldering (ascender por bloques de roca o pequeñas paredes, sin material de protección convencional) al ver una serie de pinturas que, posteriormente, el Servicio de Arqueología y Paleontología de la Generalitat de Cataluña confirmó como pictóricos rupestres esquemáticos. Se trata de un tipo de arte asociado a las primeras culturas metalúrgicas (Calcolítico, Edad del Bronce e inicio de la Edad del Hierro), de rasgos muy básicos. Así, en Les Brucardes se contemplan 11 figuras que se corresponden con cuadrúpedos o representaciones esteliformes. En efecto, se pueden distinguir en las paredes formas de estrellas, de figuras humanas y de lo que podrían ser cérvidos, todos ellos ocupando una superficie de tres metros de largo por medio de alto.

Es una de las maravillas que pueden visitarse en las inmediaciones de Sant Fruitós de Bages, una localidad a menos de una hora en coche de Barcelona con una gran tradición agrícola y vitivinícola que, desde finales del siglo XIX, destacó por su actividad industrial, con la implantación de las primeras fábricas textiles. Lo que lleva, curiosamente, a la vida del pintor Ramón Casas, cuya madre era accionista de una fábrica y, mediante una subasta y por 25.000 pesetas de entonces, consiguió hacerse en 1907 con el monasterio de Sant Benet. El lugar se convertiría en residencia de verano del pintor, y hoy se puede hacer en él una visita doble de enorme interés histórico y artístico.

Las pinturas rupestres encontradas en una de las cuevas de Sant Fruitós de Bages.
Las pinturas rupestres encontradas en una de las cuevas de Sant Fruitós de Bages.lophius / Alamy

Por un lado, la experiencia medieval en este monasterio benedictino permite un viaje por mil años de historia, donde el visitante descubre sus diferentes estancias mediante hologramas y proyecciones inmersivas. Todo ello proporciona un efecto espectacular, con una riqueza museográfica que saca todo el jugo a este conjunto monástico que data del siglo X y en el que destacan la iglesia y el claustro, considerado una de las joyas del románico catalán. A ello se añade una bodega gótica y las antiguas celdas monacales, sobre las que se pueden conocer diversas curiosidades en las visitas guiadas. Como que con la excusa de que el vino servía para curar heridas o potabilizar el agua los monjes tenían derecho a medio litro diario como mínimo.

Detalle del claustro de Sant Benet, considerado una de las joyas del románico catalán.
Detalle del claustro de Sant Benet, considerado una de las joyas del románico catalán.Jordi Play

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E igual de grata o más es la experiencia modernista, que está magníficamente preparada para que uno se transporte al verano de 1924, atravesando las estancias que ocuparon Ramón Casas, su familia y los miembros de su servicio, los cuales tienen un gran peso en el relato que se propone a medida que se va cambiando de habitación. Música, luces e incluso olores, más los cuadros, dibujos y mobiliario del artista diseminados por todas partes, hacen del recorrido algo memorable.

Experiencia inmersiva en el interior de la iglesia del monasterio de Sant Benet.
Experiencia inmersiva en el interior de la iglesia del monasterio de Sant Benet.

Esta exquisitez a la hora de mostrar las bondades del monasterio se extiende al resto de lugares próximos. De hecho, todo está integrado en un proyecto cultural más amplio llamado Món Sant Benet. Este incluye, por un lado, la Fundación Alícia, un centro de investigación científica y gastronómica dirigido por Toni Massanés y asesorado en sus inicios por el cocinero Ferran Adrià, dedicado a promover buenos hábitos alimenticios y que está gestionado por la Fundació Catalunya La Pedrera. Esta institución, de corte humanista y solidario, invierte el precio de las entradas en programas sociales en el ámbito de las personas ancianas o la inclusión laboral, además de organizar actividades lúdicas inspiradas en los juegos de escape.

La cuestión es dedicarse a una cocina que empuje a comer mejor. Y el lugar cunde con el ejemplo por medio de tres restaurantes en el hotel Món Sant Benet: La Fonda, que propone una reinterpretación de la cocina tradicional; Món, consagrado a los productos autóctonos y de temporada; y L’Ó, que cuenta con una estrella Michelin y está comandado por Ivan Margalef, un profesional muy comprometido con la tierra circundante, pues ofrece una experiencia gastronómica llena de creatividad e innovación en la que cada plato tiene resonancias de los elementos del lugar: el propio monasterio, los huertos y el paisaje de la comarca barcelonesa.

Uno de los espacios de la Fundación Alícia, parte del proyecto cultural en el que se ha convertido el monasterio.
Uno de los espacios de la Fundación Alícia, parte del proyecto cultural en el que se ha convertido el monasterio.dani codina (Alamy)

Precisamente esos paisajes son uno de los alicientes indiscutibles del alojamiento, cuyos restaurantes y habitaciones miran hacia una postal campestre que regala una serenidad y belleza simplemente deliciosas. El establecimiento y el pueblo de Sant Fruitós de Bages tienen la suerte de disfrutar de una situación estratégica y equidistante con respecto a grandes ciudades. Todo, pues, colabora para llevar a cabo una visita que colma los sentidos y que se puede completar yendo a la iglesia parroquial, del siglo XII, consagrada a la supuesta presencia de unas reliquias del obispo y mártir tarraconense San Fructuoso. Al lado se encuentra el museo municipal de Sant Fruitós, con objetos antiguos que permiten conocer cómo se vivía y trabajaba en una casa típica allí durante las dos centurias pasadas.

La Fiesta del Arroz, que se celebra en el domingo de Carnaval —este 2023, el próximo 19 de febrero—, en la que se reparten 2.500 raciones para todos los asistentes, o el Festival Internacional de Música Memorial Eduard Casajoana, con un concierto semanal de música clásica durante el mes de julio, son otros de los incentivos de esta área que conserva un canal construido en el siglo XIV. Nos referimos a La Sèquia, un canal de 25 kilómetros que aún lleva agua del río Llobregat desde Balsareny hasta Manresa; toda una joya de la ingeniería hidráulica de la época medieval.

Pues bien, en un punto determinado de dicho canal se puede visitar la bodega Mas de Sant Iscle, que pertenece a la denominación de origen Pla de Bages, y conocer el proceso de elaboración del vino, que empezó a ser importante en el siglo XVIII por la demanda de otras regiones y la exportación a América del vino destilado como aguardiente. Degustar el picapoll, la variedad autóctona, con el desayuno típico de la vendimia (pan tostado, arenques y uvas), hará que uno recargue fuerzas y encare el resto de La Sèquia por un sendero muy llano, precioso, que es pura historia de la Cataluña central.

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